19 Setembro 2017
Que nadie quede atrás. Ese podría ser el título del último panorama social de América Latina publicado por la CEPAL, escribe Alicia Aleman Arrastio, en artículo publicado por CPAL Social, 18-09-2017.
Este año el documento entero está dedicado al tema estrella de la CEPAL desde 2010: la desigualdad. El documento consta de casi 300 páginas y 5 capítulos, destinadas a la desigualdad como reto, al gasto social, a la matriz de la desigualdad y a las poblaciones afro-descendientes. Desde su inicio, se apuesta por adoptar un enfoque multidimensional de la igualdad y por considerar a la desigualdad social como un desafío de primer orden y un obstáculo para el desarrollo sostenible. El resultado: un informe a la manera de una obra de patchwork con algunos hallazgos significativos, una mezcla algo estridente de temas y alguna puntada metodológica innovadora.
La desigualdad en la distribución del ingreso se ha mantenido igual en el 2015 que en el 2014, dentro de una tendencia a la disminución de la desigualdad que marca el periodo 2008-2015. Esto se evidencia a través del incremento relativo de los ingresos del quintil inferior con respecto al quintil superior, tanto en lo que respecta a ingresos laborales como jubilaciones y transferencias. El indicador que se utiliza para evidenciar esta disminución es el Coeficiente de Gini, que se mantiene en un 0,469, después de haber caído un 1,5% de media en el periodo 2008-2012 y un 0,6% entre 2012 y 2015. Por supuesto, los ingresos de las mujeres son menores que los de los hombres: perciben un 83,9% del salario que perciben los hombres y solo 1 de cada 2 mujeres en edad de trabajar tiene un empleo o lo busca. Por otro lado, las mujeres dependen más de las transferencias del Estado: para ellas, las transferencias suponen un 16,8% de sus ingresos cuando para los hombres éstas suponen menos del 10%.
A pesar de sus múltiples debilidades, el PIB es una fuente de información muy valiosa para medir la desigualdad. En concreto, el análisis de la participación de los ingresos laborales en el PIB proporciona una información valiosa sobre la dinámica de los ingresos del trabajo y del capital. Fue en los 60 y a principios de los 70 cuando se llegó a la mayor participación del salario en el PIB, con un leve repunte en los 90, sobre todo en Brasil y Argentina. Sin embargo, se detecta un primer hallazgo significativo: si bien en casi todos los países desciende el Coeficiente de Gini, solo en 5 países aumenta la participación de los salarios en el PIB (Brasil, Honduras, Perú, Uruguay y Venezuela). Esto quiere decir que las mejoras logradas no estuvieron fundamentalmente asociadas a un reparto más equitativo de las retribuciones al capital y al trabajo.
Si se mira a la desigualdad ya no desde los ingresos, sino desde los activos físicos y financieros, el panorama latinoamericano desvela una realidad aún más desigual, con coeficientes de Gini que llegan al 0,93 cuando se miden los activos físicos de las empresas mexicanas o el 0,79 de los activos totales de las familias del mismo país. La CEPAL admite que “la concentración de la propiedad es aún más intensa en lo referente a los activos financieros y sigue concentrándose” (p.13).
En 2015, el gasto público social del gobierno central y del sector público alcanzó como promedio simple un 10,5% y un 14,5% del PIB, 20 puntos porcentuales menos que la UE y casi 10 menos que los EEUU. El promedio per cápita ha experimentado incrementos de casi el 50% con respecto al valor del año 2000 y de casi un 10% en relación con el 2010. Entre los años 2015 y 2017, los gobiernos centrales han mostrado un comportamiento cauteloso, ejecutando un 10,2% en 2015 y presupuestando un 11%, un 10,7% y un 10,4 % en 2015, 2016 y 2017. Este desfase revela la existencia de problemas de ejecución del presupuesto, de alrededor del 10% en promedio en materia de protección social. La CEPAL se muestra preocupada por la medición de la eficiencia de estas políticas de gasto social y por avanzar en el análisis de los factores que explican este desfase entre compromisos y ejecuciones presupuestarias.
