28 Novembro 2017
La sociedad china y la Iglesia necesitan entender y apreciar los valores que se insertan en las tradiciones y contextos sociales y culturales de cada uno, y continuar su diálogo para buscar el bien común.
El comentario es de Joseph You Jiang, sj, publicado por Mensaje, 11-10-2017.
El cristianismo en China afronta en la actualidad, diversos desafíos ante una sociedad y un pueblo chino inmersos no sólo en una crisis moral, sino también espiritual y de fe.
La Iglesia Católica China se encuentra, por tanto, en la búsqueda del desarrollo espiritual y moral de una sociedad cada vez más alejada de sus propias tradiciones y su propia cultura, más pluralista y global. Una sociedad secular y consumista. La tarea esencial y las misiones cristianas en China se centran en comprender cómo integrar la fe en la propia existencia.
Asimismo, la iglesia Católica en China está llamada a poner en marcha una estrategia misionera también en la red, acercándose a los jóvenes católicos, con el objetivo de evangelizar a los chinos y compartir los valores evangélicos también en el ciberespacio.
Por eso la Iglesia debe aprender a relacionarse con la cultura local, para dialogar y comunicarse con la sociedad secularizada, con el fin de desarrollar «una Iglesia católica china con rasgos chinos», que ofrezca esperanza y fe.
Este es precisamente el mensaje del papa Francisco a China, que busca promover una auténtica cultura del encuentro y la armonía de toda la sociedad, esa armonía que ama tanto el espíritu chino.
El cristianismo llegó a China por primera vez hace más de mil años, pero no duró allí largo tiempo. Alopen, monje sirio, introdujo el cristianismo nestoriano en el siglo VII, durante la dinastía Tang, y fundó varios monasterios e iglesias. El nestorianismo apareció de nuevo en el período mongol, en el siglo XIII, y entró en crisis en China en la primera mitad del siglo XIV.
El catolicismo romano creció en este país a costa de los nestorianos durante la última dinastía Yuan. El obispo franciscano Giovanni da Montecorvino comenzó su misión evangelizadora entre los mongoles en Pekín, pero esa misión cesó después de la dinastía mongola Yuan, en 1368.
La llegada de los primeros misioneros jesuitas se produjo en 1582, durante la dinastía Ming: Matteo Ricci y sus compañeros actuaron hasta el comienzo de la dinastía Qing (1644), antes de la controversia de los ritos, que llevó al emperador chino a proscribir el cristianismo durante cien años. En ese período los católicos gozaron de un elevado aprecio social y de gran respeto por parte de la mayoría de la sociedad china, incluso de funcionarios del Gobierno, miembros de la familia real y estudiosos, gracias a lo cual el número de los católicos creció.
En 1842, después de la Segunda Guerra del Opio, el Tratado de Nankín concedió más privilegios a las misiones cristianas en los puertos y, al final, en otras provincias. Así, los jesuitas entraron por segunda vez en China con el apoyo político del gobierno francés y se convirtieron en los líderes intelectuales de la Iglesia católica y en los pioneros del intercambio cultural y educativo entre Oriente y Occidente. A diferencia de su primera llegada, la segunda misión se encontró con una situación política, económica y diplomática más complicada, que al final reforzó la relación entre el pueblo chino y los grupos religiosos extranjeros.
Durante el período republicano (1912-1949) el catolicismo contribuyó de manera significativa al desarrollo de la sociedad china en los sectores de la educación, de los servicios sociales, de la caridad y de la asistencia a los enfermos, ganándose el respeto de muchos chinos. A partir de 1949 y hasta la política china de puertas abiertas de 1978, el catolicismo chino afrontó diferentes desafíos y problemas.
En los años noventa del siglo pasado, el modo de actuar del catolicismo en China se hizo más dinámico y comprometido en la evangelización, en los servicios y en el intercambio formativo con otras regiones y países. También mejoró la formación de las nuevas generaciones de sacerdotes y religiosas.
A comienzos del siglo XXI la Iglesia católica china empezó a enfrentar nuevos desafíos.
En los últimos diez años la China comunista se ha convertido en una nación cada vez más capitalista, con una economía en rápida expansión que ha atraído la atención de la comunidad internacional. En este repentino cambio económico, la sociedad y el pueblo chinos están en búsqueda, a través de diversas tradiciones y disciplinas, de un sentido para la existencia. La «vía cristiana» de esta búsqueda representa un tema de actualidad en el debate social, político y educativo del país. En efecto, el desarrollo y el progreso económico no han eliminado las necesidades espirituales: la fe y la espiritualidad contribuyen de manera significativa a la comprensión del ser humano, de sus valores y aspiraciones.
