29 Junho 2017
“Nuestra única arma será la palabra”, repetía el número uno de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, Rodrigo Londoño. El presidente Santos destacó “el país que estamos comenzando a ser”. Los próximos desafíos del proceso de paz.
El reportaje es de Katalina Vásquez Guzmán, publicado por Página/12, 28-06-2017.
Dalila dormía en los brazos de su padre, el comandante del legendario Bloque Oriental de las FARC y este campamento guerrillero en El Meta, donde ayer se celebró la dejación total de armas de las FARC. 7132 fusiles y armas cortas fueron puestas en contenedores de Naciones Unidas en las 22 zonas de paz donde los hasta ayer guerrilleros se concentraron desde inicios de este año para volver a la vida civil y conformar, a cambio de cesar los disparos y varias reformas pactadas con gobierno, un partido político para aspirar al poder.
“La dejación de las armas es el símbolo del nuevo país que podemos ser y estamos comenzando a ser. Un país donde las oportunidades lleguen a todos los colombianos; en las ciudades, en los pueblos y en las veredas más remotas, allí donde el Estado no podía llegar por causa del conflicto armado”, dijo el presidente Juan Manuel Santos ante centenares de guerrilleros en un discurso cargado de emoción y agradecimiento a las FARC por cumplir su palabra empeñada en entregar sus armas individuales aún cuando varios aspectos del Acuerdo de Paz debería estar listos y el Estado no logra cumplir. Por ejemplo, la totalidad de las zonas veredales debieron entregarse construidas el 1 de diciembre pasado y esta, la de Mesetas, Meta, es apenas un pantano con carpas de plástico en cuyos caminos muchos se quedaron atascados, y otros como policías y reporteros se cayeron al piso embarrando sus cámaras y armas tras horas de lluvia.
Pese a las dificultades, nada impidió que Colombia celebrara el día más importante de su historia reciente: el fin de las FARC como grupo armado. Nuestra única arma será la palabra, repetía el número uno de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia Rodrigo Londoño, invitando a sus rebeldes a no llamarse más guerrilleros sino militantes de la esperanza.
Antes de subir a la tarima principal Carlos Antonio Lozada se abrazaba a su tropa cargando a su hija de cuatro meses. La pequeña es uno de los cientos de retoños de la paz que han nacido en los campamentos y Bogotá desde que se silenciaron los fusiles el año pasado como consecuencia del Acuerdo de Paz que llevó al fin de la guerra con las FARC y que ayer puso el total de sus armas individuales en manos de la ONU.
Carlos Antonio lloraba ante las cámaras de televisión que le mostraban en vivo por señal nacional cómo terminó la lucha armada del ejército rebelde más antiguo y poderoso de Colombia. Milena, madre de Dalila, también ex guerrillera lloraba sin ocultar su emoción mientras, iniciado el histórico acto, se proyectaba un video preparado por las FARC a manera de despedida de la vida alzada en armas. Caricaturas que pasaban del blanco y negro al color y que dibujaban corazones sobre los fusiles que cada guerrillero puso en manos de la Misión de Naciones Unidas en Colombia.
El Organismo internacional ha sido el encargado de verificar la dejación de armas y de recibirlas y almacenarlas; y continuará su mandato en el país ahora que se terminó la dejación y con ello el cese del fuego bilateral. Para anunciarlo, en la Zona Veredal De Buenavista, municipio de Mesetas, inició invitando al mundo a tomar como ejemplo este Proceso de Paz. En tarima se proyectaron imágenes en directo desde tres zonas veredales en Antioquia, Cesar y Mesetas, donde los militares internacionales explicaron y mostraron al mundo cómo recibieron y almacenaron las armas. Líderes religiosos y políticos sirvieron de testigos y echaron candado a los contenedores, que serán extraídos el 1 de agosto por ONU y luego irán a fundición para construir tres monumentos.
En el público, Marcela aplaudía con fuerza y brillo en los ojos. En diálogo con Página/12 aseguró que este es uno de los días más felices de vida, la guerrillera era parte de la temida columna móvil Teofilo Forero, y ahora quiere dedicarse a estudiar enfermería, pero pidió no dar su nombre real para evitarse problemas al integrarse a las comunidades externas, que festejaron el hecho de ayer en plazas públicas de Bogotá, Medellín y otras ciudades.
Ella y otros insurgentes se mostraron orgullosos de dar un paso a la democracia. “La guerra es muy fea; perdimos muchos amigos” dice la chica a lo que Ezequiel otro integrante de la Columna opina: “Las armas nos protegieron, se siente bien saber que se acaba la guerra pero también preocupación”.
Su máximo jefe alias Timochenko increpó en un extenso discurso repleto de esperanza al gobierno colombiano. Recordó que han sido varios ya los ex guerrilleros asesinados así como sus familias y fue enfático en señalar que el Estado no toma aún acciones contundentes para detener el homicidio de líderes sociales que defienden el Proceso de Paz.
Todo ello, sin embargo, no será una seña de que Colombia corra ahora la misma suerte que en época de la Unión Patriótica cuando todo un partido de ex guerrilleros fue asesinado. Para ello , dijo Londoño, se necesitará del pueblo colombiano y también la comunidad internacional.
Al pueblo dedicó el esfuerzo que realizan hoy al dejar las armas, y a los hijos de las FARC, uno de los cuales subió a escenario para ser presentado a Santos. Dalila, mientras tanto, dormía en el pecho de su madre que se percató de que las mariposas amarillas las sobrevolaban a ambas. La poética imagen de Cien Años de Soledad se hizo realidad ayer en el corazón de los Llanos Orientales colombianos, donde la historia del país tomó un giro sin vuelta atrás que las presentes y futuras generaciones de colombianos agradecen desde ya.
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Cuando las FARC dejaron de ser un grupo armado - Instituto Humanitas Unisinos - IHU