La CEPAL adopta la perspectiva del ciclo de vida para estudiar la desigualdad social y su encadenamiento en cada etapa de la trayectoria de vida de las personas, prestando una atención especial a las poblaciones indígenas. Los datos de mortalidad infantil según condición étnica muestran brechas notorias entre la población indígena y no indígena en países como Panamá o Bolivia. Lo mismo con el acceso a la enseñanza preescolar, que es peor en las zonas rurales. Destacan los datos positivos de finalización de la secundaria, que ha aumentado entre 2002 y 2014, tanto en hombres como en mujeres (de un 18,7% a un 38,4% en el caso de los hombres y de un 20,4% a un 42,2% en el caso de las mujeres). Sin embargo, las mujeres jóvenes lo siguen teniendo más difícil en su trayectoria de vida, ya que asumen una gran parte de las labores de cuidado de la infancia, de los adultos mayores y de la discapacidad. Adicionalmente, la región pasa por un periodo de profunda transformación demográfica caracterizada por el sostenido envejecimiento de la población, lo que tiene serias implicaciones a la hora de construir una institucionalidad apropiada que ayude a que “nadie se quede atrás”.
Foto: Galo Naranjo | Flickr CC
El tiempo es político. La CEPAL sostiene que la economía tradicional no contabiliza lo que sostiene la vida. En la Estrategia de Montevideo de 2016 se le otorgó la importancia al tiempo y a las encuestas del uso del tiempo. Sin embargo, la CEPAL reconoce que aún existe una gran heterogeneidad de metodologías para capturar el uso del tiempo, lo que dificulta la comparación y la elaboración de políticas. En cualquier caso, es notorio que las mujeres latinoamericanas dedican entre 1/5 y 1/3 de su tiempo a los cuidados, mientras que los hombres dedican alrededor del 10% de su tiempo. El informe presta especial atención al uso del tiempo por parte de los niños y de las niñas, al igual que visibiliza la situación de las mujeres latinoamericanas mayores de 65 dedicadas al cuidado. Insiste en la realidad de todas las mujeres que llevan toda su vida cubriendo las necesidades de las demás personas y están desprovistas de jubilación. Finalmente, se estima que la economía de los cuidados representa entre el 15,2% y el 24,2% del PIB, aunque no esté recogida en la economía de las cuentas naciones.
Por último, el informe atiende en un capítulo específico a la población afro-descendiente en América Latina. Se estima que dicha población ascendió a 130 millones en 2015, con concentraciones considerables de población en Brasil, Cuba, Colombia, Costa Rica, Costa Rica, Ecuador y Panamá, fundamentalmente en núcleos urbanos, excepto en Honduras. La visibilización de la realidad de esta población ha sido fruto de las resistencias y luchas de estas poblaciones que llevan arrastrando una situación de desigualdad estructural y una trayectoria de invisibilización desde tiempos de la colonia. Tanto en materia de ingresos como de mortalidad infantil y de embarazo adolescente esta población muestra peores indicadores, a pesar de las mejoras en la escolaridad, especialmente de las mujeres afro. En la actualidad, un problema fundamental que enfrentan es la brecha existente entre los marcos legales y la implementación efectiva de políticas, al igual que la transición demográfica.
El panorama social que presenta la CEPAL para el año 2016 muestra claramente que la desigualdad se ha convertido en una prioridad de primer orden para la institución. Se adopta un enfoque multidimensional con respecto a la desigualdad, donde se interiorizan algunos aspectos innovadores como los de género, uso del tiempo o ciclo de vida, al mismo tiempo que se hace énfasis en los grupos humanos más rezagados. Como históricamente lo han sido los pueblos indígenas y la población afro-descendiente en América Latina. Sin embargo, es notoria la superficialidad con la que se tratan dos cuestiones relevantes que atañen a la desigualdad en América Latina: i) la aparente paradoja entre unas políticas sociales redistribuidoras que han tenido resultados positivos en términos de reducción de algunas desigualdades y unas políticas económicas concentradoras de la propiedad y de los activos, ii) las dificultades de ejecución presupuestaria en materia de políticas sociales.
Que nadie quede atrás implica mirar de frente en los ojos de las mujeres, de los pueblos indígenas y de la población afro-descendiente de América Latina. Y quizás también tocar el corazón mismo del modelo de Estado y su estructura económica, donde parece que residen algunas de las paradojas que subraya este panorama social de 2016, sin llegar a profundizar del todo.
Foto: Galo Naranjo | Flickr CC
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“Que nadie quede atrás”. Comentarios al panorama social de América Latina 2016 - Instituto Humanitas Unisinos - IHU