09 Março 2018
En esta entrevista de Miguel Estupiñán de ALC, el padre Ismael Moreno, S.J. recuerda a su amiga y líder social, Berta Cáceres, asesinada hace dos año y nos cuenta cómo su legado adquiere cada día mayor resonancia.
La entrevista es de Miguel Estupiñán, publicada por Agencia Latinoamericana y Caribeña de Comunicación, ALC, 08-03-2018.
“La sangre derramada de Berta Cáceres la tenemos que convertir en pensamiento y en modo de situarnos hoy en la lucha hondureña, centroamericana y continental”, dice Ismael Moreno SJ, director de Radio Progreso, de Honduras.
Recientemente se cumplieron dos años del asesinato de Berta Cáceres, lideresa ambientalista de origen lenca, ganadora del Premio Golman en 2015 por su compromiso en defensa de la naturaleza y de los derechos humanos junto a articulaciones como el Consejo Cívico de Organizaciones Populares e Indígenas de Honduras (COPINH). Ismael Moreno, uno de sus mejores amigos, nos regala unas palabras sobre el legado de Berta, la situación del país, los retos de los movimientos sociales y del periodismo en Honduras, entre otros temas.
La conversación con el padre Melo, director de Radio Progreso y del Equipo de Reflexión, Investigación y Comunicación de la Compañía de Jesús (ERIC-SJ), tuvo lugar en Bogotá (Colombia), durante un encuentro de la coordinación continental de comunidades eclesiales de base, llevado a cabo hace unos días.
¿Cuál es el legado de Berta Cáceres?
En la medida que pasa el tiempo, Berta va creciendo más, porque en ella uno puede recoger un pensamiento y un modo de situarse. Yo llamo a eso “el aporte bertiano”.
El pensamiento de Berta es profundo y sencillo al mismo tiempo. Yo conocí el proceso de su consolidación. Era claramente anticapitalista y antisistémico, se expresaba en la lucha inmediata contra el neoliberalismo feroz, contra los proyectos de extractivismo. Pero también nos ayuda a situar que la lucha anticapitalista y antisistémica es, a la vez, una lucha antipatriarcal, porque es imposible que el capitalismo se entienda sin el patriarcado, el dominio y poder de los varones sobre las mujeres, los territorios, los bienes, el mercado y la política. Dicha lucha es contra el poder que oprime, aplasta, domina, destruye; una lucha que conduce a entender el poder como la capacidad para lograr transformaciones personales y ambientales en el entorno, desde la humanización, desde nuevas relaciones de género. La lucha anticapitalista y antipatriarcal es, por tanto, una lucha contra el poder que oprime y por el poder que humaniza.
Pero hay un tercer dinamismo en el triple pensamiento de Berta y es que fue antirracista, dado que el capitalismo y el patriarcado se asientan en el desprecio de la gente pobre, de los pueblos indígenas, de los campesinos, de la mujer, de las niñas y niños, del trabajador y de la trabajadora, del obrero y de la obrera, del desempleado.
El racismo, hasta en empresas, tiene expresiones normales; por ejemplo, ¿qué nos dice el capitalista, el político que tiene poder y un cargo alto, cuando uno lucha?, ¿qué le decían a Berta? “Igualada, quieres ser como nosotros”. Ella luchó contra el racismo y éste es propio del capitalismo y del patriarcado.
Por tanto, el pensamiento de Berta es actual. Y si queremos luchar tenemos que ser anticapitalistas, antipatriarcales y antirracistas, buscando nuevas relaciones de género, nuevas relaciones humanas en donde no sea la discriminación, el desprecio ni la exclusión lo que domine, sino la inclusión. Eso debe expresarse en un nuevo Estado. Ella lo tenía bien claro al hablar de una nueva Constitución que tiene pasar por una nueva constituyente que sea para todos y no algo reformista. Ella iba a lo radical.
Ese es el pensamiento. Pero también Berta recuerda que hay un modo de situarnos y eso es interesante. Yo tuve el privilegio de conocerla bastante; sus limitaciones, incluso, y también sus procesos de desarrollo.
No solo en una ocasión, Berta llegó a mi casa con mochila y botas de hule a bañarse, diciendo que venía de San Roberto o de Montaña Grande y que la llevara al aeropuerto, para viajar a Ginebra o Washington.
