20 Outubro 2016
"Por lo que entiendo, los ambientes eclesiales escandalizados por la 'ideología de género' son los que entienden que para dicha concepción todo es una construcción cultural, para la cual matrimonio, familia, hijos es cultural y termina negándose lo 'sexual'", escribe Eduardo de la Serna, profesor de Teología en el Instituto Superior de Estudios Teológicos de Buenos Aires y en el Instituto de Formación Teológica de la diócesis de Quilmes.
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En ciertos ambientes eclesiales hablar de “ideología de género” es casi como mentar al diablo. ¡Nada peor, nada más perverso! En varios documentos eclesiales, incluso, se alude a ella sin demasiadas explicaciones. Todos sabemos que se trata de algo “malo” y – desde ya – condenable.
Sin saber demasiado de qué se trata, se me ocurre sin embargo desplegar algunas reflexiones.
En algunos ambientes decir “ideología” es ya hablar de algo negativo. “Lo suyo es ideológico” se afirma para desautorizar un planteo. Claro que es válida la pregunta de si hay algo “sin ideología” y la respuesta parece demasiado evidente: todo sistema de pensamiento, religioso, político, social constituye una ideología; ¿quién no la tendría? De todos modos, el término se utiliza cuando una determinada “idea” se antepone distorsionando la “realidad”, pero también es cierto que toda “mirada” de la “realidad” se analiza siempre desde una “idea”, se “interpreta”, por lo que tener una “lectura ideológica de la realidad” parece bastante sensato. Pero también es verdad que en la “realidad” hay una cierta objetividad, ciertos “datos duros” que su negación sí constituye un problema. Si a esto se refiere con “ideología que distorsiona” sin duda que estamos de acuerdo.
Decir “género”, por su parte suele utilizarse preferentemente a categorías “sexuales”. Género añade toda una carga cultural, psicológica, histórica, social al sexo. El rol de una “mujer” (sexo) en determinada cultura es ciertamente algo normal (¿cómo podría no haberlo?), pero el problema es cuando ese “rol” se considera un “propio” de la mujer. El tradicional “las mujeres a la casa” (domus) representa un rol que hoy se manifiesta parcial, limitado, inadecuado, falso o – al menos – relativo. Frases tradicionalmente atribuidas a la mujer o al varón que representan más bien aspectos propios de la historia, de la cultura, de la psicología social constituyen más bien una “imagen” antes que un “ser”.
Por lo que entiendo, los ambientes eclesiales escandalizados por la “ideología de género” son los que entienden que para dicha concepción todo es una construcción cultural, para la cual matrimonio, familia, hijos es cultural y termina negándose lo “sexual”. Y como en muchos sectores eclesiásticos lo sexual es más importante que el Evangelio y que la Santísima Trinidad, la perversión es evidente.
Los obispos colombianos convocaron a marchas en todo el territorio contra la “ideología de género” a raíz de unos supuestos folletos que el gobierno querría implementar a causa de un tremendo caso de suicidio por bulling de un adolescente gay (Sergio Urrego). Nadie sensatamente podría oponerse a campañas anti discriminatorias de cualquier persona por el motivo que fuere pero las marchas estaban convocadas y muchísima gente de una sociedad conservadora se manifestó en contra de tan horrenda propuesta.
Pero pocos días después en todo el territorio colombiano se realizó un plebiscito por la paz estable y duradera. Se votaba “sí” o “no” en favor de los acuerdos de paz con la guerrilla de las FARC. Los sectores más recalcitrantes de la sociedad colombiana, los mismos que habían marchado días atrás, se opusieron a la paz. Y entre otros, encabezados por el ex procurador Alejandro Ordoñez, probablemente la persona más integrista de Colombia, comenzaron una campaña de que los acuerdos de Paz estaban inspirados en la perversa “ideología de género”. Muchísima gente lo creyó así (las sabias palabras del procurador nos eximían de leer 297 páginas, además). Muchísimos pastores fundamentalistas afirmaron lo mismo y eso fue motivo suficiente para que todo un sector se opusiera a los acuerdos. Si en la guerra el cuerpo de la mujer había sido tomado como “campo de batalla” y muchas mujeres fueron mancilladas, abusadas, violadas para debilitar al enemigo (al “poseedor” de dicha mujer), el hecho había sido – sin duda alguna – un tema “de género”: la mujer, vista como propiedad de un varón, había sido el arma que debilitaría al poseedor. Esta reivindicación “de género” (por poner un ejemplo harto evidente) fue vista por los fundamentalistas y los temerosos como “ideología de género”. Incapaces (por temor, por mediocridad, por complejo de inferioridad o por coincidencia “ideológica”) de contradecir al procurador de la Nación, muchísimos se opusieron a los Acuerdos de Paz por su ideología de género (si hasta se amenazó con un terrible castigo divino de apoyar tal atrocidad). Debo decir que como lector concienzudo de los acuerdos celebré la “perspectiva de género” que los guiaba de principio a fin. Y no está mal recordarle a los temerosos al menos que “perspectiva de género” no implica “ideología de género” son dos cosas diferentes.
