18 Janeiro 2018
El perdón que humaniza: el perdón es difícil, porque es don, porque nos desnuda ante el otro. Pedir perdón y perdonar es un ejercicio de valentía. Francisco reconoció a Jeanette Zurita y su petición de perdón. Pienso en el artículo de Gerardo Söding, teólogo argentino, sobre el “difícil perdón de Jesús”[1] que pide en la cruz. Recomiendo su lectura.
O comentário é de Juan Pablo Espinosa Arce, teólogo chileno, publicado por Reflexión y Liberación, 18-01-2018.
Hay que superar “la lógica simplista de los buenos y malos”: Francisco invita a entrar en la lógica de reconocer la fragilidad. Recomiendo el libro de Tony Mifsud “Una espiritualidad desde la fragilidad”[2]. Reconocer la fragilidad es signo de humanidad: no me la puedo solo. Necesito de los otros. También el libro de Carolina Montero sobre vulnerabilidad[3].
La capacidad de gestar y parir futuro: las madres y las mujeres tienen capacidad de resiliencia. Hay una espiritualidad distinta en las mujeres. Eso es necesario recuperar. Somos personas porque tenemos esperanza y superamos los determinismos que cosifican. Francisco insiste: “no somos cosas”, “no somos números”. Somos personas porque tenemos dignidad y engendramos esperanza.
Dignidad esencial y moral: En ética hablamos de una dignidad esencial, con la cual nacemos y que no se pierde por los actos que cometemos. En cambio hay una dignidad moral que “sube o baja” por los actos que cometemos. Esa es la gran paradoja humana: a pesar de los actos malos cometidos, seguimos siendo personas. Por ello Francisco insiste que se priva de libertad pero no de dignidad.
La infancia y el hijo como signo de futuro: toda persona tiene un horizonte. Hay que caminar hacia lo nuevo. Hanna Arendt, filósofa judía-alemana habla de la natalidad como signo de una nueva vivencia de lo político y lo social (biopolítica en términos de la filósofa). Y ahí Francisco habla del relato de la hija de Jairo de Marcos 5. Es un texto en el cual aparece otra mujer, la hemorroísa que sólo tocando el manto de Jesús se sana. Jesús levanta a dos mujeres: a la hemorroísa y a la niña de Jairo. En el texto hay dos lógicas: “la niña está muerta”, el determinismo, no hay más opción, la burla, el sin sentido. Y la lógica de Jesús: “no está muerta, está dormida” que está preñada de “espacios de resurrección y libertad” (Hermana Nelly León). Por ello Francisco habla de que Jesús es “paradigmático”: Jesús sienta un modelo, una forma de vivir, una forma de ser Iglesia. Hay que tomar la mano de la niña y levantarla. Y esa lógica de Jesús se debe expresar en la reinserción de los reclusos que están privados de libertad, pero no de dignidad.
Una exégesis pastoral en un contexto de crisis: Francisco tiene la capacidad de hablar del Evangelio en términos que todos pueden entenderlo. No siendo un exégeta o un biblista es capaz de leer el texto desde un contexto. Es lo que pasa con las lecturas populares que América Latina realizó desde el Vaticano II. Pienso en los métodos de Carlos Mester o Pablo Richard.
Y es de crisis porque reconoce que el dolor de los acontecimientos dentro de la Iglesia chilena han herido a la Iglesia. Francisco invita a los consagrados a no “rumiar la desolación”. No hay que quedarse “pensando en las cebollas de Egipto” (Números 11,5), sino que hay que mirar la tierra de la promesa que está adelante. Hay que superar el todo pasado fue mejor o lo que Francisco llama “cierta tendencia prometeica de cierto estilo católico propio del pasado”. Junto con la fidelidad de la inmensa mayoría hay cizaña del mal. Eso exige “llamar a la realidad por su nombre” y reconocer cómo las sociedades cambian y “aparecen nuevas formas culturales que no se ajustan a los márgenes conocidos” (Francisco).
Hay tres momentos en el mensaje y un binomio común: Francisco/Pedro es capaz de “descomponer” el Evangelio en tres puntos que están unidos transversalmente por un mismo binomio. Habla de Pedro-comunidad abatida, misericordiada y transfigurada. Este binomio (Pedro-comunidad) es porque el cristianismo no es una experiencia individual. No hay un “selfie vocacional” (Francisco), sino que es una experiencia eclesial, comunitaria. La Iglesia es comunidad pecadora y constantemente necesitada de purificación (Cf. Lumen Gentium 8).
Un Evangelio “políticamente incorrecto”: Francisco recuerda que los Evangelios no muestran ni la comunidad ideal ni el mundo ideal. No colorea los acontecimientos sino que los muestra con toda la crudeza que los caracteriza. Esto, en los estudios bíblicos, se llaman “criterios de autenticidad de los Evangelios”, sobre todo el llamado “criterio de dificultad”, es decir el relato es auténtico porque no esconde aquellos hechos y dichos de Jesús que producen una incomodidad notable a la Iglesia posterior, entre ellos las negaciones de Pedro.
