04 Setembro 2017
Detrás de ese pontificado revolucionario y carismático está la formación de la Compañía de Jesús.
El comentário es de Luis Felipe Gómez Restrepo, Jesuita, rector de la U. Javeriana - Cali, en artículo publicado por El Tiempo, 01-09-2017.
Jorge Mario Bergoglio entró el 11 de marzo de 1958 al noviciado de la Compañía de Jesús en Argentina, allí, como cualquier novicio, tuvo una inmersión completa durante dos años en la espiritualidad ignaciana, lo que podríamos llamar una formateada de su vida interior. Pues bien, ahora como papa Francisco se pueden identificar en él no pocos de los rasgos fundamentales del carisma de los jesuitas.
Si bien es importante señalar que hace más de 100 años no había un Papa proveniente de una orden religiosa, y ese solo hecho, de ser un miembro de una familia religiosa que vive en comunidad y comparte su carisma, marca necesariamente la forma de proceder.
De otra parte, desde sus épocas de obispo en Argentina, el papa Francisco es un hombre de sorpresas. Recordemos esa imagen del inicio de su pontificado. En efecto, el día de su elección, cuando salió a saludar a la multitud agolpada en la plaza de San Pedro en Roma y se esperaba su bendición, él le solicitó a la gente reunida allí que rezara pidiéndole a Dios que lo bendijera. Hermoso acto de sencillez y humildad personal, es ante todo saberse portador de una misión de Dios que lo sobrepasa.
Durante el ejercicio del pontificado por parte del papa Francisco podemos resaltar varios atributos: aceptarse como un pecador que ha sido llamado a seguir a Cristo; ser un convencido de que antes que aplicar la ley hay que hacer discernimiento con los elementos propios de cada caso; un ferviente amante de la misericordia de Dios; un firme convencido de que Dios está presente en todo lo creado y que sigue allí trabajando día y noche, que nos exige un cuidado de la ecología integral; un convencido de la esperanza que hay en el hombre; un lector de la realidad en clave de la encarnación; se empeña en hacer que la Iglesia sea una Iglesia en salida.
Hagamos un vuelo en cada uno de ellos, y observemos cómo el primer jesuita que llega a ser Papa en la historia de la Compañía de Jesús es un exponente eximio de lo que deseaba San Ignacio de Loyola de los hombres que asumían la vocación de ser jesuita.
¿Qué significa ser jesuita? Se preguntaba una Congregación General, que finalizó en 1975, a lo cual respondió: “Reconocer que uno es pecador y, sin embargo, llamado a ser compañero de Jesús…”. Ese profundo sentimiento de sentirse pecador llamado queda en evidencia en sus frecuentes visitas a la catedral de San Pedro en Roma, en donde ejerce como confesor, pero también confesándose. Las fotos que le han tomado hablan por sí solas.
Una labor fundamental de los papas es entregarles a los fieles y en general a la humanidad documentos que ayuden a iluminar la vida personal y en sociedad. Tres rasgos de él tienen que ver con aquellos que resultan fundamentales en la espiritualidad ignaciana.
La exhortación apostólica postsinodal Amoris laetitia tiene en su capítulo 8 su centro en el discernimiento, que es la herramienta fundamental de la espiritualidad que San Ignacio les dejó a los jesuitas. La ley y la aplicación de las normas no bastan para solucionar los casos pastorales en la Iglesia, es necesario discernir.
¿Qué es el discernimiento? “El discernimiento espiritual comprende la distinción de los movimientos del buen y del mal espíritu, así como el entender sus tácticas y estrategias. Aprender a distinguir estas mociones internas es como podremos intuir cuál es la voluntad de Dios. Las mociones son sugerencias e impulsos internos que incitan a que hagamos algo o dejemos de hacerlo”. (Bárcenas, 2016).
El discernimiento como actitud de vida es ponerse en manos de Dios en cada decisión importante de la existencia. Durante el noviciado que realizan todos los jesuitas se tiene un mes de ejercicios espirituales, que son una verdadera escuela de discernimiento; aprender a buscar y hallar la voluntad de Dios en su vida.
Decidir por Dios no siempre es fácil, pues vivimos un combate permanente. Esta angustia positiva está manifestada en una meditación que San Ignacio les propone a los ejercitantes: las dos banderas, donde está el proyecto de Dios y otro que lo aleja. Y en ese pulso, el cristiano debe tomar sus decisiones.
En esos mismos ejercicios espirituales de San Ignacio de Loyola, fundador de la Compañía de Jesús, hay una dinámica muy bonita en la cual se muestra el pecado personal y estructural en el que cada uno está inmerso, pero a su vez, hay una dinámica positiva que está centrada en la gracia de Dios, que con su misericordia infinita está llamando a todos los hombres y mujeres a cambiar para perdonarlos.
