01 Dezembro 2016
"El futuro del movimiento popular haitiano depende de una profunda revisión de su línea política. Hace falta tener en claro que ha de existir una diferencia entre el proyecto de izquierda revolucionaria y el proyecto controlado y manipulado por el imperialismo norteamericano y sus lacayos" escribe Henry Boisrolin, coordinador del Comité Democrático Haitiano en Argentina, en artículo publicado en la edición impresa de Resumen Latinoamericano.
Siempre se recomienda, antes de emitir cualquier juicio y mucho más antes de adoptar un posicionamiento político con respecto a la realidad concreta de un pueblo, efectuar un profundo análisis sobre las verdaderas causas que han dado lugar a la misma. En consecuencia, y de ninguna manera, la del pueblo haitiano no puede escapar a esta generalidad y verdad insoslayable. Y hoy, ante una situación de crisis política y humanitaria generalizada, resulta más que imprescindible expresar y analizar de forma clara y precisa el sentido de lo que sucedió y sucede en Haití. Ninguno de los tantos artículos que llaman, luego del paso del huracán Matthew, a aportar de manera urgente una supuesta ayuda humanitaria desinteresada al pueblo haitiano y publicados por los grandes medios internacionales plantea, por ejemplo, que este pueblo está librando una lucha por liberarse del yugo de la dominación neocolonial agravada desde 2004 por una ocupación del país disfrazada de ayuda humanitaria y de estabilización a través de la MINUSTAH (Misión de las Naciones Unidas para la Estabilización en Haití). Decir esa pura verdad parece ser de una rareza monumental. Y cuando luego de 12 años de ocupación, siguen participando dentro de la MINUSTAH tropas provenientes de países cuyos gobiernos han adoptado varias medidas antiimperialistas y sufren acciones directas de desestabilización por parte del imperialismo, la confusión a nivel internacional es aún mayor. Bolivia y Ecuador son ejemplos vivos de esta lamentable e incongruencia política.
En este contexto, hay dos explicaciones que los sectores populares haitianos suelen esgrimir: una afirmando que esto se debe a las limitaciones ideológicas y políticas de esos gobiernos; y otra planteando que el desconocimiento acerca de la realidad haitiana es de tal envergadura que no puede existir una comprensión cabal de lo que está sucediendo en Haití por parte de dichos gobiernos. Pero, limitaciones ideológicas o no, desconocimiento o no, esto no puede permitir la violación de la soberanía y de la autodeterminación del pueblo haitiano. Es, entonces, un reto un reto para dichos gobiernos tratar de no seguir siendo funcionales al imperialismo norteamericano en este país. No se trata de cambiar de discurso, sino de conducta.
Pero en este proceso de reclamo de este cambio a esos gobiernos, cabe también una enorme responsabilidad a las fuerzas progresistas y revolucionarias haitianas: dejar de lado la estrategia exclusivamente electoralista delineada desde la caída de la dictadura Duvalierista en 1986, ya que se centra en la negativa a optar por otra vía de acción. Es más, considero que esta postura reduccionista conspira en contra justamente de la transformación revolucionaria de la realidad que dichas fuerzas pregonan desde aquella época. Además, creer en las actuales condiciones en la posibilidad de realizar en Haití tales elecciones, no sólo es un despropósito, sino fundamentalmente conduce a dichas fuerzas a su suicidio político. Pues, visto de conjunto, esta estrategia implica la subordinación de sus propios objetivos estratégicos de transformación de la realidad en función de los intereses populares a los objetivos tácticos de los enemigos del pueblo haitiano. Lo que crea, obviamente, una confusión entre las tácticas y las estrategias del campo popular. De hecho, hace más de 30 años, todas las luchas, todas las movilizaciones populares son orientadas hacia una acumulación de fuerzas que son utilizadas para sustituir, por ejemplo, toda estrategia insurreccional, por la estrategia electoral. De ahí, el surgimiento de alianzas entre formaciones políticas de las más disímiles como así también de disgregaciones y separaciones entre las mismas. Entre tanto, el sistema neocolonial vigente no está siendo atacado, sino reformulado en términos a veces más suaves. En consecuencia, está claro que dicha estrategia no sólo es funcional, sino, fundamentalmente, es de sumisión al imperialismo y a los sectores dominantes de la sociedad haitiana. Lo que significa que está lejos el día del derrumbe del viejo régimen, que muchos pensaban que estaba herido de muerte y que sus principales instrumentos de dominación se habían colapsado luego de la fuga del dictador Jean-Claude Duvalier el 7 de febrero de 1986. La presidencia de Martelly (2011-2016), un neoduvalierista notorio y declarado, fue la prueba más clara de esta triste realidad que constituye en los hechos una derrota política del campo popular, y un serio revés para la estrategia electoral, para la lucha exclusivamente pacífica.
