13 Novembro 2018
"Los críticos de la globalización arguyen que esta impide el cultivo de los ideales de la Ilustración, al tiempo que el capitalismo impide a la gente tomar sus propias decisiones. A la postre, los gobiernos están tomando decisiones económicas y sociales en lugar de muchos. La mayoría de las personas sencillamente no tienen libertad para elegir su propio camino. Los trabajadores no hacen más que trabajar y son incapaces de soñar un mundo diferente para ellos y sus hijos".
El comentário es de James Kanali, miembro del Centro Jesuita Hakimani, de Nairobi, Kenia, en artículo publicado por la revista Promotio Iustitiae y reproducido por CPAL Social, 12-11-2018. La traducción es de José Lozano.
El Manifiesto por la Democracia es una señal de que ha llegado el momento de abrirnos a las múltiples formas en que los demos, o sea, los pueblos se organizan a lo largo y ancho del mundo para hacerse cargo de su propio destino. Cada vez resulta más difícil realizar predicciones en una época como la nuestra, en la que todos los mecanismos ideológicos y políticos que gobiernan la conducta de los distintos actores parecen estar desmoronándose Tradicionalmente, las luchas políticas se han desarrollado en el marco de Estados políticos cuya legitimidad no se cuestionaba (la legitimidad de un gobierno sí podía cuestionarse, pero no la del Estado)[1]. Los partidos políticos y unas cuantas grandes instituciones, como las asociaciones nacionales, los medios de comunicación y la "clase política", constituían la estructura básica del sistema, dentro del cual se expresaban los movimientos políticos, las luchas sociales y las corrientes ideológicas. Pero ahora constatamos que casi por doquier estas instituciones han perdido en mayor o menor grado una buena parte de su legitimidad.
La cuestión importante que nos exige permanecer vigilantes reza entonces: en el curso de las revueltas habidas desde 2011, ¿cuál es la relación entre globalización y democracia? Sin duda, la democracia es principalmente una creación humana. Pero, al igual que otras creaciones humanas, también necesita cuidados, atención continuada, creatividad y pasión[2]. La actual conversación sobre la democracia nunca ha adolecido de falta de ambición. Esto significa que son posibles otras formas de comprometerse con experiencias democráticas. No solo son posibles, sino también necesarias. A todos cuantos entienden la democracia como un continuado periplo de conversación, ello les ofrece ocasión para reflexionar sobre lo que significa.
Este artículo trata de la democracia como una forma de gobierno de la que se tiene experiencia globalmente y que se ha convertido en una aspiración compartida transversalmente y que, a pesar de ello, resulta paradójica. Por ejemplo, la idea de autogobierno popular tiene múltiples aplicaciones según de qué pueblo se esté hablando, qué comprensión se tenga del sujeto de ese autogobierno y qué se acepte como tal[3] . El "pueblo" puede aludir a los ciudadanos de un Estado-nación, a los habitantes de una región o localidad o también a la entera población del planeta. Y "auto" puede entenderse como referido bien al ciudadano individual, bien a una comunidad social. "Autogobierno" puede interpretarse como voz, consulta, consentimiento o consenso en cualquier proceso autoritativo y vinculante de toma de decisiones[4].
Con la democracia viene la globalización y su ideología neoliberal de liberalizar los mercados, regidos por la maximización de beneficios con el menor control gubernamental posible. Por bien que suene, la ideología del neoliberalismo tiene muchos críticos. Se suponía que el liberalismo iba a favorecer la integración y a proporcionar ventajas comparativas, dice Stiglitz[5]. Pero eso, sencillamente, no ha ocurrido. Los términos "democracia" (abreviatura para designar la gestión moderna de la vida política) y "mercado" (abreviatura para la gestión capitalista de la actividad económica), ¿deberían ser vistos como convergentes o divergentes?
La gente ya no cree en los gobiernos. En su lugar han surgido "movimientos" de diversas clases, movimientos centrados en las demandas de los verdes y las mujeres, en la lucha por la justicia social, en las reclamaciones de grupos que afirman su identidad como comunidades étnicas o religiosas. Esta nueva realidad política es sumamente inestable. Merecería la pena discutir en concreto la relación entre tales demandas y movimientos, por un lado, y la crítica de la sociedad (o sea, del capitalismo realmente existente) y la gestión neoliberal globalizada, por otro. Algunos de estos movimientos se unen –o podrían unirse– en el rechazo de la sociedad proyectada por los poderes dominantes. Estos son capaces de manipular y apoyar a algunos de los movimientos, abierta o escondidamente, mientras que a otros los combaten decididamente: tal es la norma en este nuevo y agitado espacio político[6].
