09 Mai 2018
"Y los ganadores del dólar alto son el complejo exportador de Cargill, AGD, Techint, terminales automotrices, popes de la Sociedad Rural y los principales bancos, que hasta hoy tenían legalmente el 30 por ciento de sus activos en dólares, amén de todo lo fugado", alerta Emilio Marín, en artículo publicado por Alai, 07-05-2018.
Fue una de las peores semanas del gobierno, desprestigiado por la suba del dólar y su seguro impacto inflacionario. La mini-crisis desnudó las internas del macrismo, al compás de negocios y especulaciones nada productivas.
La política al margen de los datos es subjetivismo puro y un oficio poco honesto. Lo bueno es que esté acompañada de cosas objetivas en qué apoyarse, para demostrar hasta qué punto es confiable, por más que también las estadísticas suelen estar manipuladas.
Y el gobierno dice cualquier cosa para justificar su pésima actuación semanal, que en verdad venía de antes, en relación con la suba sistemática del dólar. Lo cierto es que mostró en la práctica su ineficacia para frenar o al menos morigerar la suba de cotización de la moneda norteamericana.
Si se lo analiza desde el inicio del gobierno de Mauricio Macri, el 10 de diciembre de 2015, hasta el viernes 4 de mayo último, el billete estaba en poco más de 9 pesos y aumentó hasta los 22.30, habiendo superado los 23 pesos el jueves 3. Si eso no es una devaluación tremenda, ¿qué es?
La ineficacia, por llamarla de modo benévola, se plasma otra vez en números. Desde el 5 de marzo hasta el 4 de mayo el Banco Central dilapidó 8.500 millones de dólares de las reservas, intentando apagar el incendio. A la luz de los resultados, esos bomberos no pudieron apagar el incendio, dicho esto con todo el respeto a los bomberos de verdad, esos que se juegan la vida y cobran pobres salarios.
La explicación gubernamental por boca de Marcos Peña ante medios amigos y de los ministros Nicolás Dujovne y Luis Caputo en conferencia de prensa, fue de cero autocrítica. Dijeron que la política oficial es la correcta, sólo que tuvo inconvenientes por el alza de las tasas de interés de la Reserva Federal estadounidense, o sea que tuvo viento en contra a nivel internacional.
Y agregaron como factor negativo las especulaciones y el “populismo” de la oposición, una forma miserable de tratar de sacarse el sayo y ponérselo a otros que no tuvieron nada que ver con esta devaluación. El kirchnerismo devaluó en enero de 2014 y fue una medida negativa, pero lejana en el tiempo y módica en relación a los manejos de esos tres ministros y el titular del BCRA, Federico Sturzenegger.
Al cabo de esta devaluación del peso, los billetes con caras washingtonianas fueron de 16 a 23 pesos, apreciándose 35 por ciento, margen de ganancia que no tuvo ningún sector productivo del capitalismo dependiente. Y ni qué hablar los asalariados, que debieron lidiar para ver si lograban superar el techo del 15 por ciento en cómodas cuotas, tal el flagelo del gobierno nacional, los provinciales y las patronales. La hoja de parra con que querían cubrirse era que la meta de inflación macrista, readecuada por Peña y los ministros mencionados, sería del 15 por ciento para 2018. No lo creyeron ni ellos; sus medidas en estas semanas le dieron definitiva sepultura a ese dibujo. Ahora hay consenso en que será de por lo menos el 22 por ciento o quizás más.
Buena parte de la oposición, del arco variopinto del panperonismo, incluido el kirchnerismo, cuestionó en severos términos el desmanejo respecto al dólar. Y de parecido modo venía criticando, con propuestas alternativas, los tarifazos energéticos que llegan a los usuarios y Pymes en forma de facturas impagables.
Esa oposición unida logró despacho favorable a un proyecto contra los tarifazos, al cabo de un debate en tres comisiones de Diputados. Tuvo un margen estrecho de 51 votos contra 47 del bloque PRO-Cambiemos, dispuesto a mantener aquel suplicio de consumidores y usuarios.
Aquel dictamen favorable plantea tres condiciones concretas: que se retrotraigan las tarifas a noviembre de 2017, que se mantengan así por el término de un año y que luego se actualicen por el índice salarial para los domicilios, y por el índice mayorista de precios para las Pymes y clubes. También pide disminuir el IVA sobre esas tarifas, lo que dio pie a la chicana macrista de agitar un enorme costo fiscal que esto tendría presuntamente para las provincias. Eso para apretar a los gobernadores y que sus diputados resten presencia o voten en contra del dictamen.
Se suponía que el mismo iba a ser tratado el miércoles próximo en el recinto, con un resultado incierto para el oficialismo. Para empiojar el asunto, Mario Negri y Nicolás Massot pidieron una sesión especial ese día para tratar otros asuntos, omitiendo las tarifas. Es una muestra de debilidad, que a lo sumo otorgará a las huestes de Juan J. Aranguren una semana más de negociación con los gobernadores peronistas y el senador Miguel Pichetto, para tratar de llegar a algún acuerdo que salve el núcleo del tarifazo. Si no lo consiguen, entonces al cabo de una semana el problema estará otra vez sobre la mesa.