La sociedad y el pueblo chinos afrontan hoy no solo una crisis moral, sino también y sobre todo una crisis espiritual y de fe. La vida se ha hecho demasiado materialista y utilitarista en todos los sectores, haciendo que muchas personas se alejen de las propias tradiciones y de la propia cultura. Por ejemplo, muchos padres, familias y escuelas chinas parecen más preocupados por los resultados escolares y las necesidades materiales de los estudiantes que por la dimensión espiritual y de fe. Además, las ideas y el comportamiento de muchos chinos están en contraste con las costumbres y valores espirituales tradicionales.
¿Qué estrategias de evangelización y de servicio ha pensado la Iglesia católica china para aproximarse a esta gente, que está en una constante búsqueda de sentido? ¿Se encuentra dispuesta a afrontar este desafío?
Los católicos chinos no están exentos de las actuales tendencias de secularización y corren el peligro de perder la fe o de descuidar la vida espiritual. La Iglesia católica china afronta en la actualidad diversos desafíos. Al contrario de lo que sucedía una década atrás, esta goza hoy de una relativa autonomía respecto del control del Gobierno central y local en muchas regiones. Si bien en el país la libertad religiosa está condicionada, la Iglesia católica china puede desarrollar un papel importante en la misión y en el servicio. Aun así, ¿cómo se coloca esta frente a los cambios y los desafíos de la actual sociedad secular? ¿Cómo valora su papel en el desarrollo espiritual y moral de una sociedad china cada vez más pluralista y global?
En los años noventa la Iglesia católica china tuvo un rápido incremento de las vocaciones sacerdotales, pero en la actualidad estas se encuentran en disminución. Desde 1996 hasta hoy, el número de seminaristas ha descendido a menos de 900 entre seminarios mayores oficiales y no oficiales. Según los datos de la Conferencia Episcopal, hay 3 316 sacerdotes y 5 622 religiosas que deben atender a 20-25 millones de católicos, aparte de desarrollar otros ministerios destinados a diversos sectores de la población.
En una época cada vez más secularizada y consumista, el bienestar y el confort han distraído a muchos jóvenes chinos de una elección de vida al servicio de la Iglesia con condiciones menos confortables y, en algunos casos, también pobres. Además, la política del «hijo único» ha sido un obstáculo importante para que las familias y los jóvenes tomasen en consideración la vocación religiosa y su importancia.
La Iglesia católica china se encuentra frente a una seria crisis vocacional. Aun continuando con la promoción de las vocaciones y con la formación del clero y de las religiosas con amplitud de miras y con espíritu misionero, la Iglesia china está llamada también a implementar una estrategia formativa clara y eficaz para el laicado, que representa un recurso potencial y el núcleo de la Iglesia futura en China. La evangelización y la misión tienen necesidad de un laicado bien preparado.
En 2012 la Comisión para la Iglesia Católica en China, de la Santa Sede, declaró que «los laicos creyentes en China tienen que crecer en gracia delante de Dios y de los hombres alimentando y perfeccionando su vida espiritual como miembros activos de la comunidad parroquial y comprometiéndose en el apostolado, también con la ayuda de asociaciones y movimientos eclesiales que favorezcan su camino formativo». La comisión hizo notar asimismo que «los pastores —obispos y sacerdotes— deberían realizar todos los esfuerzos para reforzar a los fieles laicos en su conocimiento de las enseñanzas del concilio Vaticano II, en particular por lo que respecta a la eclesiología y a la doctrina social de la Iglesia. Además, será útil dedicar especial atención a la preparación de operadores pastorales que se dediquen a la evangelización, a la catequesis y a las obras de caridad. […] Por último, hay que esperar una respuesta adecuada a los fenómenos de la migración interna y de la urbanización».
Con estas claras líneas a modo de guía, la Iglesia católica china y sus líderes en los distintos niveles no podrán sino acelerar el proceso y el desarrollo sustentable de programas de formación de los laicos. Los párrocos y los obispos deberían permitirles asumir papeles de responsabilidad en la misión y en el servicio de la Iglesia.
Los medios tradicionales de los que disponían los católicos chinos para conservar y acrecentar su fe eran la participación en la misa, la oración y la recepción de los sacramentos. Experiencias como compartir la fe en grupo, el estudio personal de la Biblia y otras actividades de fe no eran habituales para muchos católicos. En el pasado, el bautismo era casi la única ocasión en que se podía ayudar a las personas a comprender la doctrina y las enseñanzas católicas, así como a aplicarlas en su vida.
