09 Dezembro 2016
“Este es el motivo de nuestra alegría! Nadie está fuera del cálido abrazo del amor de Dios”
El comentario del Evangelio, corresponde al Tercer Domingo del Tiempo de Adviento (11-12-2016), es elaborado por Maria Cristina Giani, Misionera de Cristo Resucitado.
Juan oyó hablar en la cárcel de la actividad del Mesías y le envió este mensaje por medio de sus discípulos: ---¿Eres tú el que había de venir o tenemos que esperar a otro? Jesús respondió: ---Id a informar a Juan de lo que oís y veis: ciegos recobran la vista, cojos caminan, leprosos quedan limpios, sordos oyen, muertos resucitan, pobres reciben la Buena Noticia; y, ¡dichoso el que no tropieza por mi causa! Cuando se marcharon, se puso Jesús a hablar de Juan a la multitud: ---¿Qué salisteis a contemplar en el desierto? ¿Una caña sacudida por el viento? ¿Qué salisteis a ver? ¿Un hombre elegantemente vestido? Mirad, los que visten elegantemente habitan en los palacios reales. Entonces, ¿qué salisteis a ver? ¿Un profeta? Os digo que sí, y más que profeta. A éste se refiere lo que está escrito: Mira, yo envío por delante a mi mensajero para que te prepare el camino. Os aseguro, de los nacidos de mujer no ha surgido aún alguien mayor que Juan el Bautista. Y sin embargo, el último en el reino de Dios es mayor que él.
El tercer domingo de Adviento es el domingo de la alegría por la proximidad con la fiesta de Navidad. En el evangelio de hoy vamos a profundizar los motivos de nuestra alegría.
El texto nos sitúa junto con Juan el Bautista, que está preso injustamente. Fue encarcelado por Herodes, debido a su prédica, en la cual denunciaba la irregularidad de la vida de Herodes con Herodías, mujer de su hermano (Mc 6, 18-19).
Podemos preguntarnos: ¿Cuáles son los sentimientos que tiene el Bautista en la prisión?
En este momento de oscuridad que está viviendo una pequeña luz de esperanza surge: Jesús de Nazaret es El Mesías esperado? Y como precisa de una respuesta cierta envía a sus discípulos a preguntarle a Jesús: “¿Eres tú el que había de venir o tenemos que esperar a otro?”.
Sin duda conocemos personas que sufren como Juan diferentes tipos de prisiones injustas, y viven en su soledad una tormenta de sentimientos encontrados. Algunos también guardan en su corazón la esperanza de una promesa de cambio, de libertad.
Pero ¿quién es ese Dios de las promesas, esperado de todos los tiempos y nuevamente esperado en esta Navidad?
Surgen entonces algunas preguntas cruciales que tenemos que hacernos en este tiempo: ¿En qué Dios espero y que Dios que Jesús nos revela?
El evangelio es claro: "Id a informar a Juan de lo que oís y veis: ciegos recobran la vista, cojos caminan, leprosos quedan limpios, sordos oyen, muertos resucitan, pobres reciben la Buena Noticia".
Llama la atención que la respuesta de Jesús no es un discurso vacío, responde con hechos con obras que testifican su Palabra.
El Dios que Jesús nos manifiesta con su vida es el Dios que ama, cuida y libera especialmente a los más necesitados. Con Jesús el Reino de Dios se instaura para siempre en el corazón de la historia, de la creación.
Es el Dios de la Presencia que “acampa en medio nuestro”, que camina con nosotros para hacer que los paralíticos, los ciegos y los sordos, los leprosos y los muertos de hoy tengan vida y la tengan en abundancia.
Como dice el salmo 19: “Allí él puso una tienda para el sol y éste sale, cuál esposo de su cuarto, como héroe alegre recorriendo su camino. Él sale de un extremo del cielo y su camino va hasta el otro extremo, nada escapa de su calor".
¡Este es el motivo de nuestra alegría! Nadie está fuera del cálido abrazo del amor de Dios. Esta es nuestra esperanza, en la situación que cada uno de nosotros encuentre a Jesús de Nazaret es el Mesías esperado, que en esta Navidad vuelve a ofrecernos el amor del Padre que da sentido y nueva Vida a nuestra existencia.
Que también nosotros, a través de nuestros gestos y palabras podamos ser motivo de alegría para nuestros hermanos y hermanas, signo de esperanza en este tiempo de espera.
¿Cómo se arriesgará a sembrar el campesino
sin ver ya todo el trigal
en el puño apretado lleno de semillas?
¿Cómo mirar la tierra con ojos de esperanza
sin ver ya el bosque en las semillas aladas de roble
llevadas por el viento?
¿Cómo soñará la joven pareja
sin sentir ya en el embrión todas las risas
y los juegos de los hijos?
¿Cómo entregarse por lo pequeño,
sin ver con ojos nuevos la utopía del reino
en el brote germinal
que apenas rompe la cáscara del miedo?
Benjamín González Buelta, sj
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Tiempo de alegre esperanza - Instituto Humanitas Unisinos - IHU