Una votación favorable a la oposición no significaría de por sí que el drama tarifario termine para bien de la gente. Peña ya anticipó que si el proyecto opositor, denostado por inviable y demagógico, se convierta en ley, el “capitán Veto”, o sea Macri, lo vetará. Usará otra vez una facultad presidencial de reminiscencias monárquicas.
Cuando la iniciativa opositora fue tratada en la Comisión de Presupuesto, su titular Luciano Laspina, macrista, aseguró que no estaban previstos los recursos para financiar esa baja de tarifas, estimando su costo en 200.000 millones de pesos. Lo rebatió Marcos Lavagna, massista, asegurando que por mayor inflación el Estado recaudaría 313.000 millones de pesos, de modo que el financiamiento estaba asegurado.
Al margen de cómo sea la votación parlamentaria, y también si hay o no veto presidencial, lo cierto es que tarifas tan altas dejan en offside al gobierno de grandes empresarios, respecto al grueso de la población.
Si se pudiera prescindir por un momento de los intereses de clase, algo imposible a 200 años del nacimiento de Karl Marx, habría que decir que entre las necesidades de la mayoría de la población, azotada por las tarifas, y las ganancias de una minoría de propietarios y controlantes de empresas energéticas con ganancias dolarizadas, la razón está claramente de parte de la mayoría.
Por supuesto que eso no es mecánico. Siempre habrá un explotado alienado, como Ramón Ayala, de peones rurales (Uatre), sucesor de Momo Venegas, que justificó el tarifazo diciendo que no se podía seguir viviendo con subsidios del Estado. Una nueva versión del “esclavo del amo”.
Todo indica que seguirán los padecimientos causados por altas tarifas, dolarizadas, que no se corresponden con los costos empresarios ni con la capacidad de pago de los usuarios. Esos aumentos alimentarán la inflación, que sigue alta, burlándose de las promesas presidenciales que en 2015 la calificaban como algo muy sencillo de resolver.
Y por otro lado, el dólar a 23 pesos es un golpe de nockout al facilismo de que “se elimina el cepo cambiario y listo”, y que todos podrán comprar y vender dólares como se les cante. Ese fue otro globo amarillo pinchado por la realidad.
Estas devaluaciones, por más que se calmen por algunos días o semanas, tendrán fuerte impacto inflacionario. Al margen de la voluntad gubernamental y aún opositora, un dólar rampante pegará en el precio de los alimentos, combustibles e insumos importados. Esa película, más bien un documental, ya la vieron los argentinos varias veces con actores distintos y muy parecido guion.
Los perjudicados por ambas cuestiones -tarifas y dólar- tienen que saber quiénes son los responsables de esos pesares. El debate político tuvo hasta ahora muchos límites, incluso en las intervenciones más picantes de la oposición. Se han limitado a criticar el desmanejo del gobierno en las variables de la economía. Por ejemplo, la expresidenta CFK cuestionó el maltrato de tres de aquellas: tarifas, dólar y tasas de interés, aunque tampoco han salido bien paradas las otras dos, salarios y precios.
Esos enfoques son progresistas, porque cuestionan varias políticas antipopulares, pero no van al fondo del asunto. ¿Por qué se maltratan esas variables? Ese es el meollo del asunto: ¿quiénes se benefician con las medidas de ajuste? ¿Qué intereses de clases se favorecen con un dólar a 23 pesos y el gas a 7 dólares la unidad de medida, si su costo es de 2?
Una respuesta sencilla al tema tan complejo es que los ganadores de las altas tarifas son Marcelo Midlin (Pampa Energía), Nicolás Caputo (Central Puerto), Rogelio Pagano (Edesa), Joe Lewis, TGN, TGS, Shell, Panamerican, Total, etc.
Y los ganadores del dólar alto son el complejo exportador de Cargill, AGD, Techint, terminales automotrices, popes de la Sociedad Rural y los principales bancos, que hasta hoy tenían legalmente el 30 por ciento de sus activos en dólares, amén de todo lo fugado.
“La City” con sus pizarras es apenas una vidriera. Lo importante es saber quiénes están atrás y ganan fortunas sin trabajar ni mostrar la cara. Si hoy no se los marca a fuego a esos grandes operadores, tampoco se tomarán compromisos de terminar con ellos y sus negociados, ni ahora ni en 2019. “Monopolios o país”, esa es la cuestión no shakespereana sino argentina hasta la médula.
FECHAR
Comunique à redação erros de português, de informação ou técnicos encontrados nesta página:
Argentina. Subió el dólar y bajó la cotización política del macrismo - Instituto Humanitas Unisinos - IHU