15 Fevereiro 2019
Compartimos los análisis de Jean Denis SAINT-FÉLIX, superior de los jesuitas en Haití, y Roberto Jaramillo Bernal, presidente de la Conferencia de Provinciales de la América Latina - CPAL, publicados por CPAL Social, 13-02-2019.
Por Roberto Jaramillo Bernal, S.J.
Desde el 7 de febrero pasado, día en que se celebraba el fin de la dictadura y los dos años de posesión del gobierno actual, la población de Haití reclama vehementemente en las calles la renuncia del presidente de Jovenel Moïse.
Joven emprendedor del norte del país, fue lanzado y promovido a su candidatura por el antiguo presidente Martelly, y asumió su cargo después de contestadas elecciones en las cuales fue necesario retrasar la segunda vuelta. Los dos años que lleva en el poder ha sido una demostración repetida de su incapacidad para gobernar y para administrar.
"No hay una sola promesa cumplida, ni una sola medida que él haya tomado en beneficio del pueblo Haitíano. En todas partes hay miedo e incertidumbre. Las manifestaciones cotidianas se convierten en escenas de violencia y saqueos. La mayoría de las gasolineras son objeto de actos de vandalismo, varias empresas han sido saqueada; los vehículos, principalmente del Servicio Estatal (S.E) han sido quemados, al igual que algunas instituciones públicas y privadas; la policía está literalmente abrumada por los acontecimientos" nos dicen desde Puerto Príncipe.
La moneda nacional (gourdes) ha sufrido una fortísima devaluación: la gourde que hace dos años se cambiaba 66 x 1 respecto del dólar hoy está en 83, haciendo la vida imposible en un país donde 10 millones de habitantes sobreviven con menos de dos dólares diarios, los servicios públicos no funcionan, la educación está en crisis, el 63% de la población está desempleada y la violencia en las calles se incrementa. Hoy: la banca está cerrada, el comercio funciona sólo informalmente, no hay servicios básicos de transporte, el agua es escasa, la energía (en las ciudades) es intermitente, las principales carreteras y vías de las ciudades están bloqueadas. Todos reclaman la renuncia de Jovenel Moïse.
Unos días antes de estallar las protestas fue publicado un informe del Tribunal de Cuentas de la nación que reveló irregularidades significativas en el programa Petrocaribe (de transferencia de más de 4 billones de dólares) entre 2008 y 2016 que involucró a 15 exministros y actuales funcionarios, así como al propio presidente Moïse.
Desde el 7 de febrero no hay pronunciamiento oficial: ni del presidente o su primer ministro (no se sabe dónde están), ni de las autoridades de seguridad, ni de los organismos internacionales; solo el llamando core group formado por los embajadores de Brasil, Canadá, Francia, España, los Estados Unidos, la Unión Europea y el Representante Especial de la Organización de los Estados Americanos (OEA), especie de tutores del gobierno (con la vara de la financiación internacional para la reconstrucción) hizo una tímida declaración reclamando una salida pacífica y desconociendo absolutamente el clamor y el drama de las calles. El único organismo que se ha pronunciado hasta ahora es la Conferencia Episcopal Haitíana que ayer, martes 13, publicó una breve nota en que dice:
"Señor, sálvanos que percemos! (Mt 8, 25) Es con este grito alarmante de oración y desesperación de los discípulos a Cristo, que dormía mientras la barca que amenazaba con hundirse, que nos dirigimos a ustedes hoy para decirles que la hora es grave . Debemos despertar para tomar juntos toda la medida del peligro que nos amenaza a todos. Es el momento de unir nuestras fuerzas y nuestras inteligencias para salvar nuestra barca común, Haití, que es nuestro orgullo… Debemos encontrar una solución de sabiduría que tenga en cuenta los intereses superiores de la nación y la defensa del bien común. En este sentido, hacemos un llamamiento a la conciencia ciudadana de las diferentes partes para una decisión patriótica, aunque sea a precio de grandes sacrificios".
La falta de comunicación a nivel internacional se repite, también, al interior del país: así el caos se extiende y la anarquía en las calles se transforma rápidamente en violencia. No se sabe qué medidas esté tomando el gobierno (si las hay), no hay informaciones claras sobre articulaciones políticas en curso, no hay un posicionamiento claro de la comunidad internacional.
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"Los compañeros Jesuitas y colaboradores, igual que la población, nos quedamos estancados en las comunidades; es necesario tener mucha precaución. Estamos en constante comunicación. Un compañero que había venido para la consulta ampliada, no ha podido regresar al norte del país. Yo, finalmente regresé esta mañana a casa; hemos cancelado el Seminario que teníamos programado, ya con 27 personas extranjeras presentes. La gran mayoría ha podido regresar a salvo a sus países; las calles daban miedo y estaban desiertas, excepto que las barricadas aún eran visibles y los neumáticos seguían ardiendo. La delegación de la República Dominicana todavía está en casa; tuvieron que dar la vuelta esta mañana pues no pudieron cruzar las barricadas de neumáticos en llamas.
Pedimos la solidaridad de todos para que no se olvide la existencia de nuestro pueblo y su destino. Confiamos en que el Señor de la vida nos da la gracia de discernir las mejores maneras de estar presentes para que la esperanza finalmente brote en esta tierra. Gracias por su continua solidaridad, su oración y por compartir estas noticias con nuestros amigos y colaboradores"
Jean Denis SAINT-FÉLIX, S.J.