El presente artículo plantea una serie de interrogantes: ¿de qué manera posibilitará una síntesis dialéctica que vaya más allá del capitalismo la conciliación entre los derechos del individuo y los derechos de la colectividad? ¿Cómo dará esta reconciliación posible mayor trasparencia a la vida tanto individual como social? Son preguntas que no pretendo responder aquí, pero que sin duda se plantean como un reto al concepto burgués de democracia y sus límites. Por consiguiente, este artículo intenta analizar en parte la relación entre democracia, globalización, capitalismo y auge del fundamentalismo. Es importante tener una comprensión básica de estos conceptos.
El término "democracia" es, en su sentido moderno, la definición misma de Modernidad, si, como yo sugiero, por "modernidad" entendemos la adopción del principio de que los seres humanos son individual y colectivamente responsables de su historia. Antes de la acuñación de este concepto, la gente tenía que liberarse de las alienaciones características de las formas de poder anteriores al capitalismo, ya fueran alienaciones de carácter religioso, ya hubieran adquirido la forma de "tradiciones" concebidas como hechos transhistóricos permanentes[7].
Las expresiones de la Modernidad y de la necesidad de democracia que conlleva se remontan a la época de la Ilustración[8]. Pero la Modernidad en cuestión es sinónimo de capitalismo, y la democracia que ha producido está limitada como lo demás, como el capitalismo mismo. Ni la Modernidad ni el capitalismo han alcanzado la consumación de su desarrollo potencial.
Aspectos que ya estaban presentes en la década de 1960, como las circundantes inestabilidades económicas y políticas en el Sur originadas por la pobreza, siguen con nosotros y se están internacionalizando de manera creciente. También el reto de los refugiados y la migración (o las migraciones), ya entonces existentes, todavía son motivo de preocupación. Y la mayoría de estos aspectos influyen en los incipientes debates entre los habitantes del Norte. Con tales apremiantes tendencias, está surgiendo una nueva terminología de "reproblematización" de la seguridad. Las amenazas a la seguridad del Norte no se ven ya solo desde la perspectiva de los tradicionales conflictos interestatales, que deben ser abordados mediante políticas de alianza.
La globalización –esto es, el continuo incremento de los flujos transfronterizos de bienes, servicios, capitales, símbolos y productos culturales del que hemos sido testigos en las tres últimas décadas, más o menos– ha venido acompañada de una expansión asimismo continua de las ideas democráticas por el mundo entero[9]. La noción de que la gente debe gobernarse a sí misma y a través de sus representantes –y no a través de algunos autoproclamados amos– se ha difundido y luego atascado. Mientras que la idea central de la democracia como autogobierno, en sentido lato, es la misma en todos los lugares, sus manifestaciones específicas varían de una región a otra y de un país a otro.
De la mano de la globalización, la idea de democracia se ha propagado y ha ayudado a liberar a más de un pueblo de los yugos dictatoriales que los oprimían. Pero la globalización también encarna el peligro de que el modelo de democracia "de talla única" impuesto desde fuera y desde arriba no funcione. Como ha demostrado elocuentemente Manuel Castells[10], vivimos en la sociedad de la información. La sociedad de la información se basa en redes, una nueva forma menos jerárquica de estructurar organizaciones, en la cual la nueva moneda es la información y la capacidad de procesarla. Esto ha supuesto un aumento de los esfuerzos por categorizar, clasificar y ordenar a todos los países del mundo según una serie de "índices de democracia" que pretenden informarnos de cuán democrático es un país dado. Y esto no es un mero ejercicio académico. De ahí derivan consecuencias para la vida real.
