06 Junho 2017
"En síntesis, tenemos que asumirnos, dejando de ser lo que no somos. Y es que como decía el maestro Eduardo Galeano (2008), en esta parte del mundo tenemos: «[…Miedo de vivir, miedo de decir, miedo de ser. Esta región nuestra forma parte de una América Latina organizada para el divorcio de sus partes, para el odio mutuo y la mutua ignorancia. Pero sólo siendo juntos seremos capaces de descubrir lo que podemos ser, contra una tradición que nos ha amaestrado para el miedo y la resignación y la soledad y que cada día nos enseña a desquerernos, a escupir al espejo, a copiar en lugar de crear", escribe Erick Pajares G¹, abogado internacionalista y analista político, en artículo publicado por Asociación Latinoamericana de Organizaciones de Promoción al Desarrollo A.C.- ALOP, 05-06-2017.
A nivel de América Latina, y particularmente en los países andinos, la magnitud de la crisis climática se revela centralmente en la convergencia de la inseguridad hídrica y alimentaria, como también de la inseguridad hidroenergética, generado cada vez más una reflexión responsable sobre la crisis que enfrenta el medio ambiente, como consecuencia de la acción humana.
«Ya no se habla de someter a la naturaleza, ahora hasta sus verdugos dicen que hay que protegerla. Pero en uno u otro caso, naturaleza sometida y naturaleza protegida, ella está fuera de nosotros. La civilización que confunde a los relojes con el tiempo, al crecimiento con el desarrollo y a lo grandote con la grandeza, también confunde a la naturaleza con el paisaje, mientras el mundo, laberinto sin centro, se dedica a romper su propio cielo». Eduardo Galeano, Úselo y tírelo. El mundo visto desde una Ecología Latinoamericana, 2004.
Cada vez más crece la reflexión responsable sobre las crisis simultáneas y convergentes que enfrenta la Tierra, como consecuencia de la acción humana, en su pretensión de alcanzar el bienestar, o el desarrollo (mal) entendido como crecimiento y acumulación materiales. La crisis ecológica planetaria se expresa –en efecto– en el trastorno del clima, pero también en agudos procesos de desertificación y erosión de la biodiversidad, configurándose así el «cambio global» [2] debido a estilos de vida excrecentes que han propiciado el consumo insostenible –si acaso patológico– de materia y energía, alterando gravemente la biosfera terrestre, a causa de la depleción de los ecosistemas.
A nivel de América Latina, y particularmente en los países andinos, la magnitud de la crisis climática se revela centralmente en la convergencia de: 1. La inseguridad hídrica (debido a la progresiva pérdida de glaciares, cambios drásticos en los regímenes de precipitaciones, sequías), 2. La inseguridad alimentaria (erosión de la agrobiodiversidad, fragilización de los sistemas agrícolas tradicionales y de los sistemas alimentarios nacionales)[3], y 3. La inseguridad hidroenergética (afectando fuertemente a las principales capitales andinas), entre los efectos más agudos que enfrenta la subregión [4].
Tales vulnerabilidades se exacerban por el déficit en la generación, innovación y aplicación de conocimientos diferentes, otros saberes que respondan consistentemente a las realidades geográficas, sociales, culturales, económicas y políticas de los territorios de alta montaña (programas de formación a nivel de escuelas, universidades y centros de investigación, con enfoques des-localizados, que subvaloran los saberes locales); el débil planeamiento preventivo para lograr una eficiente «gestión pública transversalizada del cambio climático»(sobre todo en materia de adaptación), a lo que se suma la carencia de diseñadores de política y tomadores de decisión con enfoques transdisciplinares y suficientemente enterados para implementar políticas, planes, programas y proyectos en contextos de riesgo e incertidumbre, a múltiples escalas (nacional, subnacional y local). Esto último resulta particularmente sensible, considerando que la alteración planetaria del clima es un fenómeno no lineal, multidimensional, de altísima complejidad [5], cuya gestión exige respuestas y soluciones complejas, con un elevado grado de concertación.
En ese contexto, a pesar de los esfuerzos del Sur por insertar consistentemente el enfoque de adaptación climática en los procesos globales de negociación, y más allá de lo discursivo, lo cierto es que la agenda internacional –incluyendo los mecanismos de financiamiento– mantiene un marcado sesgo hacia la priorización de políticas de mitigación (reducción de Gases de Efecto Invernadero - GEI), que requieren del acceso a determinadas tecnologías, cuya transferencia está supeditada al pago de altos costos, lo que restringe su uso por parte de las poblaciones de regiones o países con escasos recursos financieros, y que precisamente habitan en territorios severamente impactados por eventos climáticos extremos.
