08 Mai 2017
El tiempo que vivimos en la Argentina suele estar plagado de situaciones que pueden resultar absurdas o sencillamente incomprensibles. Frente a muchas de ellas solo cabe el asombro o la indignación. Pero en búsqueda de un esclarecimiento así sea ante lo inexplicable, quizás valga la pena formular algunas preguntas a quienes tienen responsabilidades o están en condiciones de dar respuesta.
El reportaje es de Washington Uranga, publicado por Página/12, 06-05-2017.
La jerarquía de la Iglesia Católica anunció esta semana que inicia un “itinerario de reflexión” sobre los hechos ocurridos durante la dictadura militar.
Más allá de las evaluaciones que cada uno y cada una pueda hacer frente a esa decisión cabe presentar ciertos interrogantes. Es muy probable que los obispos no quieran responderlos (están en su derecho de no hacerlo). Pero aún así las preguntas, por sí mismas, quizás ayuden a ordenar la reflexión.
¿Por qué la jerarquía católica decide iniciar un “itinerario de reflexión” sobre los hechos ocurridos durante la dictadura militar apenas 41 años después del golpe criminal del que algunos obispos fueron cómplices?
¿Por qué no habría que pensar que lo anterior guarda alguna relación con la nueva política de derechos humanos instaurada por el macrismo y con decisiones como la adoptada esta semana por la Corte Suprema en favor de los genocidas condenados?
¿Por qué para iniciar estos diálogos y estas reflexiones el episcopado cita ahora a personas claramente nfrentadas con la política de derechos humanos edificada por los gobiernos anteriores?
¿Por qué hay obispos que en nombre de la “reconciliación” visitan en las cárceles a condenados por delitos de lesa humanidad?
¿Por qué, existiendo tantas organizaciones defensoras de los derechos humanos, la Conferencia Episcopal no las convocó (ni ahora ni antes) a dialogar sobre sus experiencias, sus sufrimientos, sus perspectivas, sus luchas?
¿Por qué durante años la jerarquía católica se negó, a pesar de los demandas realizados, a solidarizarse con el pedido de memoria, verdad y justicia?
¿Por qué los obispos guardaron silencio encubridor durante la dictadura y en los años posteriores sus reflexiones han sido sobre todo autojustificativas de las propias conductas personales e institucionales?
¿Por qué la Iglesia Católica en Argentina, de modo institucional, no ha tenido un compromiso firme en favor del esclarecimiento de los hechos del terrorismo de Estado, colaborando con la memoria, en favor de la verdad y la justicia?
¿Por qué apenas ahora se harán públicos los archivos de la Iglesia sobre los años de la dictadura?
¿Por qué aún no se les quita el estado clerical a un genocida condenado como es el sacerdote Christian von Wernich y a un abusador como Julio Grassi?
¿Por qué ahora, la Conferencia Episcopal reunida en asamblea y habiendo incluido en su agenda la reflexión sobre las consecuencias de la dictadura militar guarda silencio y no se pronuncia contra la decisión de la Corte Suprema de Justicia habilitando el 2x1 para los genocidas?
¿Por qué, siendo que Jesucristo fue preso, torturado y finalmente asesinado por su prédica, los obispos carecen de una actitud pastoral solidaria con las mujeres y los hombres que padecieron los mismos sufrimientos que El Salvador?
¿Por qué gran parte de los obispos prefieren sentarse cómodamente en las mesas del poder y cuando lo hacen no son ellos voceros de los padecimientos de los más pobres?
¿Por qué muchos obispos siguen hablando de “reconciliación” sin tomar en cuenta que la más ortodoxa tradición cristiana demanda que para arribar a este objetivo tiene que haber justicia, reconocimiento del error (léase: pecado) y reparación del daño causado?
¿Por qué la jerarquía católica elude asumir las responsabilidades institucionales y apenas admite que “algunos católicos” pudieron estar involucrados en hechos condenables?
¿Por qué la Conferencia Episcopal no explica ante la sociedad y ante sus fieles los motivos por los cuales en el seno del propio episcopado fueron acalladas las voces disidentes y proféticas de los también obispos Jaime de Nevares, Miguel Hesayne y Jorge Novak?
¿Por qué la jerarquía de la Iglesia tardó tanto en reconocer el asesinato del obispo Enrique Angelelli por parte de los militares?
¿Por qué, en un momento en que el Vaticano insiste en “fabricar” santos aún no es santo ni Angelelli, ni el obispo Carlos Ponce de León, ni el sacerdote Carlos Mugica, ni las religiosas francesas y otros laicos cristianos mártires de la dictadura?
¿Por qué los obispos –salvo muy honrosas excepciones– guardan silencio cómplice frente a las violaciones que son consecuencia de la aplicación de un plan económico de exterminio de derechos?
¿Por qué los obispos no explican de manera concreta y traducen en su propia vida lo que significa la opción evangélica por los pobres?
No son todas. Pueden ser estas y muchas otras. Agregue, saque, modifique. Y si tiene las respuestas... ni siquiera espere la de los obispos. Es muy probable que nunca lleguen.
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