Con las nuevas redes, la economía global se caracteriza ahora por un flujo y un intercambio casi instantáneos de información, capital y comunicación cultural. El flujo de información ordena y condiciona tanto el consumo como la producción. Las redes y el tráfico que soportan están en gran medida al margen de las regulaciones nacionales. Nuestra dependencia de los nuevos modos de los flujos de información confiere a quienes están en una posición que les permite controlarlos un enorme poder sobre nosotros. A raíz de ello, la palestra política se ha trasladado a los nuevos medios de comunicación social, de la mayoría de los cuales no cabe responder políticamente[11]. Según Castells, estas redes, que no podrían existir a gran escala sin el medio que proporcionan las nuevas tecnologías de la información, son la incipiente forma de organización de nuestro mundo y están desempeñando ya un papel fundamental a la hora de garantizar los procesos reestructuradores del compromiso[12].
Los nuevos conflictos tienen que ver con las identidades, el estatus y los valores de diversos grupos. Son estos los que están definiendo ahora los espacios sociales. Por ejemplo, Keller opina que la globalización es conflictiva y contradictoria, pero también está abierta a la resistencia, así como a la intervención y transformación democrática; no se trata meramente de un monolítico gigante de progreso o dominación. Esta idea se desarrolla adicionalmente distinguiendo entre "globalización desde abajo" y "globalización desde arriba", la impulsada por el "capitalismo corporativo" y el estado capitalista[13], una distinción que debería ayudarnos a cobrar mayor conciencia de cómo la globalización favorece o impide la democratización[14].
"Globalización desde abajo" se refiere a las formas en las que los individuos y movimientos sociales marginados se resisten a la globalización o usan sus instituciones e instrumentos para promover la democratización y la justicia social. Si bien en un cierto plano la globalización incrementa significativamente la supremacía de las grandes empresas y los grandes gobiernos, también puede conferir poder a grupos e individuos que anteriormente habían sido excluidos del diálogo democrático y del terreno de la lucha política. Entre los efectos potencialmente positivos de la globalización se cuentan, primero, el acceso a la educación de individuos a los que antes se les negaba la entrada a la cultura y al conocimiento y, segundo, la posibilidad de que individuos y grupos opositores participen en la cultura y la política global en virtud de su incorporación a la comunicación global y las redes sociales, lo que les permite hacer circular por estos medios luchas locales e ideas opositoras. El papel de las nuevas tecnologías en los movimientos sociales, la lucha política y la vida diaria ha obligado a los movimientos sociales a reconsiderar sus espacios políticos, objetivos e ideas democráticas para analizar cómo las nuevas tecnologías pueden propiciar procedimientos democráticos alternativos[15].
El término 'globalización' se discute aquí como un aspecto que se añade a la extensión de las relaciones sociales globalmente. Pero ¿qué clase de proceso es este? La mayoría de las personas lo entienden como el avance hacia una única sociedad global. Se centran en la economía capitalista. El capitalismo, afirman, está trascendiendo por doquier las fronteras de Estados y localidades para crear una economía global y, por ende, una sociedad global. Algunos se fijan más en una revolución en la tecnología de las comunicaciones o en los mercados globales de consumo. Argumentan que vivimos en una 'sociedad en red', en la 'sociedad de internet' o en el 'McMundo?'. Existen también versiones culturales y políticas, en las que se habla de una 'sociedad civil transnacional' y de un 'nuevo orden mundial', tal como lo plantea Francis Fukuyama (1992)[16]. Estas visiones entienden la globalización como un fenómeno esencialmente integrador del mundo.
Según Manann, la globalización conlleva algo mucho peor que lo que se acaba de mencionar. Pero, para entender lo que quiere decir, debemos pronunciar una palabra que siempre ha sido central para la globalización, pero que ha pasado de moda: imperialismo[17]. A juicio de Chomsky, con el factor disuasorio soviético en declive, los vencedores de la Guerra Fría gozan de mayor libertad para imponer su voluntad so capa de buenas intenciones, pero en realidad en persecución de intereses que tienen un timbre muy familiar fuera del ámbito de la Ilustración[18].
De hecho, deberíamos ser conscientes de que vivimos en un mundo estratificado y jerárquico. El actual impulso del poder imperial de occidentalización es razón suficiente para la resistencia. Por ejemplo, la resistencia a lo que se percibe como una globalización desde el Norte encaminada a imponer la civilización septentrional se ve como reaccionaria, violenta y primitiva, mientras que la cultura, las estructuras políticas y las acciones septentrionales son declaradas como racionales y generalmente benignas[19]. La creciente interconexión sistémica global ha acrecentado la amenaza de internacionalización de la inestabilidad. Ello ha sido causa parcial del flujo de refugiados y el trastorno de las actividades comerciales, contribuyendo a la expansión de las redes terroristas y criminales asociadas[20].