No obstante, en años más recientes la situación ha cambiado y se ha verificado un gradual crecimiento en la formación de la fe. Por ejemplo, algunas diócesis y parroquias han realizado diversos programas de formación: catequesis dominicales para niños, retiros estivales para jóvenes, grupos de jóvenes adultos, estudios bíblicos, momentos de oración, retiros de formación espiritual, campamentos estivales para estudiantes universitarios, dirección espiritual y actividades de servicio social. Estos programas no solo sirven para desarrollar la fe, sino también para hacer que la sociedad secular conozca mejor a la Iglesia católica.
Hoy en regiones como Hebei o Shanxi existe una fuerte presencia de católicos y se promueven grupos juveniles, estudios bíblicos y grupos de oración. En otras regiones encontramos un buen grupo de católicos comprometidos que pueden realizar actividades ministeriales y asistir a los párrocos en su ministerio. De todos modos, corresponde a los párrocos y a los obispos la tarea esencial de favorecer la participación de los católicos en la misión y en los servicios de la Iglesia.
En una China sobre la que pesan muchos problemas sociales y éticos, los jóvenes católicos, que son la esperanza de la Iglesia del mañana, están buscando comprender cómo integrar la fe en la propia existencia y cómo enfrentar las necesidades sociales y practicar un servicio concreto.
En los últimos veinte años muchos sacerdotes, religiosas y laicos se marcharon a otros países para profundizar sus estudios religiosos; por ejemplo, a Filipinas, Estados Unidos, Irlanda, Alemania, Italia, Francia y Taiwán. Es obvio que, una vez de regreso en China, tuvieron que afrontar una serie de problemas ligados a su readaptación a la cultura originaria: desde el estilo del ministerio pastoral hasta las relaciones entre clero y laicado. No obstante, lo que han aprendido en el extranjero en las disciplinas espirituales, pastorales, bíblicas, teológicas y ecuménicas redunda en beneficio de toda la Iglesia china.
Así, en Estados Unidos los padres y hermanos del movimiento misionero Maryknoll han formado desde 1991 a 137 responsables de la Iglesia china para que pudiesen regresar a la patria y animar la vida de fe como docentes en los seminarios, superiores de comunidades religiosas y operadores pastorales. A partir de entonces, la Santa Sede nombró obispos a cinco sacerdotes provenientes de esta experiencia. De ese modo, aunque en China el catolicismo sigue siendo una realidad minoritaria, estos responsables eclesiales pueden ser levadura para toda la población, ofreciendo testimonio de los valores del Evangelio.
Un testimonio convincente puede ser dado también por líderes de Iglesia formados de manera adecuada gracias a su capacidad de ofrecer a los demás un servicio y un diálogo de más alto nivel. En los últimos dos años más de un centenar de sacerdotes, religiosas, seminaristas y laicos se han ido a estudiar a Taiwán, a la Facultad de Teología de San Roberto Belarmino, Universidad Católica de Fu Jen, la única facultad pontificia de lengua china. Muchos son sacerdotes de unos 40 años, mientras que la mayoría de los religiosos —hombres y mujeres— tiene entre 20 y 40. Respecto de Hong Kong, Filipinas o los países occidentales, la Facultad de Taiwán tiene la ventaja de ofrecer las lecciones en chino mandarín, de modo que los estudiantes no tienen que aprender una nueva lengua.
En los últimos dos decenios Internet ha transformado la vida y el desarrollo social en todo el mundo. En China el acceso a Internet, aunque controlado por el gobierno, no solo ha producido en los últimos años resultados económicos positivos, sino que ha transformado también en profundidad tanto la estructura social como las relaciones.
Algunos sitios católicos populares ofrecen una información básica y un cierto conocimiento de la Iglesia, pero hay todavía mucho por hacer en lo que respecta a una presencia institucional y profesional en la red. La Iglesia católica china está llamada a poner en marcha una estrategia misionera en la red. Por eso es importante que conozca las más recientes tecnologías de la información y se haga presente en plataformas multimedia como WeChat, Sina blog y Weibo (microblog) para evangelizar a los chinos y para compartir los valores evangélicos de manera más eficaz. Internet conquista la vida de los chinos, y hoy su influencia se ha extendido también a los temas de fe y religión haciendo posible que una parte creciente de la población busque y, tal vez, hasta experimente a Dios también en el ciberespacio.
En la época de la globalización, la sociedad y el pueblo chinos se han vuelto más abiertos y tolerantes para con la Iglesia católica. En algunas regiones han crecido la vida y la práctica religiosas. El Gobierno y la sociedad de China aprecian el papel y la función de los grupos religiosos, así como la importante aportación que estos hacen a los servicios sociales.
Como China tiene características propias que la distinguen del resto del mundo, la Iglesia católica china debe aprender a relacionarse con la cultura local y con las autoridades políticas. En otros términos, aun manteniendo la propia identidad, la Iglesia está llamada a desarrollar «una Iglesia católica china con rasgos chinos», de modo que inculturice sus enseñanzas y los valores del Evangelio.