Llegaba entonces con botas de hule y salía con zapatos de tacón. Berta nos ayuda a entender que estaba situada vitalmente en la comunidad lenca y en su pueblo, en el COPINH; esa era su vida, su relación vital: el COPINH, el pueblo lenca, el territorio de Intibuca… Ah, pero de ahí Berta tenía una enorme capacidad para articular esa relación vital con las organizaciones sociales de Honduras y lograr instancias articuladoras.
Recuerdo que el 22 de agosto de 2003, reunidos, Carlos Reyes, veterano dirigente sindical, ella y yo, porque nos habían dado la tarea de elaborar un documento para lanzarlo a lo público el 26 de agosto, en una lucha por el agua y contra la privatización de los bienes públicos, por la cual habíamos pasado varios meses reuniéndonos diversas organizaciones, nos preguntamos quién firmaba el documento y ella me dijo a mí, que estaba de amanuense: “póngale ahí ‘Coordinadora Nacional de Resistencia popular’”, que fue la instancia de articulación más grande que hemos tenido en los últimos 20 años. Yo escribí así en la computadora. El 26, cuando lanzamos y presentamos el llamamiento, habíamos como veinte mil personas en la capital y ahí se conoció la coordinadora, que después dio tanta vida en Honduras. Luego, en 2008, tras una huelga iniciada por los fiscales, se conformó un movimiento por la justicia.
De pronto te encontrabas con que ella había convocado un encuentro centroamericano, mesoamericano, en la lucha contra la militarización, y te encontrabas con guatemaltecos, nicaragüenses, salvadoreños, panameños, costarricenses, mexicanos; luego se iba y la encontrabas en los foros sociales mundiales, hablando sobre la necesidad de salvar el planeta. Se situaba con una visión universal, planetaria, con compromisos regionales muy específicos; con articulaciones nacionales muy bien definidas, pero sembrada en el COPINH y en su tierra, tanto como en sus botas de hule.
Eso no es de cualquiera. Esa forma de situarnos en la lucha es el gran aporte estructural de Berta, un modo de situarse que tiene un pensamiento anticapitalista, antipatriarcal y antirracista, desde un pueblo concreto, pero con mirada y compromiso universal. Ahí está su máximo aporte, que hoy, cuando celebramos el segundo aniversario de su muerte, tenemos que ratificar, para alimentarnos. Esa sangre que se derramó la tenemos que convertir en pensamiento y en modo de situarnos hoy en la lucha hondureña, centroamericana y continental.
¿Qué está pasando en Honduras en este momento?
Lo que tenemos en el país es una alianza entre la reducida oligarquía hondureña con las transnacionales, mayoritariamente de Estados Unidos. Esa alianza es, en la realidad, el auténtico Gobierno hondureño. Ahí es donde se define el presente y el futuro sin contar con el país y a sus espaldas; en esa alianza, por ejemplo, le da el aval definitivo al régimen autoritario. Porque una sociedad cargada de desempleo, violencia, narcotráfico, que son los subproductos del neoliberalismo creados por esa alianza, necesita la militarización para que la inversión sea exitosa en ganancia.
Eso es lo que hay detrás del golpe de Estado de 2009, del fraude electoral y de la inconstitucionalidad en la reelección de Juan Orlando Hernández. He ahí un primer punto.
Pero otro punto también importante tiene que ver con los intereses geopolíticos, porque para asuntos de ganancias particulares y de intereses privados está esta alianza; pero para asuntos estratégicos, políticos, Honduras no importa y sigue siendo la “Banana Republic” de hace 100 años para los intereses de Estados Unidos.
Lo que importa para Estados Unidos, y por eso la presencia de intervención desproporcionada en Honduras, es que el territorio hondureño sea un lugar políticamente manejable para los intereses geopolíticos del Pentágono, del Departamento de Estado y de la Casa Blanca.
Y, en ese sentido, geográficamente estamos hablando de un territorio privilegiado, que vincula auténticamente el norte con el sur del continente; que tiene costas en el Pacífico y el Atlántico, y los vincula; que tiene fronteras con Nicarágua, El Salvador, Guatemala y una mirada inmediata con el Golfo de México y con las costas de Miami y de Nueva Orleans. Es, en términos estrictos, el patio trasero de Estados Unidos desde 1823. Y el patio trasero no lo pueden limpiar nadie más que ellos.
¿Por qué fue el golpe de Estado de 2009? Claros están los intereses de esta oligarquía que no permite negociar ni competir con otros; ni con la medicina de Cuba ni con el petróleo de Venezuela ni con los vehículos de Brasil. Por tanto, defiende sus intereses.