Ante esta coyuntura de crisis permanente y de fracaso tras fracaso, llegó el momento no sólo de cuestionar esta estrategia adoptada, sino fundamentalmente de desmitificar la idea de la elección como panacea. De desmantelar la construcción moderna occidental de que la única y mejor forma de gobernabilidad posible es: tener un poder ejecutivo con un presidente a la cabeza, un poder parlamentario y otro judicial
Obviamente, la colonialidad del poder, del saber y del haber, pretende hacer creer a la humanidad entera que se trata de la única y mejor manera para gobernar una sociedad. Y, al adoptar dicha estrategia como única vía posible para transformar la realidad, está claro que la gran mayoría de las organizaciones populares haitianas está atrapada en la lógica de la matriz colonial del poder.
Pero, al hablar de las elecciones en Haití, hay otro aspecto interesante y que provoca risa para no llorar. Resulta que en Haití, ningún organismo del Estado puede confirmar cuál es la población exacta y, por ende, no se puede confeccionar un padrón electoral conforme a las reglas establecidas en las sociedades que nuestros dirigentes y muchos de la sociedad civil admiran y toman como modelos de civilización. Ahora este ritual se vuelve trágico y representa un insulto a la razón cuando luego del terremoto de 2010 que, según las autoridades haitianas, mató a casi 300.000 personas, los organismos estatales competentes en la materia ni se dignaron en depurar lo que ellos habían presentado como “padrón”. Lo mismo pasa ahora después del paso del huracán Matthew. Y, como fue recalcado por varios observadores, las autoridades gubernamentales curiosamente pudieron a pocos días del paso de Matthew ofrecer cifras de animales muertos pero no de las personas fallecidas y desaparecidas. Ahora, después varias semanas, confirman que hay más de 400 muertos, y reconocen que en los departamentos Sud, Nippes y Grand´Anse (los más afectados) la situación es de desesperación en todos los aspectos, y existe una crisis humanitaria cuya gravedad es incalculable. Información corroborada también por algunas organizaciones populares y testimonios de autoridades de dichas zonas. El propio Ministerio de Salud informó que se registraron en la primera quincena de octubre unos 1.424 casos de cólera en esos departamentos. Pero no hace falta ser un genio o un adivinador para saber que la situación en el resto de los departamentos no es la de un paraíso terrenal. Todo el país está sufriendo en mayor o menor medida y de distintas maneras no sólo las consecuencias de este fenómeno natural, sino las de un Estado incapaz de aportar respuestas concretas para proteger y aliviar las condiciones de vida de la inmensa mayoría. Y cuando se sabe que esto no es nuevo, es indudable que pensar realizar el ritual electoral en estas condiciones no tiene asidero alguno, y además es una muestra de insensibilidad humana hacia las millones de personas que están sufriendo la falta de agua, de alimentos, de techo, de todo lo que significa vivir con un poco de dignidad.
Por ello, el futuro del movimiento popular haitiano depende de una profunda revisión de su línea política. Hace falta tener en claro que ha de existir una diferencia entre el proyecto de izquierda revolucionaria y el proyecto controlado y manipulado por el imperialismo norteamericano y sus lacayos. Comprender que la democracia electoral no es suficiente para transformar un régimen político basado en el neocolonialismo y construir otro soberano capaz de hacer realidad la inclusión y la libertad plena. De ahí, la importancia de buscar la manera de recuperar aquella gran lucha histórica desarrollada exitosamente por nuestros antepasados para terminar con la esclavitud.
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Haiti. Es la hora de desmitificar la idea de las elecciones como panacea - Instituto Humanitas Unisinos - IHU