Pues bien, la única bula, Misericordiae vultus, El rostro de la misericordia, que ha expedido el papa Francisco es precisamente la de la convocatoria al año de la misericordia, confirmando que Dios es amor y amor redentor. Fue así como abrió las puertas santas de la catedral de San Pedro para significar esa apertura de la Iglesia, para que todos los fieles pudieran sentirse acogidos en su seno. De un paradigma de Iglesia condenadora pasa a un énfasis especial en una Iglesia que quiere que todos nos salvemos, que nadie se pierda.
La encíclica Laudato si’ (2015), que dirigió a toda la humanidad, no solo a los creyentes, es uno de los principales documentos sobre ecología integral. Allí, señala que la crisis es fundamentalmente socioambiental y hace un llamado a toda la humanidad. Pues bien, una de las últimas contemplaciones que hacen los jesuitas en sus ejercicios espirituales, la contemplación para alcanzar amor, que es la invitación a encontrar a Dios en todas las cosas, allí presente y trabajando, puede ser una de las fuentes de inspiración de este texto del papa Francisco.
Igualmente, la misión de la Compañía de Jesús se ha ido renovando con los años, y en las últimas congregaciones generales se ha hecho un énfasis especial en la reconciliación. Esta tiene varios niveles: tanto con Dios, con uno mismo, como con la naturaleza. Laudato si’ es un gran aporte en la toma de conciencia sobre la importancia del cuidado de la casa común.
El Papa asume una crítica de las relaciones entre justicia y medioambiente, mostrando las conexiones entre desigualdades socio-económicas y el deterioro ambiental. Y hace un llamado a trabajar por un nuevo tipo de relaciones entre los hombres y la naturaleza de manera que la vida en el mundo sea sostenible.
Desde su fundación, la Compañía de Jesús rompió con los paradigmas de las comunidades religiosas de su tiempo, al dejar el hábito, no tener coro y salir al encuentro de sus ministerios apostólicos. Surgió como una orden misionera que se lanzaba a diversas fronteras: geográficas, mandando jesuitas al extremo Oriente; culturales, optando por entrar en diálogo con el Renacimiento, y religiosas, frente a la Reforma de Lutero y Calvino. El Papa le ha pedido a la Iglesia ser Iglesia en salida; a los sacerdotes les ha pedido que huelan a oveja… Y frente a todo ello ha dado ejemplo personal. El papa Francisco decide no irse a vivir a los apartamentos privados en el Vaticano, sino quedarse en la casa donde se alojan los obispos; su decisión es estar cerca de la gente. Va más allá de su afabilidad, por ejemplo, su decisión de ir un Jueves Santo a lavarles los pies a los presos, entre ellos una mujer o un musulmán.
Es su afán de no estar encerrado, sino accesible a todos. También ha hablado de la Iglesia como un hospital en un campo de batalla que debe atender las heridas.
Esta Iglesia en salida es muy propia de los jesuitas, que tienen en los ejercicios espirituales una clave de vivencia de la fe: la encarnación. En este sentido es ver en el dolor y en la necesidad de los seres humanos la presencia de Cristo sufriente en cruz, y se les pide a los jesuitas ganar en conocimiento interno del Señor, para amarle y seguirle más. Por ello, el papa Francisco, en una de sus primeras salidas de Roma, se fue adonde los inmigrantes, desplazados y refugiados. Visitó Lampedusa y criticó a la globalización de la indiferencia. Allí, donde está una persona sufriendo está Cristo. Lo mismo ocurrió cuando visitó Lesbos, punto de llegada de muchos inmigrantes sirios, donde criticó fuertemente los campos de refugiados diciendo que parecían más unos campos de concentración.
Una característica muy fuerte de la teología del papa Francisco es una visión antropológica muy optimista, el hombre es capaz de hacer el bien, y hace un énfasis en que el cristiano debe ser una persona alegre. Es su confianza en el ser humano que abre una visión de esperanza sobre el mundo. Esta confianza en el hombre es un elemento clave del proceso de los ejercicios espirituales, donde el ejercitante se identifica con Cristo y debe poner su amor más en obras que en palabras. En la exhortación apostólica Evangelii gaudium, El gozo del evangelio, manifiesta: “Todo ser humano es objeto de la ternura infinita del Señor”, por ser imagen de Dios.
El joven Bergoglio que ingresó y se formó en la Compañía de Jesús es el mismo papa Francisco, y lleva en lo profundo de su espiritualidad varios rasgos propios, aunque no exclusivos, de la espiritualidad ignaciana, que afloran en la manera como él ejerce su responsabilidad en la Iglesia.
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Bergoglio, los gestos y valores de un papa jesuita - Instituto Humanitas Unisinos - IHU