Por eso la Iglesia debería adoptar nuevas estrategias para llegar al mayor número posible de personas, para dialogar y comunicarse en una sociedad cada vez más secularizada.
«Una Iglesia católica china con rasgos chinos» ofrecerá a todos esperanza, fe y aliento. Solo cuando aquella salga del propio recinto para abrazar y apreciar aspectos diversos de la vida humana podrá hacer una aportación significativa al desarrollo cultural, espiritual y social de la nación china. En efecto, la Iglesia no solo ofrece servicios sacramentales y religiosos, sino que puede también dialogar con las culturas y las tradiciones chinas, con su rica historia en el arte, en la música, en la literatura y en la poesía.
Mientras el Partido Comunista siga siendo el único partido de gobierno, el marxismo seguirá constituyendo la referencia ideológica de la sociedad. Por eso la Iglesia católica china está llamada a redefinir su papel y sus relaciones con el Partido Comunista y con su ideología. Esto no significa que la Iglesia deba estar de acuerdo con la política y con los valores del partido, sino más bien que debe encontrar soluciones flexibles y eficaces para continuar su misión y su ministerio en China. Una vez instaurado este diálogo, la Iglesia católica y la sociedad china no chocarán más, porque los valores culturales y tradicionales chinos y los valores evangélicos y la enseñanza de la Iglesia tienen muchas cosas en común.
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Por tanto, el catolicismo chino del siglo XXI tiene frente a sí múltiples desafíos y oportunidades. El sociólogo de las religiones Richard Madsen escribió que los cristianos necesitan profundizar su capacidad de cuidar de los otros y de hacer de la Iglesia un testigo más auténtico de las necesidades sociales, en particular saliendo al encuentro de los que sufren.
Los católicos chinos deberán prestar atención a las necesidades de la gente, discernir los signos de los tiempos y responder a ellos con mayor prontitud y eficacia. Como se ha dicho, la Iglesia católica china necesita sobre todo formar un buen grupo dirigente y preparar al clero, pero también las órdenes religiosas y los laicos tienen que descubrir nuevas modalidades para realizar su misión. Puesto que el país y la sociedad china van abriéndose en general cada vez más a las religiones, el catolicismo podrá encontrar un lugar estable ahí y seguirá siendo expresión de una Iglesia abierta y con caracteres de identidad china. La sociedad china y la Iglesia deben comprender y apreciar los valores presentes en ambas tradiciones y proseguir su diálogo en busca del bien común.
Este es precisamente el mensaje del papa Francisco a China. En su primera e histórica entrevista sobre dicha nación, concedida a Francisco Sisci para el Asia Times el 28 de enero de 2016, el Papa dijo: «Es una tierra bendecida de muchas maneras. Y la Iglesia católica, una de cuyas tareas es respetar a todas las civilizaciones, tiene más que nunca el deber de respetar esta civilización. La Iglesia tiene un gran potencial para recibir cultura».[1]
El mensaje de diálogo, encuentro y armonía ha sido repetido varias veces por Francisco. Eso sucedió, por ejemplo, el pasado 21 de mayo en el Regina coeli cuando, en ocasión de la celebración de la Santísima Virgen María como «Auxilio de los Cristianos», venerada en el santuario de Sheshan en Shanghái, afirmó: «Nos uniremos todos espiritualmente a los fieles católicos en China», y prosiguió: «A los católicos chinos les digo: levantemos la mirada a María nuestra Madre, para que nos ayude a discernir la voluntad de Dios sobre el camino concreto de la Iglesia en China y nos sostenga en el acoger con generosidad su proyecto de amor. María nos anima a ofrecer nuestra contribución personal para la comunión entre creyentes y para la armonía de toda la sociedad. No olvidemos testimoniar la fe con la oración y con el amor, manteniéndonos abiertos al encuentro y al diálogo, siempre».
Recordemos que el año anterior, en la misma ocasión («Ángelus», 22 de mayo de 2016), el Papa había dicho: «Que en este año de la misericordia los católicos chinos puedan, junto a los que siguen otras nobles tradiciones religiosas, convertirse en signo concreto de caridad y reconciliación. De ese modo promoverán una auténtica cultura del encuentro y la armonía de toda la sociedad, esa armonía que ama tanto el espíritu chino”.
Nota:
[1] Cita en traducción a partir de la versión italiana hecha por el entrevistador y publicada aquí. Para la publicación original de la entrevista, en inglés, véase aquí.
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El catolicismo en China en el siglo XXI - Instituto Humanitas Unisinos - IHU