Para algunos, la globalización y su compañero, el capitalismo internacional, son fuerzas de opresión, explotación e injusticia. La rabia que impulsa a los terroristas a cometer sus crímenes es, en parte, respuesta a la idea de control. Como mínimo, se sugiere, el terrorismo prospera con la pobreza... ¡al igual el capitalismo internacional! Michael Mann, en su artículo "Globalisation as Violence", arguye que la globalización, más que única y singular, es múltiple: integra, explota y desintegra; genera paz, regula el conflicto y atiza la guerra por igual[21]. En una relectura de El choque de civilizaciones de Samuel Huntington (orig. 1996)[22], Mann señala que el Norte es visto como encarnación de la racionalidad, el progreso y el futuro; en cambio, se asume que el Sur se aferra a la 'tradición' o alimenta la sinrazón. Estas quizá sean posiciones extremas, pero la minoría que las defiende no es en absoluto minúscula.
De la globalización surge el movimiento social revolucionario, que cree en la libertad, la igualdad y la democracia. Este movimiento revolucionario privilegia la fortaleza del movimiento como un todo y considera al individuo pequeño en relación con este. Entiende al individuo como libre y capaz de participar en el movimiento, contribuyendo a él de manera positiva.
Los revolucionarios reclaman autonomía y democracia en todos los niveles. Quieren acabar con el neoliberalismo y el capitalismo. El "cercamiento" (enclosure) es visto como uno de los conceptos clave del capitalismo; y los manifestantes revolucionarios y los fundamentalistas consideran el derribo de las cercas una forma de resistencia al cercamiento[23]. Quienes derriban las cercas forman parte del mayor movimiento social globalmente interconectado de nuestra época; son la globalización de la resistencia.
La voz contra la globalización parece estar emanando de naciones pobres y de ciudadanos del Norte privados de derechos que se sienten realmente atropellados en aras del mero beneficio económico. Muchos manifestantes están cansados del poder incontrolado de las organizaciones capitalistas; quieren poder para oponerse a su situación.
Los manifestantes protestan contra lo que Amartya Sen llama "ausencias de libertad" (unfreedoms)[24]. Creen que la población mundial se ha convertido sin más en una mercancía y que el capitalismo es el responsable de esta opresión. La gente se está cansando de que unos y otros, ya sean sus opresores o sus autoproclamados libertadores, les den órdenes. Los pobres, los indígenas, la clase trabajadora quieren simplemente gobernarse a sí mismos. No quieren que empresas gigantescas decidan a diario por ellos. Tampoco quieren que esas mismas empresas tomen las decisiones que correspondería tomar a su gobierno. De hecho, unas de las principales preocupaciones de los manifestantes y los fundamentalistas es la erosión del poder democrático que acompaña a la globalización[25].
En algunas de las economías desarrolladas, el apoyo a la liberalización adicional del comercio es incierto; y hay países en los que los votantes son totalmente contrarios a ella. Las instituciones que a ojos de la mayoría de la gente representan a la economía global –el FMI, el Banco Mundial, la Organización Mundial del Comercio– son odiadas mucho más de lo que son admiradas. Mientras tanto, a los gobiernos se les acusa de postrarse ante las empresas y las elites adineradas. El capital privado se mueve sin control por todo el planeta, vaciando de contenido a la democracia al poner "el beneficio económico por delante de las personas"[26].
Por su parte, las empresas multinacionales, con sus ilustradas declaraciones de objetivos, sus estrategias progresivas y sus promesas de "responsabilidad social corporativa", implícitamente reconocen que tienen una acusación de la que defenderse: el capitalismo sin responsabilidad es malo. Esto suena muy bien; el problema es que, cuando empiezan a hablar sobre cómo van a dejar de dar prioridad al beneficio, la gente piensa que están mintiendo. Estos defensores de la economía sin fronteras nos llevan a creer que el capitalismo global es una de las causas de la parálisis y un embozo para la venalidad empresarial de toda la vida. Con paladines como estos en ambos bandos del debate sobre la globalización –gobiernos y empresas disimuladores a favor de esta, manifestantes enojados e inflexibles en contra de ella- , es natural que el gran público no se decante decididamente por ninguno de estas visiones.