Es sabido que la Conferencia Episcopal Colombiana afirmó que invitaba a votar con responsabilidad, pero que no se definía “ni por el sí ni por el no” (sic). Señalemos que si la abstención fue del 62,5% no parece haber sido tenido demasiado en cuenta el consejo episcopal de actuar con responsabilidad. Muchos – por otra parte – interpretaron el “ni sí ni no” como una evidente adhesión acomplejada al no. De hecho afirman que un 50% del episcopado colombiano votó el “no” y varios obispos y muchos curas hicieron clara campaña por el “no” (en lo personal creo que – si la guerra volviera a desatarse, algo siempre posible todavía, esos tales tendrán demasiada sangre “sobre sus cabezas”, algo que no les envidio). El “ni” [medio no, medio sí] episcopal fue leído por muchos como un apoyo avergonzado al no, y así parecen haberlo interpretado los curas en campaña en favor del no.
Pero resulta que casi dos semanas después del triunfo del “no”, la Conferencia episcopal afirmó públicamente que los acuerdos no estaban guiados por la “ideología de género”. Bastante tarde, por cierto. Tarde como las multitudinarias marchas de estudiantes en todo el país en favor de la paz, teniendo en cuenta que el sector joven fue el que mayormente se abstuvo de votar en el plebiscito. Habría que señalar que salvando unos pocos obispos de clara opción por el sí no hubo en la Iglesia nadie que tan claramente se manifestara en su favor como el Papa.
Un grupo de patanes se presentó como los líderes de los “nuevos acuerdos”, un grupo que incluye matones, mediocres, fundamentalistas, todos guiados por una ideología que en lo personal considero muchísimo más grave que la de género: la ideología del dinero. No podía ser de otra manera que Alvaro Uribe se manifestara contra la reforma agraria que los acuerdos proponen, nadie muerde la mano que le da de comer. Las declaraciones del católico Juan Carlos Vélez Uribe, jefe de la campaña en favor del “no”, acerca de que sólo pretendieron mover sensibilidades sin presentar razones en favor del “no”, fue evidente y nadie la cuestionó por visible y notoria. La campaña contra la “ideología de género”, por ejemplo, resultó evidente. Y útil. Especialmente después de las marchas episcopales. Que hubiera semejante atrocidad en los Acuerdos era sencillamente detestable e indignante, nada más hacía falta para oponerse.
Pero sobre esta tal ideología me quisiera formular una pregunta final. El omnipotente procurador (hoy afortunadamente “ex”) expulsó de la Cámara a la senadora Piedad Córdoba, y – además – le prohibió la actividad política. “Mujer”, “negra” de “izquierda” era un combo ideal para que el procurador descargara toda su ideología (no tengo presente que haya expulsado e impedido participar en política a los de Agro ingreso seguro, los de la para política, de los falsos positivos, etc…); pero ahora la Corte Suprema (¡15 años después! También tarde) reconoció la invalidez de los argumentos y restituyó a Piedad Córdoba sus derechos de participar en política. Sin duda que el procurador se guio por una ideología de género para expulsar a Piedad Córdoba. Sumado a una “ideología etnocéntrica” y una “ideología ideológica” (sic). Demasiadas ideologías para tan pequeño ser. La tal “ideología” resultó un caballo de Troya que encerraba los jinetes del apocalipsis de sangre, injusticia y muerte, una trampa escondida para los cultores del miedo y amenazadores de infiernos. Para muchos, en cambio, la ideología de género del procurador, en cambio, parece bastante favorable, porque con Piedad Córdoba “estamos un poco más cerca de volvernos como Venezuela”. Y, además, levantando las banderas de esta tal ideología no corremos el riesgo abominable de que las mujeres se empoderen y reclamen sus derechos como también los reclaman los campesinos, indígenas y afro descendientes.
Demasiado para turbar la buena y verdadera paz que es la del status quo. Pero menos mal que Álvaro el ubérrimo está de vuelta al fin y al cabo los votos lo han re-empoderado. Ante los intentos de los ¿ex? guerrilleros de deponer las armas y luchar en la arena política, los campesinos, afros e indígenas reclamando la devolución de las tierras que les pertenecen y además las mujeres que reclaman sus legítimos derechos, ¡es demasiado”! Menos mal que Uribe en la arena política, y Ordoñez en la arena religiosa sabrán conducir el país por el recto camino, no sea cosa que los sueños de tantos puedan hacerse realidad.
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“Ideología de género” - Instituto Humanitas Unisinos - IHU