En el dolor de Pedro, en las llagas hay resurrección: Reconocer la debilidad, invitar a discernir como Jesús lo hace con Pedro, es un sano ejercicio eclesial. En las llagas de Jesús, en nuestras llagas personales y eclesiales, hay signos de resurrección. Por ello Jesús aparece con llagas ante los discípulos (Cf. Juan 20,19-23) Y por eso es que Jesús nos mira con misericordia y nos confirma en la misión. Somos apóstoles porque estábamos abatidos y fuimos mirados con ternura. En Jesús nuestras llagas son restauradas.
Un ejercicio de profecía: la profecía es discernir los signos de los tiempos, comprender la cultura y reconocer el paso de Dios. Jesús invita a Pedro a discernir. La Iglesia profética aparece cuando acogemos al otro, sobre todo al otro más pobre. Renovar la profecía no es soñar con un mundo ideal, porque las ideas no se aman, sino que se aman las personas. Aquí aparece un guiño a Karl Rahner, teólogo jesuita – al igual que Bergoglio – que fue capaz de dar el “giro antropológico” a la teología durante el último tercio de la primera mitad del siglo XX y durante el tiempo del Concilio. Se comienza desde el ser humano y de la historia para comprender el acontecimiento de la autocomunicación de Dios. Todo ello hace volver a la novedad de Jesús y a la propuesta siempre nueva de Jesús.
Un sentido de comunidad: Algo en torno a lo que siempre el Papa va reflexionando es el sentido de comunidad. En su mensaje a los Obispos, Francisco recuerda que cuando el Pastor anda disperso las ovejas también se dispersan. Por ello el Obispo debe ser padre para sus sacerdotes y también para sus laicos. El Vaticano II en Lumen Gentium recuerda que el Pastor diocesano debe ser signo visible de unión en medio de esa porción del Pueblo de Dios. En Chile hemos visto que algunos pastores no son signo de unidad, sino de división. Es un asunto pendiente que debe ser enfrentado con radicalidad evangélica.
Un Papa que vuelve a sus fuentes teológicas: Francisco tiene raíces argentinas, y en su patria después de Medellín (1968) surgió con fuerza la llamada Teología argentina del Pueblo o también conocida como teología de la cultura argentina. Su padre fundador es el sacerdote diocesano Lucio Gera. Esta influencia teológica aparece cuando Francisco menciona la “conciencia de ser Pueblo, de ser Pueblo de Dios”. Y, en negativo, cuando vivimos fuera de la dinámica del pueblo, Francisco sostiene que se experimenta un sentimiento de orfandad que es propio de la posmodernidad. Parece que no pertenecemos a nadie y olvidamos que pertenecemos al Pueblo de Dios. Si se olvida esto aparecen varios riesgos. Olvidar la conciencia del pueblo hace que aparezca el clericalismo que es uno de los principales males que se experimentan dentro de la Iglesia. También puede recordarse lo que Francisco ha dicho en su expresión de que los obispos no tengan “psicología de príncipes”.
Una Iglesia profética y sinodal: Para Francisco es toda la Iglesia está llamada a ser profética. Aquí aparece un sentido latente de la dignidad bautismal que es anterior a toda consagración presbiteral, episcopal o religiosa. Por el bautismo el cristiano adquiere la función profética de Cristo. Por ello es que la gracia es patrimonio de todo el pueblo de Dios. No puede haber un donatismo, el cristianismo no es de algunos puros.
Y porque hay profecía en la Iglesia, Francisco invita a reconocer la pluralidad de culturas y la secularización. Ahí aparece el discernimiento de la realidad, no de los mundos ideales. Clima de discernimiento y de sinodalidad (no habla de participación). Parece que el concepto de participación ya no figura como central dentro, por ejemplo, de una planeación pastoral participativa. La sinodalidad significa “caminar juntos” (sin; odos: mismo camino). El Pastor y las ovejas, y las ovejas laicas no son peones de los Obispos. Esto en definitiva significa soñar con una opción misionera y profética que permita transformar las estructuras eclesiales (Evangelii Gaudium y Aparecida).
Notas:
[1] Gerardo Söding, “Padre, perdónalos”… El perdón “difícil” y la novedad de Jesús”, en Teología 100 (2009), pp. 447-464. Disponible aquí.
[2] Me refiero a Tony Mifsud, Una espiritualidad desde la fragilidad (Ediciones Mensaje, Santiago de Chile 2014). Realicé hace un tiempo una reseña del libro que se puede encontrar en Juan Pablo Espinosa Arce, “Reseña Tony Mifsud, Una espiritualidad desde la fragilidad (Ediciones Mensaje, Santiago de Chile 2014), en Teología LII Abril (2015), pp.232-235.
[3] Carolina Montero, Vulnerabilidad, reconocimiento y reparación: praxis cristiana y plenitud humana (Ediciones Universidad Alberto Hurtado, Santiago de Chile 2012).
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Francisco no Chile: alguns ecos teológicos - Instituto Humanitas Unisinos - IHU