Los críticos de la globalización arguyen que esta impide el cultivo de los ideales de la Ilustración, al tiempo que el capitalismo impide a la gente tomar sus propias decisiones. A la postre, los gobiernos están tomando decisiones económicas y sociales en lugar de muchos. La mayoría de las personas sencillamente no tienen libertad para elegir su propio camino. Los trabajadores no hacen más que trabajar y son incapaces de soñar un mundo diferente para ellos y sus hijos.
Dada la nueva libertad de movimientos que siguió al final de la Guerra Fría, el cambio social no puede ser dejado en manos de las esperadas sinergias de la Modernidad y los mercados; la transformación efectiva debería ser un objetivo político. Con todo, tales procesos de cambio social radical no pueden ser impuestos. Se debería reconocer que uno, si bien puede hacer que otros digan o hagan algo en lo que no creen, en modo alguno puede algo que otros piensen algo que no aceptan. Por consiguiente, el cambio social tiene que estar anclado en un amplio espectro de procesos de consenso que favorezcan la implicación y participación.
Para concluir, parafrasearé a Foucault, quien dice: allí dondequiera que exista globalización desde arriba, o sea, globalización como imposición de la lógica capitalista, allí puede darse resistencia y lucha. Las posibilidades de la globalización desde abajo resultan de alianzas transnacionales entre grupos que luchan por mejores salarios y condiciones de trabajo, por la justicia social y política, por la protección del medioambiente y por mayor libertad en el mundo entero[27]. Un renovado énfasis en los movimientos locales y de base ha puesto a las fuerzas económicas dominantes a la defensiva, y los medios de radiodifusión e internet han llamado con frecuencia la atención sobre políticas empresariales opresoras y destructivas en el plano local, ejerciendo de este modo presión nacional y aun transnacional sobre algunas grandes empresas. La proliferación de medios de comunicación y la expansión de internet están posibilitando una mayor circulación de las luchas, así como de las posibilidades de nuevas alianzas y solidaridades que conectan entre sí a las fuerzas de resistencia opuestas a las elitistas formas capitalistas y empresarial-estatales de globalización desde arriba.
Notas:
[1] Amin, Samir. (2001). "Imperialism and globalization": Monthly Review [trad. esp.: "Imperialismo y globalización"].
[2] Mohapatra, Bishnu N. (7 de mayo 2011). "Open Democracy; Introducing the Democracy Manifesto and a global conversation".
[3] El ideal del 'gobierno del pueblo' ha significado crecientemente la dominación de un grupo étnico/religioso sobre otros, seguida por resistencia, guerra civil y limpieza étnica. Así ocurrió en el pasado en numerosos países del Norte y es lo que en la actualidad está ocurriendo en numerosos países del Sur. Se trata, en esencia, de un problema moderno, generado por la difusión global del ideal moderno del 'gobierno por el pueblo', en el que 'pueblo' designa tanto el ethnos como el demos.
[4] Bishnu N. Mohapatra (2011). "Open Democracy; Introducing the Democracy Manifesto and a global conversation".
[5] Stiglitz, Joseph. (2003). Globalization and its Discontents, W. W. Norton & Cia., New York/London [trad. esp.: El malestar en la globalización, Taurus, Madrid 2004]. Stiglitz sostiene que la economía del desarrollo no tiene que ver con estadísticas, sino más bien con vidas y trabajos. Nunca debe olvidarse que las personas son la meta de las políticas que se diseñan. El éxito no debería definirse por la rapidez con la que los bancos internacionales pueden invertir, sino por cuánto pueden comer las personas y en qué medida mejoran sus vidas.
[6] Amin, Samir. (2001). "Imperialism and Globalisation"
[7] Amin, Samir. (2001). "Imperialism and Globalization". SAMIR AMIN es director de la Sección Africana (con sede en Dakar, Senegal) del Third World Forum, una oenegé internacional para la investigación y el debate. Es autor de numerosos libros y artículos, entre los que se cuenta Specters of Capitalism, Monthly Review Press, New York 1998 [trad. esp.: Los fantasmas del capitalismo, Áncora, Bogotá 1999].
[8] El origen de la Modernidad se retrotrae a la Ilustración. Los pensadores ilustrados fueron los primeros en someter a riguroso escrutinio la sociedad y las relaciones sociales. A estos pensadores les preocupaba la consecución del perfeccionamiento humano y social.