Pero eso no es lo más importante. Lo más importante para los intereses geopolíticos es que el territorio no puede competir con otros intereses, distintos a los del imperio, de cara al Caribe, América del Sur, de cara al propio Centro América. El golpe de Estado ocurrió porque hubo un Gobierno que comenzó a volver su mirada hacia el sur de América, no solo hacia el norte; y comenzó a tener relaciones políticamente interesadas con la Venezuela de Chávez y con la Cuba de los Castro.
Entonces, para el imperio esto no se puede admitir. ¿Y por qué fue el fraude? ¿Por qué se reconoció a Juan Orlando Hernández como presidente electo sabiendo que había sido fraudulento y que forma parte de las redes del narcotráfico en Honduras? No porque lo quieran, sino porque detrás del candidato Salvador Nasralla, que fue el que ganó las elecciones, estaba al fantasma de Manuel Zelaya Rosales; y para el Pentágono y el Departamento de Estado no hay ni la más mínima disposición para permitir que se retorne a antes del 2009, porque este territorio hondureño no es de competencia de otros, sino solo de su competencia geopolítica. Es esa la razón.
Por tanto, hay intereses geopolíticos más importantes, además de lo local, de lo económico, de lo financiero y las inversiones privadas. Los intereses más geopolíticos e internacionales son los que definen lo que va a ser del presente y del futuro desde el imperio de Estados Unidos.
En relación con lo anterior, ¿cómo entender la corrupción y la violación de los derechos humanos?
Para el Gobierno de Estados Unidos que un gobierno sea violador de derechos humanos y corrupto es totalmente secundario, en relación con sus intereses. Ellos saben que Hernández es violador de derechos humanos y que maneja redes de corrupción. ¿Por qué lo sostienen? Porque es más importante este aliado que le da ventajas para impulsar su política de seguridad, que la corrupción. Cuando no les interese, van a sacar a flote la corrupción y la violación de los derechos humanos. Pero eso no es lo más importante para Estados Unidos en este momento.
Llegó la embajadora de Estados Unidos para la ONU y no habló de derechos humanos ni de corrupción; solo de qué bien que se está fortaleciendo la policía y el ejército, y qué bien que estamos juntos en la lucha contra el narcotráfico; porque eso es lo que entra en la geopolítica de Estados Unidos, en el marco de la seguridad.
¿Qué papel está desempeñando el factor religioso en medio de la coyuntura?
Hay dos maneras de verlo. Por una parte, desde el poder. Fundamentalmente, las jerarquías católicas y evangélicas son como el aval divino del proyecto autoritario dictatorial. Hay un contubernio. No solamente no se tocan, sino que se complementan. Y hay ventajas y privilegios para ambos. ¿Por qué Hernández necesita hablar de Dios para todo? Porque no tiene capacidad para impulsar propuestas que tengan consenso. Su Gobierno es ilegítimo, un régimen sin legitimidad. Al no tener legitimidad ninguna propuesta puede alcanzar consenso nacional. Entonces, cuando no tienes capacidad de alcanzar consenso, necesitas algo que lo da y es Dios, en este caso.
Por eso no va a haber discurso de Juan Orlando Hernández en que no utilice a Dios: “de la mano de Dios y del pueblo vamos a hacer esto”, “por gracia de Dios estoy aquí”, “en nombre de Dios vamos a mejorar las condiciones de seguridad disminuir la violencia”. ¿Y ese “en nombre de Dios” quién se lo trasmite, quién se lo avala ? Las estructuras jerarquías religiosas, tanto evangélicas como católicas.
Esta es una manera de ver el factor religioso desde el poder. Pero hay otra manera y es desde las comunidades. Yo tengo la experiencia de decenas, decenas y decenas de comunidades cristianas que no solamente están dolidas con la actitud de las jerarquías, sino que están convencidas de que su modo de situarse en Honduras en este momento y de dar fe y de dar testimonio de su fe en Dios es rechazando la dictadura y poniéndose de lado de las luchas populares y de las manifestaciones. Sé de sacerdotes, conozco pastores y sé de animadores, laicos y laicas, que no se desentienden de que determinado pastor diga tales cosas o aparezca vinculado con el poder. Pero eso no es lo importante. Lo importante es su compromiso personal, que se expresa en estar presente en las luchas sociales. Ese es el otro fenómeno religioso, vivo, activo, dinámico, creador, que tenemos en la realidad hondureña.
¿Qué retos enfrenta el periodismo en Honduras?
