09 Novembro 2017
En política lo real es lo que no se ve.
Martí
El pasado 25 de septiembre y bajo el título Rafael Correa: "Me siento totalmente traicionado”, la revista colombiana Semana publicó una amplia entrevista concedida por el ex presidente de Ecuador al periodista Rodrigo Pardo.
En este estudio aspiramos a identificar y evaluar los planteamientos político/económicos medulares formulados en la ocasión por el presidente vitalicio de Alianza País, movimiento que, pese a su reciente implosión, preserva la silla de Carondelet, actualmente bajo la titularidad de Lenín Moreno Garcés.
Buscamos de este modo alumbrar en alguna medida el laberíntico panorama nacional heredado de la primera fase de la autodenominada Revolución Ciudadana (la “década ganada” para los aliancistas, la “década infame” según sus impugnadores).
Los comentarios son de René Báez, Ex decano de Economía de la PUCE y miembro de la International Writers Association, publicados por ALAI, 07-11-2017.
Sin más preámbulos, entremos en materia.
Rodrigo Pardo: ¿Cómo es su propuesta de convocar una asamblea Constituyente?
Rafael Correa: El problema es que... hemos ganado las elecciones, pero es peor de que sí las hubiéramos perdido porque se está aplicando todo el programa de la oposición, están persiguiendo a nuestra gente, y están convocando una consulta popular en la que no sabemos qué van a preguntar. Presumimos que van a descabezar las autoridades de control, lo cual sería terrible para el Estado de Derecho. Entonces, si quieren cambiar tanto, si quieren gobernar con el programa que perdió, si están persiguiendo a la gente... bueno, vamos a una asamblea Constituyente, vamos nuevamente a elecciones.
Los puntos de vista anteriores contienen errores y falsificaciones de bulto. Para comenzar, la insinuación de que en el ballotaje presidencial cumplido en abril del 2017 se dirimieron dos propuestas antagónicas es falaz, puesto que las diferencias fueron apenas de matices. Si el oficialista Moreno enarboló un programa de corte intervencionista/liberal (por lo demás ya agotado), el opositor Guillermo Lasso buscó persuadir a los votantes con una plataforma liberal/intervencionista. Casi huelga señalar que ambos finalistas pregonaron sus autos de fe al orden/desorden capitalista imperialista vigente, claro está, desde una perspectiva de país periférico. Coincidencias y similitudes que nos llevaron a consignar que la vuelta definitoria de marras resultó, en la práctica, una disputa en el seno de la derecha. [1]
Igualmente errónea -e incluso farisaica- constituye su defensa del Estado de Derecho, dado que fue precisamente Correa Delgado quien encabezó la demolición del frágil Estado republicano preexistente, sustituyéndolo, a partir de la Constitución de Montecristi (2008), con un cuerpo legal y reglamentario híper presidencialista de sustrato fascista, conforme lo demostró hace ya varios años el investigador uruguayo Raúl Zibechi.. [2] Marco jurídico que, entre otros desafueros neogarcianos, creó las condiciones para viabilizar la metida de mano a la Justicia y galvanizar la criminalización de la protesta social y la corrupción como políticas de Estado. [3] Línea oficial esta última que, por una imprevista dialéctica, ha llevado tras las rejas al actual vicepresidente Jorge Glas Espinel, alter ego de Correa, procesado penalmente -y por ahora- por sus nexos con la “subimperialista” Odebrecht.
R.P.: ¿Hay algún asunto de fondo, algún tema ideológico, alguna diferencia profunda (con Moreno)?
R.C.: Para analizar la política ecuatoriana, no puede uno limitarse al eje ideológico izquierda-derecha. Hay otro eje. Si hacemos un plano cartesiano, el eje de las equis horizontal izquierda y en el otro extremo derecha, hay también un eje vertical: Sierra-Costa, porque Ecuador es un país muy marcado regionalmente. Yo tengo un temperamento que no le gusta a la Sierra, y puede que haya un temperamento en la Sierra que no guste en la Costa... La ruptura con Moreno es básicamente un tema regional y de estilo.
Sustentar que en la política nacional contemporánea gravita más la dimensión regional - entendida ésta como los rasgos diferenciales en el temperamento de sus dirigentes- que lo ideológico, se me antoja, además de irresponsable y ofensivo, un desenfoque antológico, explicable por el interés del actual presidente-sombra radicado en Bruselas por tender una cortina de humo sobre un decenio de neocolonialismo, autoritarismo y cleptomanía. Este insólito -y bochornoso- debate me ha traído a la memoria la irónica frase sartreana según la cual “el infierno es el otro (o los otros)”. Para el caso, los serranos y quiteños.
R.P. - ¿Cómo ve a América Latina en un momento tan distinto al que había cuando usted llegó a la Presidencia, porque ahora la derecha gobierna en mayoría?
R.C.- Eso depende del punto de referencia. Si compara con el 2009, cuando de los diez países suramericanos (no cuento a Guyana y Surinam) ocho tenían gobiernos de Izquierda -salvo Colombia y Perú-, por supuesto que hemos retrocedido. Pero si compara con los noventa cuando no había ni un solo gobierno de izquierda entonces hemos avanzado. Estamos en tiempos difíciles pero no terribles: ya no somos la izquierda del 3 por ciento. Somos una izquierda con vocación de gobierno, con proyectos y con procesos exitosos.
