26 Julho 2017
Cada vez que la oposición en Venezuela se pronuncia sobre cualquier evento que ella cataloga como inaceptable es casi sintomático que la Conferencia Episcopal Venezolana (CEV) se pronuncia a favor.
El artículo es de Numa Molina, sj., periodista y teólogo, publicado por Religión Digital, 25-07-2017.
- Venezuela vive actualmente la más feroz guerra mediática que haya podido experimentar en los últimos 18 años de Bolivarianismo del siglo XXI. Todo comenzó a endurecerse con la aprobación de una nueva Constitución en 1999 producto de un proceso capilar de consulta, construcción y aprobación colectiva del pueblo.
Nuestra Constitución fue atacada por una minoría que hoy la cita para argumentar, no obstante el pueblo no ha perdido la memoria de aquel visceral rechazo a la Carta Magna. Coincidió su aprobación con unas torrenciales lluvias de diciembre en la zona central del país, y con ellas el deslave de magnitudes incalculables que dejó un número de víctimas hasta ahora desconocido en Caracas y el estado Vargas. Aquella coincidencia bastó para que el entonces Cardenal de Caracas llegara a afirmar que era un castigo de Dios: poderarse de sus recursos naturales, esos son los intereses que se esconden detrás de esta brutal injerencia internacional contra Venezuela, los mismos que alimentaron invasiones por parte de los Estados Unidos a otros países como Libia, Siria e Irak. Para ello es necesario destruir el Estado-Nación generando caos. No olvidemos que con la nueva Constitución de 1999 va implícita una premisa que resulta intolerable para los países hegemónicos: emancipación, independencia y administración de los recursos naturales por el propio Estado venezolano y no por empresas trasnacionales.
La primera etapa de la guerra mediática es la demonización, ésta persigue posicionar una opinión pública mundial negativa. Cualquier acontecimiento de la vida del país que se quiere afectar es válido para crear gigantes burbujas de falsedad que ocupen los principales titulares en los medios. Esta operación se lleva a cabo mediante la avanzada de las trasnacionales de la información y el empleo de personajes conocidos en el mundo político que colaboren con el intervencionismo, estos últimos se convierten en reforzadores de la opinión pública. También juegan un papel fundamental los sujetos y grupos endógenos, es decir quienes viven en el país y se prestan para tales fines, los cipayos. Según el Papa Francisco "El cipayo es aquel que vende la patria a la potencia extranjera que le pueda dar más beneficio"
Esa es una clase social tan antigua que ya en tiempos de Jesús encontramos una cúpula político-religiosa en Jerusalén que se coqueteaba y se vendía con el poder romano en contra del pueblo con tal de mantener sus privilegios. El día que apresaron a Jesús, Herodes que no se hablaba con Pilato hizo las pases a costa de su víctima: "Aquel día Herodes y Pilato que hasta entonces habían estado enemistados, establecieron buenas relaciones" (Lc. 23,12).
La demonización en este caso es un modo sofisticado para crear el desprestigio internacional de un gobierno o de un pueblo y así declarar la ingobernabilidad o estado fallido. Un ejemplo es la matriz difundida, y ya casi aceptada a nivel mundial como verdad, de que en Venezuela hay una dictadura. Extraña dictadura donde los opositores al gobierno legítimamente constituido, hasta atacan bases militares con instalaciones educativas dentro repletas de niños y el ejército no se activa como legalmente le corresponde. En cualquier país del mundo los militares reaccionan a estas agresiones con su armamento reglamentario. Extraña dictadura por estas y muchas otras razones de peso por las que muchos de los que aquí vivimos, más bien creemos que hay demasiada tolerancia de parte del gobierno, pero a nivel internacional han logrado establecer la matriz de que este gobierno electo democráticamente es una dictadura. En diciembre de 2014 aquí hubo elecciones del poder legislativo en las que ganó la mayoría de los escaños la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) que conforma el bloque opositor al gobierno. Ese Poder, el Legislativo, desde hace año y medio fue declarado en desacato por el Tribunal Supremo de Justicia. No obstante, sus elecciones fueron validadas en el contexto de este sistema democrático que ahora presentan ante el mundo como dictadura. Hoy la mayoría de diputados de la Asamblea Nacional que es unicameral, desconoce a ese mismo Poder Electoral que en 2015 los declaró diputados, sólo porque este año convocó legítimamente a una Asamblea Nacional Constituyente que ellos no aceptan.