Superior de los jesuitas en Haití.
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Jean Denis SAINT-FÉLIX, S.J
Como saben, la situación política y social del país es cada vez más explosiva, y la población, abandonada a su suerte, ha quedado atrapada en casa por temor a estar en el lugar equivocado en el momento equivocado, en todas partes, aquí en Puerto Príncipe y en las ciudades de las provincias, es miedo e incertidumbre. Las manifestaciones diarias se convierten en escenas de violencia y saqueo. La mayoría de los surtidores de gasolina son objeto de actos de vandalismo, varias empresas han sido saqueadas y saqueadas, se queman vehículos, especialmente los del Servicio Estatal (S.E.), así como algunas instituciones públicas y privadas. La policía está literalmente abrumada por los acontecimientos. Ella deja que suceda con el riesgo de ser víctima de la multitud enfurecida.
En la página web de Alter Presse leemos lo siguiente: "Los camiones de transporte público no han podido viajar ni llevar mercancías de un departamento geográfico a otro desde hace seis días, debido al aumento, a veces violento, de la ira popular contra el deterioro acelerado de las condiciones socioeconómicas de la población. Sólo los pequeños comerciantes y los pequeños comerciantes, que tenían provisiones en reserva, siguen abasteciendo a los habitantes de los diferentes barrios. A pesar de todo, el pan es accesible en los barrios, con panaderías situadas cerca de las casas. Sin embargo, sigue habiendo preocupación por los próximos días, con riesgos de escasez de diversos bienes, falta de dinero, falta de agua potable y de agua corriente, etc. Los mercados de distribución pública y los supermercados permanecen cerrados, dada la volatilidad de la situación política."
En el área metropolitana de la capital, Puerto Príncipe, así como en varias ciudades provinciales, la quema de neumáticos usados, piedras, basura, carrocerías y muchos otros objetos están dispersos en varios distritos, lo que dificulta la circulación de automóviles dentro de las ciudades y en las carreteras nacionales entre los distintos departamentos geográficos. Como en días anteriores, para bloquear el acceso a las diversas carreteras y arterias, se han levantado barricadas con diversos escombros, quemando neumáticos usados, piedras, etc., en todo Puerto Príncipe, en las carreteras nacionales y en varios distritos.
Las autoridades, el Presidente de la República y el Primer Ministro guardan silencio absoluto, con un gran desprecio por toda una población.
Tengo grandes dificultades para ver cómo puede continuar este gobierno porque está siendo criticado por todas las partes por su incompetencia y su incapacidad para reaccionar bien y a tiempo. Se está pidiendo la partida, pura y simple, del Presidente de la República, Jovenel Moïse, así como del Primer Ministro Jean Henry Céant. El Parlamento también está desacreditado. La salida de la crisis no es para mañana, ni siquiera con estas salidas o dimisiones. Las opciones no están claras porque la oposición política tampoco tiene credibilidad. Mientras tanto, la gente está desesperada, está empezando a durar demasiado. La crisis está empezando a tomar una forma particular. Para un pueblo que vive día a día, es imposible aferrarse a él. Tenemos hambre y sed.
Del lado de los jesuitas: al igual que la población, nos quedamos atascados en las comunidades - se requiere precaución. Estamos en constante comunicación. El Padre Perard, que había regresado para la consulta ampliada, no pudo regresar al Norte. Por fin he vuelto esta mañana de Tabarre, donde iba a tener lugar el seminario sobre el Caribe y desde donde se decidió posponerlo debido a la situación del país. Las calles estaban desiertas y asustadizas, excepto por las barricadas que aún eran visibles y las llantas que aún ardían.
Gracias a la diligencia del Padre Thomas y Antonio, los delegados regresaron a casa - admiro su paciencia y calma - y dejé al último grupo, los cubanos, en el aeropuerto antes de regresar. La delegación de la República Dominicana (Max, Martin, Juan Ayala y Edward) sigue dentro de nuestras paredes porque tuvieron que dar marcha atrás esta mañana porque no pudieron cruzar las barricadas de neumáticos en llamas. Actualmente se encuentran en el Centro de Espiritualidad.
La Conferencia Episcopal de Haití (HEC) emitió ayer una nota en la que deploraba la violencia y hacía un llamamiento al respeto de la vida humana y de los bienes materiales, al tiempo que instaba a las autoridades competentes a hacer sacrificios en beneficio de la nación.
Por nuestra parte, creemos que esta situación no puede ni debe continuar. Nuestro futuro como pueblo está totalmente hipotecado. En los últimos días hemos retrocedido enormemente: la ya frágil economía ha sufrido grandes golpes. La pérdida de vidas humanas y de bienes materiales ya es enorme. Desde el 7 de febrero, el miedo y la angustia han conquistado la mente y el corazón de muchas personas. Sabemos muy bien que en todo esto las verdaderas víctimas son los más vulnerables, los más pobres. Ante todo esto, los actores deben asumir sus responsabilidades y sacar las conclusiones necesarias en este momento de gran sufrimiento y dolor. Llamamos también a la solidaridad de todos para que no se olvide la existencia de nuestro pueblo y su destino.
Permanecemos confiados en el Señor de la vida para que Él nos dé la gracia de discernir la mejor manera de estar presentes entre Su pueblo para que la esperanza pueda brotar finalmente en esta tierra.
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Haiti. Dos miradas cercanas de la crisis - Instituto Humanitas Unisinos - IHU