Defender a cualquier costo la libertad de expresión en el marco de la política de cerco mediático más feroz que se ha conocido. Porque en Honduras el derecho a la libertad de expresión no lo cercena en primer lugar el ejército, la policía; no lo cercena ni siquiera el dictador, sino el cerco mediático. Los propios medios de comunicación son la quinta columna.
El proyecto dictatorial con su aparataje militar y político tiene a los medios de comunicación, que controla, con el papel de controlar la libertad de expresión, de controlarnos a nosotros.
El desafío es defender la libertad de expresión, en primer lugar, frente al cerco mediático, porque este es la expresión de una estrategia política que, por una parte, busca ignorar al periodista opositor o independiente, o cooptarlo, sobornándolo; o estigmatizándolo o desacreditándole o criminalizándole o eliminándolo. Ese es el camino que se recorre.
Entonces el periodista independiente, el periodista situado en el contexto hondureño, debe evitar que lo eliminen, pero tiene que evitar que lo criminalicen, que lo estigmaticen, que lo sobornen y que se le ignore. ¡Vaya tarea la del periodismo en Honduras!
Yo no creo en el periodismo independiente por sí mismo, creo en el periodismo independiente de todos los poderes establecidos. Pero yo creo en el periodismo comprometido con procesos que lleven a la democratización de la sociedad, para que la libertad de expresión pueda ser una realidad. Mientras no haya democratización, la libertad de expresión va a ser una formulación abstracta e irreal. Por lo tanto, al periodismo en un contexto de dictadura, opresión, de cerco mediático, le toca vivir también en la resistencia, en las trincheras de la defensa de su propia libertad de expresión, para abrirse paso en la lucha por la democratización de la sociedad. Allí es donde está el mayor desafío.
¿Qué oportunidades se abren para los movimientos sociales en medio de la situación que vive el país?
La realidad hondureña, políticamente de dictadura y de un proyecto autoritario que tiene el aval del imperio y de las extremas derechas ya no solo de Centroamérica, sino de todo el continente, nos lleva a las hondureñas y a los hondureños a situarnos en clave de resistencia prolongada. Y allí es que se ubica nuestro lugar y es lo que aporta este contexto hondureño de reflexión. Porque en una realidad como la hondureña uno se encuentra con una doble tentación. Una primera tentación es querer los cambios inmediatos, apurarse para que cambien las cosas, porque es tan fuerte la represión. Como hondureño y como centroamericano, yo nunca había experimentado el peso de una represión institucionalizada como la que estamos viviendo hoy, al final de la segunda década del siglo XXI. Y eso que conocí de cerca la guerra en Nicaragua, El salvador, Guatemala y estuve en los territorios, y estuve en Honduras en los momentos de mayor represión y de implementación de la doctrina de seguridad nacional en el pasado.
Frente a eso uno quisiera que los cambios ocurrieran ya, que caiga la dictadura, que se concreten las propuestas de transformación desde la perspectiva de los movimientos sociales. Pero esa es una tentación.
La otra tentación es encerrarse: el encerramiento, la inmovilidad, el conformismo. Es tan fuerte el poder y tan grande la represión que mejor me encierro en lo de siempre. No podemos cambiar las cosas: esa es la tentación. La primera tentación: cambiemos ya; la segunda: no podemos cambiar, entonces mejor me encierro en mi propio espacio.
Frente a esto, la oportunidad que se abre es la resistencia prolongada de comprometernos ahora, en el ya, pero guardando energías para una transformación que no es de ahora, sino de mediano plazo, pero que ya la vamos realizando.
Esta no es una carrera de velocidad, sino de resistencia. Esto es lo que aporta el momento.
Por otra parte, la realidad hondureña nos puede llevar a querer hacer muchas cosas, pero haciéndolas muy superficialmente. La carrera de resistencia nos tiene que llevar también a una respuesta en profundidad y no solo de extensión; para buscar y aportar desde las raíces y no quedarnos solamente en aportes y respuestas inmediatas, superficiales, haciendo muchas cosas, sino tratando de hacerlas en profundidad, para que los cambios sean, en definitiva, profundos.
¿Qué habría que ser tenido en cuenta de cara a la posibilidad de una Asamblea Constituyente?