En el exterior se habla de cómo el régimen de Maduro está atropellando al pueblo. La verdad es que aquí hay una Guardia Nacional que el gobierno envió a las calles sin armas, solo con escudos y bombas lacrimógenas a detener la violencia generada por grupos armados y con unos niveles de agresión irracionales e inauditos. La agresión la ha sufrido el pueblo sencillo. Ya pasan de 21 las personas a quienes han incendiado vivas solo porque sospechan que son afectos al gobierno y más de cien asesinatos. Cómo olvidar el caso emblemático del joven Orlando Figuera de 21 años a quien solo porque llevaba una franela roja, color que identifica a los chavistas, fue motivo para que lo quemaran y lo apuñalearan.
Testimonios como este tenemos muchos, el venezolano de a pie ya está harto de la violencia desatada y de los más de cien muertos generados por un inusual modo de hacer oposición política que ha llevado a los más oprobiosos crímenes de odio. Cómo puedo callar ante semejante violación de los más elementales derechos humanos.
Tampoco puedo evitar el dolor y la tristeza por mi Iglesia Católica, llamada desde el Evangelio de Jesucristo y desde todo su magisterio a ser promotora incansable de la paz en el mundo. La Iglesia por mandato del Concilio Vaticano II está llamada a ser sacramento es decir signo de Cristo para la humanidad y el primer signo de Cristo Resucitado es la Paz. Es ya muy largo de mencionar cada episodio y cada documento que en estos últimos años ha emitido la Conferencia Episcopal Venezolana en los que se parcializa abiertamente con el mismo discurso y parecer de los partidos opositores que están conformados en la Mesa de la Unidad Democrática (MUD).
Uno de ellos generó gran malestar. Este año cuando el país, católico en su mayoría, se preparaba para celebrar la Semana Santa en medio de un clima de violencia acelerada, los obispos emitieron un documento extraordinario en el que invitaban a la desobediencia civil: "Es hora de preguntarse muy seria y responsablemente si no son válidas y oportunas, por ejemplo, la desobediencia civil, las manifestaciones pacíficas, los justos reclamos a los poderes públicos nacionales y/o internacionales y las protestas cívicas" (N° 6).
Y todos los venezolanos sabemos lo que significan las "manifestaciones pacíficas" en Venezuela. Un de ellas hasta llegó a dar un golpe de estado y dejó el país sin Constitución el 11 de abril de 2002.
La Iglesia no tiene que plegarse a ningún partido político pero si tiene como deber participar de la más sana política. El Papa Francisco señaló el 16 de septiembre de 2016 que "un buen católico debe entrometerse en la política" y agrega "la política - dice la Doctrina Social de la Iglesia - es una de las formas más elevadas de la caridad, porque sirve al bien común. No puedo lavarme las manos, ¿eh? ¡Todos tenemos que dar algo!"
En Venezuela, un país donde las inmensas mayorías nunca habían tenido derecho a una vivienda digna hoy ya se han entregado un millón setecientas mil viviendas a los pobres. La salud que no era una prioridad hoy los consultorios barriales cubren el cien por ciento, las personas de la tercera edad en 40 años de democracia solo 250 mil recibían el 20% de salario mínimo como pensión de vejez, hoy hay tres millones doscientos mil pensionados con salario mínimo y bonificación de fin de año. La educación universitaria era un viacrucis para quien se graduaba de bachiller, hoy ningún joven venezolano deja de estudiar por falta de cupo universitario. Sólo quería mencionar estas políticas entre muchas otras y preguntarle a mis hermanos obispos y sacerdotes venezolanos si esta no es la política como la forma más elevada de la caridad que nos mencionó el Papa Francisco. ¿Cómo es posible que no solo hayan sido atacados estos programas por la jerarquía eclesial sino además invisibilizados?
