25 Agosto 2017
"El sociólogo polaco Zygmunt Bauman creó una metáfora poderosa al describir las sociedades actuales como “líquidas”. Pero en América Latina, todavía en el siglo 21, seguimos viviendo en países, en ciudades, en sociedades que tienen aún mucho de “sólidas” y donde sólo aparecen rasgos y zonas de “liquidez”. La realidad nos dice que vivimos en sociedades 'viscosas'."
El comentário es de Eduardo Gudynas, Centro Latinoamericano de Teología Social (CLAES) en montevideo, publicado por Revista Envío, 24-08-2017.
Las referencias a una “modernidad líquida” se repitieron en toda América Latina tras el fallecimiento el 9 de enero de Zygmunt Bauman. Y por momentos parecía que nuestro continente era uno de los mejores ejemplos de la fluidez moderna postulada por el sociólogo polaco. Sin duda, es bienvenido que se difunda y celebre su obra, pero también es importante no caer en el simplismo de trasplantar esas ideas. Es necesario insistir en un pensamiento propio que no copie a Bauman, pero sí dialogue con Bauman. Y si así lo hacemos, sospecho que coincidiríamos en que la modernidad sudamericana actual es viscosa.
La metáfora de la “modernidad liquida”, título del libro que Bauman publicó el año 2000 se volvió muy popular y se expandió a otros temas: “amor líquido”, “vida líquida”, “miedo líquido”, títulos de sus siguientes libros, publicados en 2005, 2006 y 2007.
En la obra de Bauman, tanto en sus conceptos como en sus metáforas, hay una infinidad de ideas provocativas. Aun así, siempre hay que tener presente que su obra responde a la coyuntura de los países industrializados, en particular los europeos.
En su juventud, Zygmunt Bauman, nacido en 1925, trabajó en la agencia militar de seguridad interna. Después ingresó y fue docente en la Universidad de Varsovia. Sufrió persecución por su ascendencia judía y abandonó Polonia para vivir en Israel y luego en Inglaterra. Desde entonces se desempeñó como profesor en la Universidad de Leeds.
Las circunstancias de la experiencia de vida de Bauman son muy distintas a las que conocemos en América Latina. Reconociendo esa particularidad, de la obra de Bauman, como en la de otros intelectuales, se pueden tomar imágenes o ideas para hurgar en nuestras propias circunstancias.
Bauman describe la modernidad que observa como “líquida”, en contraposición a una fase anterior que sería “sólida”. La “sólida” descansaba en certezas. En ella se mantenían un orden y la certidumbre, se contaba con códigos morales y la sociedad se aferraba a metas civilizatorias. En cambio, desde el contexto de fines del siglo 20, y en desde el Norte, Bauman anuncia que la modernidad se ha vuelto fluida, con una prevalencia de la incertidumbre y el relativismo moral y con el descreimiento en los grandes sueños civilizatorios, privilegiando un cierto hedonismo. Bauman describe así los tiempos de la privatización, de la desregulación y del despliegue de la globalización.
Si uno se atiene a muchos de los textos sobre Bauman que circularon tras su fallecimiento, parecería que América Latina también está viviendo dentro de esa modernidad “líquida”.
Es necesario pensar esto con más detenimiento. Sin duda, observamos varios elementos de esa condición líquida: el individualismo y el relativismo. Pero en nuestro continente siguen muy presentes unos cuantos atributos de la modernidad sólida. Consideremos un único aspecto como ejemplo. En su libro sobre este tema, en el capítulo sobre espacio / tiempo, Bauman afirma que la modernidad pasada, la sólida, “fue la época de la conquista territorial”, y agrega que la “riqueza y el poder se arraigaban firmemente en la tierra, que eran macizos enormes e inamovibles como los yacimientos de hierro y las minas de carbón”. ¿No es esta una imagen que nos es muy familiar hoy en América Latina? Nuestros políticos ¿no continúan insistiendo en que la riqueza nacional está en los minerales o el petróleo que esconde el subsuelo o en la fertilidad de las tierras?