[9] Cf. Stiglitz, Joseph. (2003). Globalisation and its Discontents, 7-8.
[10] El sociólogo español Manuel Castells ha elaborado una de las más ambiciosas macroteorías de nuestra época, con la intención de explicar e interpretar el poder, la economía y la vida social en un mundo transformado por la globalización y la informatización.
[11] Castells, Manuel. (2010). The Rise of the Network Society. The Information Age: Economy, Society, and Culture, Wiley-Blackwell, Oxford [orig. esp.: La era de la información, vol. 1: La sociedad red, Alianza, Madrid 2005]
[12] Anttiroiko, Ari-Veikko. (2015). "Networks in Manuel Castells 'Theory of the network Society'", University of Tampere; puede consultarse en línea: Paper No. 65617, subido el 16 de julio de 2015.
[13] A medida que las economías mundiales caen, estamos siendo testigos de un aumento de la corrupción y las dictaduras, pero también de que los ricos viven como príncipes mientras todos los demás sufren. Las elites están expoliando todos los lugares buenos. Así, nada tiene de sorprendente el auge del fundamentalismo.
[14] Kellner, Douglas. "Theorizing Globalization".
[15] Kellner, Douglas. (1999b). "Globalization From Below? Toward a Radical Democratic Technopolitics":Angelaki 4:2: 101-113.
[16] Fukuyama, Francis. (1992). The End Of History and the Last Man, Free Press, New York [trad. esp.: El fin de la historia y el último hombre, Planeta, Barcelona 1992]. Para entender lo que Francis Fukuyama quiere decir cuando afirma que la historia ha llegado a su fin, antes hay que saber dos cosas sobre él. Primero, cuando afirma que la historia ha llegado a su fin, Fukuyama se refiere a la historia en sentido hegeliano o dialéctico, o sea, como choque de ideologías. Segundo, y bastante más importante, Fukuyama es un seguidor de Leo Strauss. Los straussianos piensan que la prosperidad material, por sí sola, tiene poco valor. Buscan convencernos de que las democracias de estilo occidental son capaces de generar la riqueza necesaria para satisfacer los anhelos materiales de los hombres, pero no pueden hacer nada para satisfacer el anhelo humano de cosas más profundas.
[17] Los teóricos de los 'sistemas-mundo' son quienes más se aproximan a este análisis. Arrighi and Silver (1999), Chaos and Governace in the Modern World System, Universiy of Minessota Press, Minneapolis [trad. esp.: Caos y orden en el sistema-mundo moderno, Akal, Madrid 2001] por ejemplo, consideran que el orden en el sistema mundial es establecido por 'potencias hegemónicas' (en el siglo XIX Gran Bretaña, ahora los Estados Unidos). Pero esta es, a mi juicio, una visión demasiado simplista. Los Estados Unidos son ahora, qué duda cabe, un hegemon militar. Sin embargo, su capacidad de imponer un orden mundial es bastante limitada.
[18] Chomsky, Noam. (1999). The New Military Humanism: Lessons from Kosovo, Pluto Press, London, 11.
[19] Mann, Michael. (2001). "Globalisation as Violence".
[20] Duffield, Mark. (2001). Global Governance and the New Wars, Zed Books, London, 34 [trad. esp.: Las nuevas guerras en el mundo global, Libros de la Catarata, Madrid 2004].
[21] Mann, Michael. (2001). en " Globalisation as Violence"
[22] Huntington, Samuel. (1996). The Clash of Civilizations and the Remaking of World Orders, Simon & Schuster, New York [trad. esp.: El choque de civilizaciones y la reconfiguración del orden mundial, Paidós Ibérica, Barcelona 1997].
[23] Alvaro, Sevilla-Buitrago (2015), "Capitalist Formations of Enclosure: Space and the Extinction of the Commons": Antipode 47/4, 999-1020 (doi: 10.1111/anti.12143). Este pensador entiende el cercamiento (enclosure) como uno de los "equivalentes territoriales universales" del capitalismo, una técnica polimorfa con variedad de expresiones en el tiempo, pero también con una lógica coherente que se sirve de la erosión espacial de los bienes comunes (commons) para subsumir espacios sociales autogestionados y no mercantilizados. En respuesta a la naturaleza siempre cambiante del uso social de tales bienes, distintos regímenes de cercamiento reconfiguran las morfologías de la privación y su articulación con otros aparatos estatales y mercantiles, con el fin de adaptarse a las mudables estrategias de acumulación de capital y reproducción social.