Así pues, el cambio climático pone en evidencia, más que nunca, cuán diferente es la responsabilidad histórica y económica de la crisis planetaria y la manera tan desigual en que se ven afectadas diversas regiones y grupos sociales frente al fenómeno global. Consecuentemente, para América Latina, y sobre todo para la subregión andina, los alcances de la crisis exigen –de forma urgente– enunciar políticas climáticas basadas en conocimientos disruptivos, pensamiento de desborde, y formas radicalmente distintas de actuar frente a la mayor amenaza que enfrenta la humanidad. Una cosa queda clara frente a la gravedad del problema: lo que está en riesgo es la supervivencia misma en la Tierra de las presentes generaciones y de las generaciones futuras [6].
La palabra crisis deriva del griego krísis ‘decisión’, del verbo kríno ‘yo decido’. Etimológicamente, crisis debe entenderse entonces todo lo contrario a aceptar el colapso como destino inexorable. Un tiempo de crisis es uno de decisión e inteligencia, el momento en que debe emerger un cambio drástico.
Así pues, la multiplicidad y simultaneidad de crisis que están a la base de la crisis ecológica planetaria, nos ubican en un momento de definiciones. Y es que el cambio climático no es un problema para otra generación, ni un fenómeno que sucederá en el futuro, o que acontece en un planeta distante. El trastorno climático evidencia ya sus drásticas consecuencias, de forma cada vez más intensa, y sucede en la Tierra. Las generaciones presentes, qué duda cabe, tenemos en nuestras manos el futuro del proyecto civilizatorio.
En este contexto, el Norte busca sostener su hegemonía, y las dependencias, a través de la universalización de las alternativas para enfrentar la crisis climática global, bajo el método fragmentador de la ciencia y el discurso tecnocientífico, ambas herramientas propiciatorias de la des-naturalización de la sociedad humana ¿será acaso posible resolver el problema con los mismos fundamentos con los que se ha perpetrado la crisis de la biosfera? Mientras tanto a América Latina le corresponde como tarea inmediata enunciar soluciones distintas, otras políticas del conocimiento, saberes disruptivos, retro-progresivos [7] y re-evolutivos, visiones disidentes que se distancien y rompan con todo lo hasta ahora establecido, asumiendo que podemos impulsar un «diálogo de saberes» entre la mejor ciencia y nuestros sistemas de conocimiento tradicional [8], que para el caso de los Andes Sudamericanos alcanzan registros de hasta 14,000 años de historia acumulada.
En este punto cabe anotar que mientras innovar es «mejorar lo que ya existe», disruptir implica «crear otra cosa». El cambio climático es, ciertamente, la expresión de la crisis de la mente humana, pero a su vez es un nuevo punto de partida, el límite que nos coloca frente a la oportunidad de asumir una decisión trascendente, impostergable y urgente: o redimensionamos nuestras concepciones sobre el desarrollo y bienestar humano, o resignificamos nuestro proyecto de humanidad, o fenecemos. No hay más alternativas, Ahora tenemos que reinventar todo aquello que ha puesto en peligro nuestra permanencia en la Tierra, como especie.
En el contexto de la crisis planetaria del clima, identificamos tres tareas centrales para la región latinoamericana, y para los países andinos, las cuales exigen un fuerte impulso de sinergias entre organizaciones de la sociedad civil (OSC), poblaciones rurales, academia e instancias de decisión pública y política:
A nivel de la región latinoamericana, la escuela y la universidad se caracterizan por no ser disruptivas. Por el contrario, propician enfoques convencionales, con currículas obligatorias orientadas al desarrollo de competencias, con objetivos predecibles y visiones lineales que no corresponden a la realidad compleja. Se nos educa para no des-bordarnos. Pero nada de eso nos alcanzará para enfrentar las consecuencias del trastorno global del clima, pues tal como enfatizaba Albert Einstein: «[…] el mundo que hemos creado como resultado de nuestro pensamiento hasta hoy día tiene problemas que no pueden resolverse si seguimos pensando de la forma como pensamos cuando lo creamos».
En tal sentido, será necesario aproximarnos a nuevos enfoques, conceptos y nociones, tales como: «conocimiento transdisciplinar» (convergencia de conocimientos y saberes que trascienden lo disciplinar y lo interdisciplinar); «diálogo de saberes» (puentes entre epistemes y gnosis distintas, aproximaciones entre el conocimiento científico y el conocimiento tradicional), e «investigación prospectiva» (construcción de futuros posibles, deseables y alternativos), entre los más relevantes.