Nuevamente la corrupción del lenguaje propia de los caudillos totalitarios o cripto totalitarios tan brillantemente descrita por George Orwell en su célebre novela 1984. Y esto, porque tales juicios comportan una interpretación epidérmica -fenomenológica- del proceso histórico regional.
Para comprobar el aserto, acotemos los conceptos gobiernos de izquierda y procesos exitosos.
En cuanto al primero:
- Conforme es archiconocido, el origen político del término izquierda se tiene que encontrar en la Revolución Francesa para aludir a una distribución espacial entre los jacobinos y los girondinos en la sala de la Asamblea. Los primeros, a la izquierda, contaban con el apoyo de las clases populares, defensores del voto universal y la república, los segundos, lo hacían a la derecha, aliados de la nobleza, monárquicos y partidarios del voto selectivo.
- A medida que el desarrollo del capitalismo dio origen a nuevas clases sociales, el concepto izquierda se adjudicó al programa de los partidos obreros y la clase trabajadora. Por contrapartida, el término derecha identificaba a la burguesía, aglutinada en sus partidos de clase, empresarios y banqueros. Los límites eran explícitos. Podían surgir muchas izquierdas (como en efecto aconteció), pero con un común denominador: la lucha contra la explotación capitalista. En esta definición cabían anarquistas, anarcosindicalistas, socialistas, comunistas y los primeros socialdemócratas (hasta la Segunda Guerra Mundial). Con posterioridad a este evento, la refundación de la socialdemocracia, declaradamente anticomunista, dejó sin efecto la línea divisoria entre capitalismo y socialismo.
Acontecimientos ulteriores como la caída de la URSS y el fin de la guerra fría produjeron un sismo en los ámbitos de los anticapitalistas. Incluso así, ser de izquierda suponía para todos una concepción del mundo alternativa al capitalismo en todas sus formas, aunque expresado en un movimiento heterogéneo con distintas sensibilidades, muchas veces enfrentadas y hasta contradictorias. Maoístas, trotskistas, leninistas, partidarios de la lucha armada, insurreccionales, terceristas, foquistas, coexistían en su seno. No obstante esta dispersión, cabe subrayar, mantenían como denominador común su creencia en la lucha anticapitalismo, postura que se fue diluyendo desde fines del siglo XX. [4]
- El proceso de disolución habría sido del tenor siguiente: El sentimiento de derrota y la sensación de orfandad teórico/práctica después del desplome del burocratizado socialismo real, pasó factura a escala latinoamericana en los años 90 del siglo pasado. Así, apareció una nueva izquierda, en buena medida de inspiración cubana, condescendiente con el capitalismo, centrándose las críticas en un rechazo al modelo/estrategia neoliberal. El viraje se tradujo en contraponer forzadamente a F. Hayek respecto de J.M.
Keynes (el liberalismo capitalista enfrentado al intervencionismo también capitalista); retórica que llevó a la naciente falsa izquierda a identificarse con la adopción de políticas de reactivación productiva y asistencialismo. La realidad de la explotación capitalista se esfumó, desapareciendo del horizonte ideológico-político hasta perderse en el limbo de la colaboración de clases. [5] Esta artificial nueva izquierda será bautizada en Latinoamérica con membretes como Progresismo, Socialismo Bolivariano, Socialismo del Siglo XXI, Socialismo Andino, Revolución Ciudadana; y, en la práctica totalidad de casos, rompió con su apelativo de izquierda, considerándolo un obstáculo para ganar elecciones y disputar el poder a la derecha tradicional, alineada con el Consenso de Washington y crítica de los regímenes intervencionistas y desarrollistas de inspiración keynesiana y cepalina.
- En el caso ecuatoriano, la referida desnaturalización de enfoques y categorías político/económicas básicas por parte del policlasista movimiento Alianza País y su gurú Correa tuvo como telón de fondo una nueva bonanza de los commodities, entre ellos el petróleo, que se extendió hasta mediados del 2014, y se tradujo -entre otros efectos- en la esfera de la política-política en la cooptación de organizaciones de genealogía marxista (Partido Comunista, Partido Socialista, Mir, Alfaro Vive); y, en el ámbito más estrictamente económico, en la instrumentación contra viento y marea de un proyecto de modernización conservadora favorable al capitalismo corporativo global (especialmente a través de la construcción de infraestructura física y energética) y a los multiplicados beneficiarios criollos de un proceso de lumpen desarrollo y lumpen acumulación. Por cierto, similares causas y consecuencias es posible verificar en países como la Venezuela chavista/madurista, el Brasil lulista/dilmista, la Argentina kirchnerista, la Bolivia evista o la Nicaragua de la dinastía Ortega. [6] E, incluso, mutatis mutandi, en el México y la Colombia de los ortodoxos, recolonizadores y represivos Enrique Peña Nieto y Juan Manuel Santos.