Cada vez que la oposición en Venezuela se pronuncia sobre cualquier evento que ella cataloga como inaceptable es casi sintomático que la Conferencia Episcopal Venezolana (CEV) se pronuncia a favor. Pero guarda silencio complaciente frente las violaciones más perversas de los derechos humanos como quemar viva a una persona, la destrucción de instituciones públicas que sirven al pueblo, el asedio y el intento de destrucción con fuego de hospitales materno infantiles ocurridos en los últimos tres meses y muchas otras calamidades que bien pueden ser catalogadas como crímenes de lesa humanidad.
Los venezolanos aun no conocemos un documento exclusivo de la CEV dedicado a repudiar el clima de violencia generado en abril de 2013 que dejó once personas fallecidas. O los 43 muertos y más de 800 heridos, hoy muchos de ellos discapacitados, producto de una convocatoria a manifestaciones "pacíficas" hecha por la oposición venezolana en febrero del 2014 y que se prolongó hasta junio del mismo año. Se trata de los derechos humanos de las víctimas ¿cómo pueden ponerse a favor de los victimarios? No hay un solo documento profético de los pastores donde levanten la voz por sus ovejas. El lobo viene y las arrebata y ellos guardan silencio ¿son pastores por amor al pueblo o por el estatus social que otorga una jerarquía? (Lc 10, 12-13). Soy de los que cree que no todos los obispos suscriben los documentos de la CEV y quiero pensar que una gran mayoría se abstiene, pues me resta aun la fe de que el Espíritu Santo sigue presente en el seno del colegio episcopal venezolano. Pero por esa minoría ¿probablemente? que lleva la vocería, la institución eclesial ha comenzado su declive lento y deja de ser un referente para muchos católicos venezolanos. Ello se traduce en migración de feligreses que se quedan en su casa viviendo un catolicismo sin pertenencia o migran hacia otras confesiones buscando llenar el vacío que dejó en ellos la participación en los sacramentos.
El pasado 16 de julio acontecieron dos eventos político-partidistas al mismo tiempo. Un plebiscito convocado por la oposición y un ensayo electoral convocado por el Consejo Nacional Electoral para las elecciones de la Asamblea Nacional Constituyente, que se llevará a cabo el próximo 30 de julio y que es claramente constitucional. La institución eclesial, como era de esperarse no solo se plegó a la convocatoria de la oposición sino que una gran mayoría de parroquias cedieron sus instalaciones para esa jornada. No deben ser utilizados los espacios donde se reúne la comunidad cristiana para fines partidistas de ninguna corriente política. La parroquia debe ser terreno de encuentro de los hermanos para celebrar la fe de unos y otros. Aquel día del plebiscito muchos de los obispos, sacerdotes y religiosas acudieron para votar y hacerse notar además con una fotografía en las redes sociales. Pero de las multitudes de chavistas o independientes que se volcaron a las calles para el ensayo electoral, manifestando que lo hacían como medida de protesta contra la violencia y a favor de la paz, no dijeron nada, guardaron silencio sumándose así al muro mediático del que estamos siendo víctima como nación.
El fin de la iglesia es ser instrumento para la construcción de una sociedad más fraterna, justa y solidaria, eso es el Reino de Dios. Pero al Reino de Dios dirá el teólogo Jose A. Pagola "no le abriremos camino lanzando excomuniones sobre otros grupos, partidos o ideologías, ni condenando todo lo que no coincide con nuestro pensamiento. No lo implantaremos en la sociedad concentrando grandes masas o logrando el aplauso pasajero de las muchedumbres" Menos aún lograremos ser semilla de Reino escandalizando a los pequeños, predicándonos a nosotros mismos y hasta sacrificando la verdad que nos hace libres, en vez de llevar a las multitudes el mensaje de la misericordia y la reconciliación. Sólo encontrándonos alcanzaremos la paz. En este tiempo de polarizaciones ideológicas que vive Venezuela, flaco servicio hacemos las confesiones cristianas del país prestando nuestros rezos, nuestros templos y nuestras imágenes para bendecir violencia y generar división entre nuestro pueblo al que nos debemos como hacedores de paz.
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Venezuela. Ante los muros mediáticos. "Dolor y tristeza por mi Iglesia católica" - Instituto Humanitas Unisinos - IHU