Se requiere pues propiciar programas de formación en nuevos marcos teóricos –pensados en, desde y para América Latina– que nos permitan observar y entender las dinámicas y tendencias globales, pero en interacción con nuestros propios contextos geográficos, ambientales, sociales, culturales, económicos y políticos. No debemos recluirnos en el ombligismo, pero tampoco podemos diluir nuestra identidad en el globalismo homogeneizante.
Necesitamos, en síntesis, avizorar un pensamiento nuevo [9] , distinto, otros saberes integradores, frente a un evento de escala planetaria que supera las limitaciones y sesgos disciplinares [10].
En América Latina tenemos que superar el falso mito que plantea que el cambio climático antropogénico sólo puede enfrentarse con el desarrollo de nueva tecnología. En cambio, el «diálogo de saberes» entre la ciencia normal y la sabiduría ancestral deberá institucionalizarse como una herramienta poderosa que aporta al diseño de políticas y toma de decisiones para la adaptación climática.
En la Andes Sudamericanos las comunidades y agricultores conservacionistas que habitan en las altas montañas han desarrollado –en un proceso de aproximadamente catorce milenios– un sistema de saberes y un «software social» altamente sofisticados para dispersar el riesgo climático, en un escenario en donde lo variabilidad es lo único permanente: [1]. Tecnologías agrohidráulicas que permiten el uso eficiente del agua y de los espacios bioculturales inventados, bajo una lógica cibernética, para desarrollar una agricultura altamente sostenible (andenerías, suka kollus, domesticación del agua), [2]. La observación de los cielos (astronomía cultural) para planificar la gestión de los paisajes agrícolas, [3]. Una institucionalidad comunal que se fundamenta en el respeto, en tanto entramado social de cooperación e intercambio [11].
Tales estrategias de resiliencia –cimentadas en conocimiento disruptivo y retro-progresivo– resultarán fundamentales para la ejecución y sostenibilidad de los planes nacionales de adaptación, pensados desde los territorios locales [12]. Si existe una civilización en el planeta que puede irradiar soluciones para la gestión adaptativa del clima, es sin duda, la andina [13].
Proponemos una incidencia política intensa, focalizada en la crisis ecológica global, en el cambio global, en la crisis climática de la Tierra, en la crisis civilizatoria, en la crisis de humanidad, en la crisis del pensamiento humano. Pero también, y sobre todo, incidencia política para el cambio civilizatorio, para el diálogo de cosmovisiones, para el diálogo de civilizaciones, para el diálogo intergeneracional, para enunciar alternativas al desarrollo. Una incidencia para recuperar el sentido de «guardianía de la Tierra» (desvelado por las culturas pretéritas), ese «deber ético de responsabilidad con las futuras generaciones», asumiendo la equidad, solidaridad y justicia intergeneracionales como principios vitales para construir ciudadanía y conciencia planetarias, y otorgarle verdadero sentido al concepto de sustentabilidad [14]
Pero necesitamos también una comunicación política diferente para una incidencia política diferente, una que nos permita mostrar y asumir nuestra alteridad, nuestra otredad, nuestra manera de percepcionar el mundo desde la América andina, partiendo de nuestro «realismo mágico» y de la estética espiritual que respira en el animismo de nuestras cosmovisiones amerindias.
Una comunicación política para rescatar el sentido común –y el sentir compartido, solidario, colectivo– de ese secuestro posmodernista que venera el individualismo. Necesitamos pues reconquistar nuestro propio relato, nuestra narrativa singular, asumir nuestra rara sabiduría [15], para irradiarla, en medio de la crisis de la Tierra.
En síntesis, tenemos que asumirnos, dejando de ser lo que no somos. Y es que como decía el maestro Eduardo Galeano (2008), en esta parte del mundo tenemos: «[…Miedo de vivir, miedo de decir, miedo de ser. Esta región nuestra forma parte de una América Latina organizada para el divorcio de sus partes, para el odio mutuo y la mutua ignorancia. Pero sólo siendo juntos seremos capaces de descubrir lo que podemos ser, contra una tradición que nos ha amaestrado para el miedo y la resignación y la soledad y que cada día nos enseña a desquerernos, a escupir al espejo, a copiar en lugar de crear» [16].
Notas:
1.Abogado internacionalista y analista político. Juicio experto en derecho internacional ambiental y políticas públicas globales. Chief Executive Officer (CEO) del GRUPO BIOSFERA - THINK TANK EN INVESTIGACIÓN DE FUTUROS SUSTENTABLES; investigador asociado del Centro de Estudios y Promoción del Desarrollo - desco, miembro del Centro de Investigación y Promoción Andino Amazónica - Centro SAMI (Cusco, Perú); miembro asociado de la Académie de droit de l’environnement de l’UICN, University of Ottawa (Canadá); miembro pleno de la Alianza Latinoamericana de Estudios Críticos sobre el Desarrollo (ALECD).