En cuanto al segundo concepto, el concerniente a procesos exitosos, reivindicado por el ex inquilino de Carondelet como atributo de los gobiernos “progresistas”, cabrían glosas como las siguientes:
-De inicio, y más allá de la tendencia a la mundialización del capitalismo, habría que destacar que la evolución de los distintos países y regiones puede y debe analizarse a la luz de las dos vías generales de desenvolvimiento socioeconómico que han predominado en los Tiempos Modernos signados por la deificación del dinero y la razón cartesiana: la primera, correspondiente a un proceso autocentrado de reproducción ampliada (propio de los países y polos imperialistas), y la segunda, atingente a los desenvolvimientos reflejos y aparienciales (predeterminada para los continentes, naciones y territorios colonizados o neocolonizados). La diferencia esencial entre esas dos rutas consistiría en el grado de autodeterminación -política, económica, tecnológica, ideológica, cultural e incluso militar- que cada Estado-nación pueda preservar y fomentar.
-A la luz de la necesaria premisa anterior, proclamar como exitosa y hasta legendaria a la “era correísta” - como lo hace su titular- a partir de fruslerías tecnocráticas como la expansión del mítico PIB o de los porcentajes de reducción de los niveles de la pobreza conforme a las sacralizadas ideología y metodología del pro monopólico y pro imperialista Banco Mundial, aparece ciertamente como una broma. Más aún, si a tales logros se los mira bajo el prisma de las crudas realidades que han comenzado a visualizarse y entre las cuales relievamos:
a) El protervo legado del maximato correísta fruto de sus sistemáticas acciones de desterritorialización y desnacionalización, particularmente ligadas al extractivismo petrolero y minero, acciones que configuran un cuadro de traición nacional, entendida ésta –siguiendo a la teoría política marxista- como la superposición de los intereses clasistas a los atributos y derechos de un Estado-nación. Felonías que, para el propio caso ecuatoriano, han sido ampliamente verificadas y denunciadas por el profesor Diego Delgado Jara. [6]
b) La descapitalización financiera derivada del “agresivo endeudamiento” externo/interno impulsado por el correato, que ha catapultado a las obligaciones del Fisco ecuatoriano a una cifra que bordea los 60 mil millones de dólares, con la correlativa expansión de su servicio. Ni qué decir que los referidos compromisos financieros presuponen una automática cesión de soberanía política especialmente a favor de los Shyloks extranjeros.
c) El fomento del agrobussines (soya, palma africana, brócoli) y el turismo tan caros al capital corporativo en detrimento de la agricultura de autoconsumo y los recursos naturales y paisajísticos; la regresión en materia de defensa ambiental y de recursos naturales (recordar el caso Yasuní); la estrategia de desindustrialización sistemática derivada del TLC suscrito con la Unión Europea, de las concesiones comerciales al Tío Chang y de exacciones de distinta índole enfiladas contra las medianas y pequeñas empresas; el desmantelamiento del mini Estado social a través de operativos como el “empapelamiento” del IESS; la reforma educativa de inspiración neodarwiniana; la conversión del país en una democracia nostra (como vislumbrara el futuro del país hace un cuarto de siglo el malogrado Agustín Cueva) o en una narcodictadura (conforme tipificara al “correísmo’’el analista Francisco Huerta Montalvo); (7) la desinstitucionalización de las Fuerzas Armadas para orientarlas a la guerra contra el “enemigo interno”; la conversión de la información periodística, radial y televisiva en un bien público (eliminando su condición de derecho ciudadano); las restricciones a la organización de la sociedad civil; los intentos –aún no desvanecidos por la administración de Moreno- de implantar un dirigismo cultural; las reformas de la Seguridad orientadas a convertir al Ecuador en un Estado-Gran-Hermano, etc., etc.
-Finalmente, cómo calificar de exitosa y recomendable a una larga gestión político/económica que, keynesianismo vudú mediante, ha dejado bloqueadas las compuertas para al menos morigerar las más traumáticas consecuencias de una modernización mal concebida y peor instrumentada.
Una pregunta a título de colofón: ¿Qué dirá el Viejo Topo sobre esta constelación de nudos gordianos?
Notas:
[1] Cf. nuestro artículo “Más allá de las urnas5' (ALAI: 08/02/2017).
[2] Cf. Raúl Zibechi, ‘‘La construcción de un nuevo modelo de dominación en Ecuador” (Viento Sur, Nov. 2011)
[3] Cf. nuestro libro Antihistoria ecuatoriana (Universidad Central del Ecuador, Quito, 2010).
[4] Cf. Marcos Roitman. “La posizquierda latinoamericana: gaznápiros de derecha", La Jornada (05/09/2017).
[5] Ibid.
[6] Cf. "La mesa servida para las transnacionales’5 y ''Palabras y obras de los verdaderos vendepatria”, entre otros artículos. (Internet).
[7] Cf. también ‘El rompecabezas del narcotráfico en Ecuador”. (Internet)
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Equador. Preguntas y respuestas sobre el “correísmo” - Instituto Humanitas Unisinos - IHU