La conquista de los territorios y la obsesión por demostrar el poder estatal imponiéndolo sigue muy presente entre nosotros. La nueva frontera de la conquista está en la imposición de los extractivismos minero, petrolero y agrícola, en especial avanzando sobre los bosques tropicales o sobre los Andes. También está en marcha una nueva conquista de territorios que se mantenían por fuera del capitalismo extractivista, como son las tierras indígenas y campesinas. Esto ha desencadenado enormes conflictos locales, en todo el continente, también en México y Centroamérica.
El Estado o las empresas siguen imponiéndose sobre las comunidades locales, especialmente las campesinas y las indígenas. En los últimos meses de su gobierno, en Ecuador y desde el progresismo, el gobierno de Rafael Correa impuso la minería de cobre en las tierras amazónicas de los indígenas shuar. Y en Argentina, desde el conservadurismo, la administración de Mauricio Macri reprime y desaloja a los indígenas mapuches que se resisten a la expansión ganadera en Chubut, sus tierras en la Patagonia. Situaciones similares se repiten en otros países.
Y es que en América Latina, aun en el siglo 21, seguimos viviendo bajo una dinámica de conquista territorial y de conquista de las riquezas que se encuentran en yacimientos mineros o petroleros o en los suelos agrícolas.
Bauman da otro paso más en su teoría al decir que todo aquel territorio que se extendía en los sitios más distantes “era considerado tierra de nadie, espacio vacío, y el espacio vacío era un estímulo para la acción y un reproche para los ociosos”. Aunque al escribir así describe un cuadro propio del siglo 19, hay que preguntarse nuevamente si situaciones como esa que describe no persisten en estos inicios del siglo 21 latinoamericano.
No podemos olvidar a Alan García, un presidente peruano, quien afirmaba que la selva amazónica estaba casi vacía y que los pocos que la habitaban serían haraganes… comparándolos con los “perros del hortelano”. Tampoco podemos olvidar al actual gobierno boliviano, que ignora o minimiza los efectos de la ampliación petrolera sobre áreas naturales, tierras indígenas y de pueblos no contactados.
Todo esto indica que nuestra modernidad es más sólida de lo que se cree. Lo que nos rodea en América Latina parece ser más bien una mezcla de componentes que, según la terminología de Bauman, serían sólidos y líquidos. Vivimos dentro de una modernidad viscosa.
El continente sigue descansando en estrategias de desarrollo ancladas en la tierra, tanto si se trata de gobiernos conservadores como de gobiernos progresistas. Existe una cultura, con sus creencias, imágenes, mitos y narrativas, que asume estar inmersa en una enorme riqueza ecológica que puede, y debe, ser aprovechada intensamente, y que entiende que cualquier obstáculo contra ese propósito expresa pensamientos retrógrados y peligrosos que pueden ser justificadamente combatidos o anulados.
Aunque, salvo excepciones, no tuvo lugar en América Latina una masiva industrialización que se expresara en un fordismo vigoroso, lo que es otro de los atributos de la modernidad sólida, en muchos países, el papel del Estado sigue cargando con vicios heredados desde el siglo 19, con una dinámica política acartonada, repleta de caudillos y con una sociedad que tolera el autoritarismo.
A pesar de la “solidez”, también se expresan en América Latina los componentes de una modernidad fluida, aceptando el individualismo y el relativismo y un hedonismo amarrado al consumismo y a aperturas a una pluralidad moral. Hay también grupos sociales que disfrutan de la hiper-conectividad y de las estéticas globalizadas.
Todo los componentes sólidos y los líquidos están mezclados, entreverados, incluso generando expresiones propias que no se repiten en ningún otro lugar del planeta. Eso explica la viscosidad de nuestras modernidades criollas.
Es importante advertir que esta condición heterogénea no se debe a que estemos en tránsito de una modernidad sólida, como etapa pasada, evolucionando hacia modernidad más líquida. No nos encontramos ante una evolución lineal.