[24] Según Amartya Sen, la libertad es un elemento constitutivo del desarrollo, pero también un instrumento al servicio de este: las libertades instrumentales incluyen la libertad política, las prestaciones económicas, las oportunidades sociales, la transparencia y la seguridad, todas las cuales son diferentes entre sí, pero están interconectadas. Las "ausencias de libertad" (unfreedoms) son barreras que pueden existir en el ámbito económico, social o político de la sociedad. Así, la pobreza, la malnutrición, las deficientes condiciones de salubridad, la tiranía, la falta de oportunidades económicas, las privaciones sociales, los insuficientes servicios públicos, la intolerancia, la comunalización, el etnocentrismo, los aparatos estatales de represión, el ineficaz sistema educativo, la ausencia de atención sanitaria, la inseguridad y la corrupción. Al respecto, cf. Amartya Sen (1999), Development as Freedom, Oxford University Press, Oxford [trad. esp.: Desarrollo y libertad, Planeta, Barcelona 2000].
[25] Por ejemplo, aunque las potencias europeas están cediendo poderes a instituciones europeas cuasifederales, este modelo no se extiende a otros lugares. Por doquier, los gobiernos tienen los mismos ministerios en sus gabinetes, financian el mismo sistema de educación tripartito y crean los mismos bancos centrales, las mismas agencias reguladoras, los mismos parques nacionales. Aseguran que no hay fascismo, ni socialismo, ni monarquías poderosas, ni imperios confederales. Todos aseguran ser Estados-nación democráticos y todos persiguen el crecimiento económico capitalista, que es lo contrario de lo que desean los ciudadanos.
[26] Léanse crónicas de la reunión (de la Organización Mundial del Comercio, OMC) celebrada en diciembre de 1999 en Seattle, Estados Unidos. Tal como la relata un reportaje de abcnews.com titulado "Networked Protests" [Protestas en red]: heterogéneos grupos de la Red de Acción Directa, junto con diversos grupos ecologistas y de defensa de los derechos humanos, organizaron a través de internet concentraciones y protestas, logrando un alcance global que habría sido impensable tan solo cinco años antes. Ya en marzo, algunos activistas empezaron a valerse de los nuevos grupos y servidores de lista –cadenas de mensajes electrónicos que se usan como una suerte de chat a largo plazo– para organizar protestas y concentraciones. Además, aunque los organizadores exigían que los manifestantes se comprometieran a no actuar de manera violenta, había un ciberportal que instaba a los manifestantes anti-OMC a contribuir a colapsar los servidores de internet de la OMC, y otro grupo diseñó un ciberportal anti-OMC que imitaba el aspecto del oficial (véase el ciberportal RTMark: http://gatt.org/; este mismo grupo había creado una réplica del ciberportal de George W. Bush con material satírico, lo que le atrajo el odio de la campaña de Bush). Para unos relatos fascinantes de las concentraciones anti-OMC en Seattle y un agudo análisis de las cuestiones implicadas, cf. Paul Hawkens, "What Really Happened at the Battle of Seattle", enlace; y Naomi Klein, "Were the DC and Seattle Protests Unfocused, or Are Critics Missing the Point?".
[27] La visión que Foucault tiene del capitalismo y su racionalidad se basa en la comprensión del doble carácter de la libertad. Esto es central en la concepción foucaultiana de la racionalidad capitalista. La originalidad del análisis de Foucault radica en la concienciaa de que el capitalismo maneja a los individuos y a las poblaciones a través (primordialmente) de la libertad en vez de hacerlo a través (primordialmente) de la represión. La libertad es la condición que posibilita la correlación entre lo que Foucault denomina la acumulación de hombres y la acumulación de capital. A un orden político que acumula individuos y poblaciones de un cierto modo Foucault lo llama 'régimen de acumulación de hombres'. El pensador francés entiende el capitalismo como un sistema económico orientado a la acumulación de riqueza. Foucault denomina esto 'régimen de acumulación de capital'.
FECHAR
Comunique à redação erros de português, de informação ou técnicos encontrados nesta página:
La "paradoja de democracia y capitalismo" - Instituto Humanitas Unisinos - IHU