13 Novembro 2017
No se sabe si nuestra Embajada informó a la Secretaría de Estado Vaticana del horrendo episodio cuando se confirmó, oficialmente a nivel gubernamental, la muerte de más de mil niños y niñas en centros y hogares dependientes del Estado de Chile.
El comentario es de Danilo Andrade Barrientos, laico ignaciano de Osorno, en artículo publicado por Reflexión y Liberación, 11-11-2017.
Sorpresa causaron las recientes declaraciones que pronunció en Roma el embajador de Chile ante la Santa Sede, Mariano Fernández Amunátegui.
Sorpresa porque el embajador -también fue Ministro de Relaciones Exteriores- conoce bien la eficiente operatoria de la diplomacia vaticana, sin embargo, lo que planteó en la conferencia de prensa en Roma es contradictorio a su rol de experimentado diplomático de toda la vida.
En efecto, hoy por hoy como está la delicada coyuntura en materias que tienen que ver con la próxima visita apostólica del Papa Francisco a Chile, resulta incomprensible el fondo de lo expresado por el embajador: "El Gobierno de Chile pide a toda persona que se abstenga de opinar hasta que se pronuncie el tribunal de La Haya... Eso lo pedimos no sólo al Papa sino a toda persona, a los amigos, a la opinión pública, que no se pronuncien hasta el fallo, que cumpliremos rigurosamente, sea cual sea".
Esta expresión de pauta a la agenda del Papa es de por sí poco diplomática. Es inusual en lo que respecta a la comunicación que tienen los Estados con la Secretaría de Estado Vaticana; para dialogar, encauzar y dirigir situaciones complejas está, precisamente, la Cancillería Vaticana, por lo tanto está de más lo expresado en la conferencia de prensa por nuestro representante ante la Santa Sede.
En Chile y en Roma está claro que no debe ser usado por nadie la demanda marítima de Bolivia. Del mismo modo, es conocido el modus operandi de Evo Morales cada vez que acude a la Santa Sede. En sus cinco visitas, de una u otra forma, ha tratado de sacar provecho en los encuentros que deberían ser estrictamente protocolares, dejando fuera cualquier interferencia a lo que diga a fines de 2018 el Tribunal Internacional de La Haya.
Si esta compleja situación es entendida por cualquier ciudadano medianamente informado y conocedor de la diplomacia vaticana, entonces; ¿cuál fue el afán y el sentido de fondo de las expresiones públicas del embajador Mariano Fernández? No lo sabemos, ni lo sabremos por el sigilo y secretismo (de Estado) que rodean a la diplomacia y sus laberintos.
¿Por qué unos temas sí y otros no?
Lo que resulta más inexplicable aun, es el escaso interés de nuestra Embajada ante la Santa Sede en algunos temas país bien relevantes y en sintonía a lo que es el magisterio social del Papa Francisco. Por ejemplo, no se sabe de expresiones públicas referidas al grave tema de los abusos sexuales por parte del clero que en Chile han tenido eco internacional como lo es el Caso Karadima y su seguidilla de diversas repercusiones negativas al interior de la Iglesia Católica y de la ciudadanía en general.
Tampoco se sabe si nuestra Embajada informó detalladamente a la Secretaría de Estado Vaticana del horrendo episodio cuando se confirmó, oficialmente a nivel gubernamental, la muerte de más de mil niños y niñas en los últimos años -muchos de ellos abusados y torturados- en centros y hogares dependientes del Estado de Chile (Sename).
Y, menos, de informar objetivamente a la Curia vaticana sobre los dramáticos sucesos que se han desatado, hasta el día de hoy, por el nombramiento del Obispo, Juan Barros Madrid, en la Diócesis de Osorno. Desde sus inicios, este enroque de sacar al Obispo Barros de la Vicaría Castrense e imponerlo en Osorno ha causado confusión, división y no poca impotencia entre los católicos y ciudadanos de esta porción eclesiástica ubicada al sur de Chile, casi limítrofe de Temuco, ciudad que visitará en enero el pontífice romano.
En estas líneas, deseo recordar al lector, que don Mariano Fernández, antes de presentar sus cartas credenciales ante la Santa Sede, también expresó sus opiniones a través del diario El Mercurio. Allí, sin conocer la triste realidad de la Diócesis de Osorno, ni intentar recabar información objetiva y confiable, sí se permitió emitir una velada crítica al Laicado local opositor a esa imposición. Consultado ante la eventualidad de que el Papa podría visitar Chile. Esto fue en junio de 2016 y presentó sus credenciales ante el Papa en septiembre de ese año.
Al respecto, sería atendible que el Embajador Mariano Fernández, leyera -como mínimo- las dos declaraciones públicas que son fruto de los dos encuentros nacionales del laicado chileno que se han celebrado en la ciudad de Osorno en forma comunitaria, participativa, pacífica y orante: "Sentimos que los laicos y laicas de Osorno, han dado un ejemplo en el sentido de ser Iglesia, tanto en la forma de organizarse como en el fondo de su denuncia profética..." (Dios habla desde el Sur, Primer Encuentro Nacional de Laicos y Laicas de Osorno, 14 de junio de 2015).
En medio de estas tensiones propias de una visita de la envergadura y el impacto de que el Obispo de Roma venga a peregrinar a estas lejanas tierras, nadie pone en cuestión el rol y la competencia del Embajador Fernández, lo que sí produce desconcierto y dudas es por qué solo al tema "demanda marítima boliviana" se le asigna una alta prioridad y no a otros tópicos genuinamente cristianos y a otras vivencias sociales que afectan, cotidianamente, al conjunto de la nación chilena que se caracteriza por ser acogedora, demócrata y cristiana.
Dicho en síntesis; me parece que no es bueno para el país, ad portas de la visita apostólica del Papa, las prioridades, estilo y eco comunicacional que parece privilegiar, unilateralmente, el Embajador de Chile ante la Santa Sede.
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Tensiones previas a la visita del Papa a Chile. El embajador Fernández produce desconcierto y dudas - Instituto Humanitas Unisinos - IHU