Por: Lara Ely | Tradução: Juan Hermida | 18 Agosto 2017
Está sin freno. Los altos índices de asesinato, la falta de control de la criminalidad por el estado y el impacto de la actuación de pandillas en la población hace de El Salvador una de las naciones más violentas del mundo. Según la Organización de las Naciones Unidas – ONU, fue el país en donde hubo más homicidios en 2015, seguido en la fila por vecinos de América Central y de África.
Pequeño en términos geográficos y con bajo crecimiento económico, la nación de 6 millones de habitantes registró una tasa de 103 homicidios para cada 100 mil personas. En el primer trimestre del año siguiente, fueron asesinadas más de 2 mil personas, 600 apenas en marzo (una tasa de 19 por día). Para efectos de comparación, en Brasil esa tasa fue de 29,1 en 2014, según el Atlas de la Violencia.
(Imagem: reprodução Observatório de Homicídios)
Aunque la violencia esté conectada históricamente a la guerra civil, especialistas identifican que el autoritarismo por parte del Estado está entre las causas de la situación. Todavía en campaña política, el presidente Salvador Sánchez Ceren, electo en 2014, criticó fuertemente el diálogo del gobierno con miembros de las pandillas. Cuando en el poder, aplicó estrategia de enfrentamiento que incluía abusos por parte de los policiales y el uso de las fuerzas armadas contra las pandillas. Pero el efecto fue contrario, y la violencia sigue aumentando.
La página web Acuerdos de Paz (iniciativa firmada en los años 1990 para cambiar esa realidad) apunta, como causas de este escenario, intolerancia, agresividad, exclusión política, desintegración familiar, emigración, surtos de violencia estudiantil, actuación de pandillas y narcotráfico y falta de políticas integrales.
Joaquín Samayoa, psicólogo especializado en administración escolar y educación, considera que la ausencia de los padres para cuidar de los hijos debido a las extensas jornadas de trabajo en el sector de comercio hace con que muchos niños queden solos en sus casas y no tengan la orientación adecuada. El gobierno, según él, no combate de forma debida.
“La violencia es causa y efecto de muchos fenómenos, algunos derivados indirectamente de la guerra, pero hay también factores socioeconómicos que son motivadores”, dice Samayoa.
Samayoa acrecienta que las universidades fallaron con los padres porque no hicieron estudios antropológicos serios y rigorosos sobre el fenómeno de la violencia y las pandillas, y los que hicieron fueron ineficientes. “El sistema escolar no está vuelto a la realidad,” concluyó.
Por causa de esta situación, muchas familias (incluyendo menores de edad) acaban dejando el país en dirección a México y a los Estados Unidos. La casi vecina Belice también es destino cierto de esas poblaciones, según publicación reciente de la ONU.
“En la década de 90, Belice acogió refugiados de las guerras civiles en América Central.
Actualmente, el país está recibiendo nuevos desplazados forzados, que huyen de la violencia del crimen organizado”, afirma el texto.
En la última década, los Acuerdos de Paz realizados entre gobierno y guerrilleros fueron responsables por ensayar tiempos mejores. Llegó a existir una tregua entre las pandillas entre 2012 y 2013. En la ocasión, políticos concedieron beneficios para os líderes presos en celdas de seguridad máxima a cambio de la disminución de las acciones de terror.
Ellos recibieron teléfonos celulares, Televisores de plasma y canales pagos, además del derecho de hacer fiestas dentro de la prisión. La acción tuvo efecto inmediato, los homicidios disminuyeron en la época, pero la tregua no se mantuvo. Desde 2015, las pandillas aumentaron su escalada de violencia contra el estado y contra la población.
Conocido por denunciar las violaciones de los derechos humanos en El Salvador en sus homilías dominicales y por apoyar a las víctimas de la violencia política durante años en el país, Oscar Romero fue un sacerdote y obispo católico salvadoreño que debe ser canonizado en los próximos años. El proceso está siendo estudiado por el Papa Francisco, que viaja al Perú y a Chile en enero de 2018 y tiene en el radar una posible visita al país.
Asesinado en 1980 por un miembro de los escuadrones de la muerte – activos en la época de la guerra civil salvadoreña, Romero murió en cuanto celebraba una misa en la capilla del Hospital de la Divina Providencia, en San Salvador.
En la homilía, el padre había reiterado su denuncia contra el gobierno, que actualizaba cotidianamente los mapas de campos minados enviando niños al frente, que quedaban dilacerados por las explosiones.
En el funeral presidido en los días siguientes por don Ernesto Corripio y Ahumada, entonces arzobispo de la Ciudad de México, el Ejército salvadoreño también abrió fuego contra los fieles, haciendo una nueva masacre.
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Como El Salvador se transformó en una de las naciones más violentas del mundo - Instituto Humanitas Unisinos - IHU