18 Novembro 2016
“En la cruz Jesús manifiesta su reinado, que es un reinado de Misericordia, en el cuál nacemos como hijos e hijas de Dios, hermanos de todo la creación!”.
El comentario del Evangelio, corresponde a la Solemnidad de Cristo Rey (20-11-2016), es elaborado por Maria Cristina Giani, Misionera de Cristo Resucitado.
El pueblo estaba mirando y los jefes se burlaban de él diciendo: ---Ha salvado a otros, que se salve a sí mismo, si es el Mesías, el predilecto de Dios. También los soldados se burlaban de él. Se acercaban a ofrecerle vinagre y le decían: ---Si eres el rey de los judíos, sálvate. Encima de él había una inscripción que decía: Éste es el rey de los judíos. Uno de los malhechores crucificados lo insultaba diciendo: ---¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti y a nosotros. Pero el otro lo reprendió diciendo: ---¿No tienes temor de Dios, tú, que sufres la misma pena? Lo nuestro es justo, recibimos la paga de nuestros delitos; éste, en cambio, no ha cometido ningún crimen. Y añadió: ---Jesús, cuando llegues a tu reino acuérdate de mí. Jesús le contestó: ---Te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso.
Para comprender este evangelio que comienza presentando al pueblo que permanece allí, mirando, cabe preguntarnos que mira?
La respuesta la encontramos en los versículos anteriores a este texto: “ Cuando llegaron al lugar llamado La Calavera, los crucificaron a él y a los malhechores: uno a la derecha y otro a la izquierda”.
En la solemnidad de Cristo Rey la Igleisa nos invita a dirigir nuestra mirada a Jesús Crucificado y al Pueblo que permanece alli...mirándolo.
¿Qué vemos?
Ciertamente no es la imagen de rey que estamos acostumbrados a ver en los libros de historia, en los diarios u otros medios de comunicación de hoy, reyes famosos, ricos y poderosos.
Frente a nosotros aparece un hombre judío, joven, sufriendo injustamente la mayor pena aplicada a los reos de aquel tiempo, la crucifixión.
¿Qué escuchamos?
No son aplausos, ni aclamaciones de apoyo o victoria, sino palabras de burla y decepción, muchos de los que estaban allí habían creído en El como el nuevo Mesías que los liberaría de la esclavitud del Imperio. Talvez si hacemos más silencio llegamos a escuchar algunas palabras de tristeza frente a la muerte de un hombre tan bueno, que hizo tanto bien.
Sin duda la propuesta del Reino de Dios, de la cual Jesús es Rey, no solo es contraria a cualquier lógica, sino que hasta resulta una locura escandalosa: “ Mesías crucificado, escándalo para los judíos, locura para los paganos” (1Cor 1,23) hasta los días de hoy.
Miremos de nuevo a Jesús Crucificado, Rey de los judíos, y pidámosle que nos haga conocer lo que El vive, siente, en este momento.
Las palabras de los dos criminales que se encuentran uno a cada lado de Jesús y el diálogo que tiene con uno de ellos, puede ayudarnos a adentrarnos en el corazón de nuestro Rey?
El primero incapaz de reconocer su realidade y lleno de falsa suficiência, descarga su rabia y desesperación en Jesús. Y la respuesta que obtiene de Él es un silencio paciente.
¿Cuántas veces Jesús tiene con nosotros este silencio paciente?
Las palavras de Pedro pueden iluminar esta paciência de Jesús con este hombre y con cada uno/a de nosotros/as: “Consideren que la paciencia de Dios com nosotros es em vista a nuestra salvación” (1P 3,15).
El segundo criminoso tiene una actitud totalmente diferente. Sus palabras revelan que es consciente de su condición de malhechor, de pecador y desde esa situación humildemente pide a Jesús: “Jesús, cuando llegues a tu reino acuérdate de mí”.
Este hombre nos enseña dos cosas, la primera es que no importa lo que hayamos hecho, ni la situación en la que nos encontremos, siempre tenemos la capacidad y la posibilidad de dirigirnos confiadamente a Jesús, pidiéndole lo que precisamos.
Su segunda enseñanza es su fe, su oración es una proclamación de fe, semejante a la confesión del oficial romano a los pies de la cruz que nos narra Mateo: “el centurión y la tropa que custodiaban a Jesús decían muy espantados: ---Realmente éste era Hijo de Dios” (Mt 27,54).
Sin duda que este pedido conmovió el corazón de Jesús, al punto que su respuesta supera el pedido y sorprende: “Te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso”.
Cuánta misericordia brota de Jesús Crucificado! No es el sufrimiento lo que nos salva, es el amor misericordioso del Padre revelado en la entra máxima de su Hijo lo que nos salva y reconcilia!
En la cruz Jesús manifiesta su reinado, que es un reinado de Misericordia, en el cuál nacemos como hijos e hijas de Dios, hermanos de todo la creación.
La fiesta litúrgica de hoy es una invitación a vivir y expandir la fiesta de la Misericordia en un mundo crucificado de maneras tan diferentes.
Al besar tu cuerpo
Una paz me invade
Y mi ser grita te grita
Su sed de eternidad.
Bendita humanidad
E la cual puedo amarte,
Y convierte la mía
en plena disponibilidad.
Tu existencia histórica
Se extiende por los siglos
Envolviéndonos
En un compromiso terreno.
Basta de hambre,
De injusticia y desigualdad
De la cruz continuas gritando
Con diferentes rostros y lenguas!
Ayúdanos Señor de la vida y de la historia
A hoy “bajarte de la cruz”
Para así poder celebrar juntos/as
En Reino, banquete sin fin.
Otros comentarios del evangelio pueden ser leídos aquí.
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Solemnidad de Cristo Rey - Instituto Humanitas Unisinos - IHU