La modernidad latinoamericana se organiza y reproduce de otra manera. Es nuestro propio entrevero entre fenómenos sólidos -como los relatos de un maravilloso progreso, la necesaria conquista de la Naturaleza y una rigidez en la moralidad pública - y las dinámicas líquidas como el individualismo, el relativismo moral privado, el reemplazo del ser ciudadano como el ser consumidor, la desprotección y la inseguridad y, por supuesto, la globalización, lo que nos caraceriza.
Sin duda, los elementos centrales de la modernidad, la búsqueda del progreso y el dualismo Sociedad-Naturaleza, permanecen, pero en la versión latinoamericana se organizan de manera distinta a la que describe Bauman y el resultado es la mezcla de los componentes, la viscosidad.
Además, la viscosidad de nuestra modernidad no es homogénea en el continente y ni siquiera es homogénea dentro de cada país. No es la misma la modernidad que, pongamos por caso, se celebra en los barrios de clase alta de la ciudad de São Paulo, que la que se vive en las comunidades del sur de México.
Una particularidad de las modernidades viscosas latinoamericanas es que están inmersas en una violencia de muy variadas formas.
En este asunto, los abordajes de Bauman son diferentes. Y aunque él incursiona en cuestiones como la maldad y el Holocausto, tal vez sean más conocidas sus proposiciones sobre el Unsicherheit, un término alemán que integra las ideas de incertidumbre, inseguridad y desprotección. Esa cuestión la explora en su libro “En busca de la política” (2001), una obra conceptualmente más densa y con menos metáforas y, por ello, mucho más provocativa.
La violencia latinoamericana alcanza niveles de tragedia en algunos países, por ejemplo en México. Algo similar se repite en todas nuestras naciones. La criminalidad urbana resulta escandalosa en ciudades centroamericanas y también lo es en Venezuela y en Brasil.
Estas violencias van mucho más allá de los robos urbanos, de policías de gatillo fácil o de guerras entre bandas de narcotraficantes. Penetra en todos los ámbitos de la cotidianidad y en todos los rincones del territorio.
Las mismas estrategias de desarrollo, y en especial los extractivismos, se imponen empleando violencia. Unas veces es una violencia sutil: forzar la aprobación de ciertos proyectos económicos. También puede ser una violencia muy directa, como la ola de asesinatos de líderes sociales locales.
El reciente reporte de Global Witness indica que Honduras es el país más peligroso del mundo para los activistas ambientales y más de 120 personas han sido asesinadas allí por hacer resistencia a corporaciones mineras, represas hidroeléctricas o compañías madereras que deforestan los bosques. o a la deforestación.
Esta proliferación de la violencia, su persistencia por tan largo tiempo y su diversificación, son aspectos de una pesada solidez, que sin duda contiene la incertidumbre, la inseguridad y la desprotección que preocupan a Bauman, pero que también trascienden por todos lados estos tres aspectos que él adjudica a la violencia.
Es por este tipo de razones que la obra de Zygmunt Bauman no puede ser trasplantada a América Latina, como si todo el continente siguiera, o debiera copiar, el mismo sendero histórico que los países del Norte. A pesar de esto, sus escritos ofrecen provocaciones conceptuales y desafiantes imágenes muy útiles para reflexionar sobre nuestra realidad.
Este ir y regresar, leyendo a Bauman para retornar a nuestras circunstancias, es posiblemente el mejor homenaje a la obra de este sociólogo. La novedad no está en repetir ni copiar, afirmando con ligereza que América Latina está dentro de algunas de las imágenes líquidas de Bauman. La novedad es aprovechar esa imagen para promover nuestros propios análisis. Se pueden usar algunas de sus ideas, cambiando unas o desechando otras, creando nuevas síntesis. Y es ahí en donde reside el interés en Bauman.
Todo esto permite argumentar que nuestro continente está inmerso en unas modernidades viscosas, donde se mezcla lo viejo y lo nuevo. Pero más allá de cuál sea la imagen que utilicemos queda claro que la modernidad sigue delimitando la vida social latinoamericana.
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¿Somos líquidos...o más bien viscosos? - Instituto Humanitas Unisinos - IHU