Ante todo, hay unas premisas que deben establecerse para avanzar hacia un pacto social. En este momento el asunto es de derechos humanos, que se reconozcan los asesinatos, los presos políticos y todo lo que ha ocurrido después de las elecciones del 26 noviembre. En segundo lugar, se tiene que luchar por la desmilitarización de la seguridad pública y de los territorios. En tercer lugar, hay que investigar las redes de corrupción asociadas al control y uso del Estado como negocio para grupos particulares. Y, finalmente, debe establecerse claramente la inconstitucionalidad del régimen actual y el fraude electoral, para avanzar a un siguiente estadio.
Si no resolvemos esto, primero, todo lo demás quedará pendiente. Es como querer poner el techo sin haber puesto el piso.
Junto con estas premisas, de parte de los movimientos sociales, tenemos la gran tarea de avanzar a elaborar nuestras propias propuestas de soberanía, que tenemos que construirlas nosotros, que deben tener diversos elementos, pero entre otros; por ejemplo, una estrategia de formación masiva. En un pueblo con un nivel de escolaridad tan bajo y este nivel cultural, debe haber una estrategia de formación política, porque la tarea de politizar en el mejor de los sentidos a la sociedad hondureña es condición de posibilidad para cualquier proyecto; particularmente un proceso de politizar a la juventud, que es, sin duda alguna, la nueva generación que está llamada a asumir las grandes tareas hondureñas.
En segundo lugar, tenemos que tener una estrategia mediática para que la formación y la propuesta se pueda difundir, ya sea en redes sociales o radios comunitarias. Todo lo que tenga que ver con articulaciones mediáticas, desde los pequeños hasta los grandes, es otra de las grandes otra tareas.
La otra tarea es la cultural, una estrategia artístico-cultural con la que promovamos la participación de la juventud y de la niñez; por ejemplo, con temas como el ambiente, la soberanía sobre nuestros territorios, sobre el agua, sobre la salud, sobre la educación; y que eso se exprese, por ejemplo, en grandes campañas de dibujos, de cantos, de poesías.
Y, finalmente, una estrategia político-electoral. Tenemos que avanzar hacia una propuesta que conduzca a que todo esto se exprese en políticas públicas; y éstas solo se van a poder a expresar teniendo control del Estado.
Necesitamos que esas articulaciones circulen a través de un sujeto político social, que es una instancia articuladora del movimiento social con movimientos políticos: el instrumento que debe conducir este proceso. Cuando hayamos avanzado en eso es cuando podremos hablar de una auténtica constituyente originaria, porque una constituyente originaria no la podemos hacer sin haber creado el humus; y ese humus es la formación, la politización, la apropiación cultural y artística de lo que somos y tenemos, los grandes contenidos de nuestra lucha, para que eso se pueda expresar en una constituyente orientada a la refundación del país desde el Estado.
¿Cómo alimentas la esperanza?
Hay varias cosas que son personalmente innegociables. ¿Cómo voy yo a cuestionar mi trabajo y mi compromiso si tengo la palabra y vida de Berta Cáceres por detrás? Es imposible. Claro: yo ni soy perfecto ni quiero serlo. Soy un ser humano con mis limitaciones y frustraciones. Pero la memoria de los mártires es como un aguijón que me impide dejarme abatir por la realidad por muy oscura que sea; la memoria de Berta, la más reciente, pero también está la memoria de mis compañeros jesuitas asesinados en El Salvador en 1989 y la de cantidad de compañeras y compañeros que he conocido y fueron asesinados por su compromiso. La memoria de los mártires es la primera fuerza que tengo.
La segunda, más cercana, es que tengo un equipo de muchachos que vienen de orígenes empobrecidos, con muchas limitaciones humanas, con historias difíciles y hemos logrado el compromiso. Pasan todo el día trabajando en periodismo y en derechos humanos para la transformación, muchas veces preocupados por si les va alcanzar la quincena para alimentar a sus hijos o para llevarles a sus padres; pero, también, preocupados si al salir de la radio o del ERIC van a recibir una bala o un insulto, al menos; y, sin embargo, ellos están profundamente comprometidos. Para mí, ese compromiso del equipo es la segunda fuerza.
Y la tercera es el mundo de los pobres: las comunidades que en medio de carencias y limitaciones viven su fe en el Dios de la vida, en la comunidad, en el futuro; a pesar de las carencias humanas y temporales, saben mantener y alimentar la esperanza de otros, como es mi caso.
La fuerza de mis compañeros de equipo, la fuerza de las comunidades y la fuerza de la memoria de los mártires es lo que alimenta mi esperanza.
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Honduras. “En la medida que pasa el tiempo, Berta Cáceres va creciendo más”, dice Ismael Moreno, S.J - Instituto Humanitas Unisinos - IHU