2.Duarte, Carlos (Coordinador). Cambio global. Impacto de la actividad humana sobre el sistema Tierra. Madrid: Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), 2006, 166 pp.
3.Véase: Pajares, Erick et al. «Gestionando el cambio climático en los paisajes culturales andinos. Futuribles y futurables para la construcción de una política pública para la adaptación al fenómeno global en los Andes». En: SEPIA XIV. Perú: El Problema Agrario en Debate. Lima: SEPIA, 2012, pp. 614 - 648.
4.Para profundizar al respecto, véase: Comunidad Andina. El cambio climático no tiene fronteras. Impacto del cambio climático en la Comunidad Andina. Lima: Secretaría General de la Comunidad Andina. 2008.
5.Complejo no es sinónimo de complicado. Complejo es «lo que está entrelazado». Los procesos complejos exigen una comprehensión sistémica, una aproximación a las partes y al todo. El todo es más que la suma de las partes.
6.Tal como lo refirió el Presidente de los Estados Unidos (EE.UU.), Barack Obama, al lanzar su denominado Plan de Energí¬a Limpia: «[…] Nada amenaza más a nuestro futuro y el de las nuevas generaciones como el cambio climático». Véase: Internacional. «Obama presenta plan para reducir el 32% de emisión de gases de efecto invernadero». El Universal, México D.F., 3 de agosto de 2015.
7.Necesitamos mirar hacia atrás, re-tornar a la fuente, al conocimiento de origen, para volver aventurarnos hacia adelante.
8.Conocimientos, innovaciones, prácticas y tecnologías ancestrales, que forman parte de la memoria colectiva de los pueblos indígenas, transferidos intergeneracionalmente –mediante la tradición oral– bajo el principio de guardianía de la Tierra y un compromiso ético con las generaciones venideras.
9.El «pensamiento nuevo» es una visión abarcadora, que contiene conceptos de filosofía, física, ingeniería y otras fuentes. Incluye la cuántica, las estructuras disipativas y en general la Teoría del Caos, la Autopoiesis de Maturana y Varela, los aportes de Rupert Sheldrake, la Lógica Borrosa y la teoría de sistemas, el pensamiento complejo y la nueva biología, las nuevas matemáticas y aspectos de la física no cuántica.
10.En contexto de la crisis planetaria, la tarea central de los procesos de formación (enseñanza y aprendizaje) implica la deconstrucción de los esquemas rígidos de transmisión del conocimiento y, en su lugar, el señalamiento de la multiplicidad de relaciones implicadas en las vastas esferas de la vida. Pero este paradigma holístico, a pesar de su carácter comprehensivo, no es totalizante en tanto reconoce la primacía de la incertidumbre como paradoja fundante de su propio estatus epistemológico. La paradoja interna de no poder comprender algo en su totalidad no resulta pues una contradicción, sino una fortaleza que caracteriza su percepción dinámica del mundo.
11.Pajares, Erick et al. «Relational knowledge systems and their impact on management of mountain ecosystems: Approaches to understanding the motivations and expectations of traditional farmers in the maintenance of biodiversity zones in the Andes». Management of Environmental Quality: An International Journal, Vol. 22 Iss: 2. London (UK): Emerald Group Publishing Limited, 2011, pp. 213 – 232.
12.Véase: Pajares G., Erick y Loret de Mola, Carlos. «Otras políticas climáticas. Ruptura de episteme y diálogo de saberes». En: desco - Centro de Estudios y Promoción del Desarrollo, ed. Perú Hoy. Más a la derecha Comandante. Lima: desco, 2014.
13.La Estrategia Nacional de Cambio Climático (ENCC) del Perú, aprobada mediante Decreto Supremo n.° 011-2015-MINAM, publicado en el Diario Oficial El Peruano del 23 de septiembre de 2015, ya incorpora los sistemas de conocimiento tradicional como parte de las herramientas para la gestión adaptativa del clima.
14.Véase: Brown Weiss, Edith. «Our Rights and Obligations towards the Future Generations for the Environment». American Journal of International Law, 84. Washington D.C.: The American Society of International Law, 1990, pp 198-207.
15.Kusch, Rodolfo. América Profunda. Buenos Aires: Hachette, 1962.
16.Galeano, Eduardo. «Los mapas del alma no tienen fronteras». Disertación en ceremonia de distinción como Ciudadano Ilustre del Mercosur. Montevideo, 3 de julio de 2008.
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Crisis climática ¿o crisis del desarrollo?: Enunciados disruptivos desde los Andes Sudamericanos - Instituto Humanitas Unisinos - IHU