25 Abril 2016
Salim Lamrani, académico especialista de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos, conversa sobre la cuestión de los derechos humanos, punto de divergencia entre ambos países.
La entrevista es de Sébastien Madau, publicada en el sitio La Marseillaise, 23-03-2016.
La entrevista puede ser leída abajo.
Estados Unidos ha indicado que iba a evocar con Cuba el tema de los derechos humanos, ¿a qué aspectos se refiere?
Estados Unidos siempre ha instrumentalizado el tema de los derechos humanos con fines políticos. Conviene recordar que desde 1991 Washington esgrime el argumento de los “derechos humanos” para justificar su hostilidad hacia La Habana y mantener las sanciones económicas que estrangulan a la población de la isla. Para explicar el estado de sitio contra Cuba, la retórica diplomática fluctuó según las épocas: desde 1960 Washington aludió sucesivamente a las nacionalizaciones, a la alianza con la Unión Soviética, luego a la ayuda que brindó Cuba a los movimientos de independencia en África y a los grupos revolucionarios en América Latina y finalmente a los derechos humanos.
Para Estados Unidos los derechos humanos y la democracia son automáticamente sinónimos de multipartidismo, de economía de mercado y de medios de comunicación privados. Desde luego los cubanos no comparten este punto de vista.
Cuba, por su parte, dice estar dispuesta a abordar esta problemática, pero siempre que se hable también de la situación en Estados Unidos, ¿qué quiere subrayar exactamente?
Cuba siempre ha estado dispuesta a abordar todos los temas con Estados Unidos con tal de que se respeten tres principios: la igualdad soberana, la reciprocidad y la no injerencia en los asuntos internos.
Cuba considera que los derechos económicos y sociales son tan importantes como los derechos civiles y políticos. Así, es imprescindible que todos los ciudadanos, cualquiera que sea su origen étnico, geográfico o social, tengan acceso universal a la educación, a la salud, a la cultura, al ocio y a la seguridad, sin ninguna discriminación. Evidentemente la sociedad de Estados Unidos está lejos de ofrecer todas estas garantías. Cerca de 50 millones de personas no tienen acceso a una protección social digna de ese nombre. Las minorías de ese país tan rico sufren desempleo, precariedad y son las principales víctimas de la violencia que cometen las fuerzas del orden. La repartición de las riquezas es inexistente. Ahora bien, toda democracia debe proceder a una repartición equitativa de la riqueza nacional para que cada ciudadano pueda vivir con dignidad.
Entre Cuba, que no piensa renunciar a su sistema socialista, y Estados Unidos que tiene como objetivo mantener su posición de primera potencia capitalista del mundo, ¿acaso se puede imaginar que este debate termine en un statu quo y que se restablezcan al mismo tiempo las relaciones?
Conviene recordar que el conflicto que enfrenta a Cuba y Estados Unidos es asimétrico. De un lado hay un agresor, Estados Unidos, que impone sanciones económicas que afectan a todas las categorías de la población desde hace más de medio siglo; que ocupa ilegalmente una parte del territorio nacional de un país soberano, Guantánamo; que financia a una oposición interna para subvertir el orden establecido, lo que es ilegal según el derecho internacional; que fomenta, mediante la Ley de Ajuste Cubano y el Programa Médico Cubano, la emigración ilegal exclusiva de cubanos para vaciar el país de su capital humano; y que multiplica los programas de radio y televisión, Radio y TV Martí, destinados a sembrar la discordia en Cuba, en violación, otra vez, de la legislación internacional.
Por otra parte se encuentra Cuba, una pequeña nación de 11 millones de habitantes, con sus virtudes y límites, que nunca agredió a Estados Unidos, que siempre declaró su voluntad de mantener relaciones pacíficas con todos los países del mundo, basadas en el derecho internacional, y que aspira a elegir su propio camino y a edificar una sociedad diferente respetando la voluntad del pueblo soberano.
Así, todo depende de Washington. Si el vecino del Norte acepta la realidad de una Cuba diferente, independiente y soberana, que no negocia su sistema político, ni su modelo social, ni su política exterior, entonces ambos países podrán coexistir en un entendimiento cordial y los dos pueblos, que tienen tantas cosas en común, podrán reforzar sus lazos fraternales.
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Cuba - Estados Unidos, «un conflicto asimétrico (IHU/Adital) - Instituto Humanitas Unisinos - IHU