07 Outubro 2016
“Es urgente que nos convirtamos, que eduquemos nuestra sensibilidad para percibir la presencia y acción de Dios en el camino, en nuestro día a día, en lo cotidiano”.
El comentario del evangelio de la Liturgia del Domingo de la 28ª Semana del Tiempo Ordinario (09-10-2016) es elaborado por María Cristina Giani, Misionera de Cristo Resucitado.
Yendo él de camino hacia Jerusalén, atravesaba Galilea y Samaría. Al entrar en una aldea, le salieron al encuentro diez leprosos, que se pararon a cierta distancia y alzando la voz, dijeron: ---Jesús, Maestro, ten piedad de nosotros. Al verlos, les dijo: ---Id a presentaros a los sacerdotes. Mientras iban, quedaron sanos. Uno de ellos, viéndose sano, volvió glorificando a Dios en voz alta, y cayó de bruces a sus pies dándole gracias. Era samaritano. Jesús tomó la palabra y dijo: ---¿No se sanaron los diez? ¿Y los otros nueve dónde están? ¿No ha habido quien volviera a dar gloria a Dios, sino este extranjero? Y le dijo: ---Levántate y ve, tu fe te ha salvado.
Con el evangelio de hoy continuamos caminando con Jesús a Jerusalén. Lucas no se cansa de presentarnos a Jesús como peregrino, es en ese caminar que se van dando los diferentes encuentros salvíficos.
Para mejor situarnos en el texto recordemos que en la época de Jesús los leprosos eran obligados a abandonar su familia y debían vivir fuera de la ciudad, al relente, en la marginalidad social y religiosa. Llevaban colgado en su cuello una campana para que su sonido alertase de la proximidad del leproso.
Es por esto que estos diez leprosos tienen que llamar la atención de Jesús gritando desde lejos: “Jesús Maestro, ten compasión de nosotros”.
El evangelio sólo dice que Jesús los ve. Intentemos imaginar ¿cómo es esa mirada de Jesús, lo que él siente en ese momento frente a estos hombres tan heridos?
Jesús no es indiferente a su dolor y sin miedo de quedar impuro les dirige la palabra, que los cura devolviéndole su dignidad: “Id a presentaros a los sacerdotes”. En aquella época son los sacerdotes quienes certifican si un leproso había sido curado y autorizaban su re-integración en la vida social y religiosa.
En el camino los leprosos quedan curados nuevamente aparece la importancia del camino para Lucas, o mejor, de caminar conducidos por las palabras de Jesús.
Pero parece que no basta sólo caminar obedeciendo a Jesús es necesario tener la capacidad de percibir lo que su palabra hace en nosotros.
Esto es lo que nos enseña el leproso samaritano: “Uno de ellos, viéndose sano, volvió glorificando a Dios en voz alta, y cayó de bruces a sus pies dándole gracias”.
¡A veces caminamos con tanta prisa que no conseguimos darnos cuenta de lo que Dios está haciendo a nuestro alrededor y en nosotros mismos! Somos discípulos ciegos, impermeables a su acción.
Por eso es urgente que nos convirtamos, que eduquemos nuestra sensibilidad para percibir la presencia y acción de Dios en el camino, en nuestro día a día, en lo cotidiano.
Adelia Prado poetisa brasilera de Minas Gerais, de gran sensibilidad espiritual expresa esto de una manera muy hermosa en su poesía: “La poesía, la salvación y la vida”.
Yo pienso
qué tiene que ver el pantalón azul del Sr. Raúl
con el momento
en que Pilatos decide la inscripción
JESUS NAZARENUS REX JEDEORUM.
Yo no sé qué tiene que ver,
pero sé que existe un grano de salvación
escondido en las cosas del mundo…
El pantalón azul del Sr. Raúl
para mí,
forma parte de la Biblia.
Sólo de esta manera percibiendo, contemplando la acción de Dios, los granos de salvación que se esconden, se manifiestan en los “pantalones azules” de nuestra vida, seremos agradecidos y agradecidas.
El leproso al darse cuenta de su cura, sabe que la misma no sucedió por mérito propio, sino por el amor compasivo y gratuito de Jesús. Por eso vuelve a buscarlo y se tira a sus pies para agradecerle.
El agradecimiento brota de la alegría de sabernos amados gratuitamente por Dios en cada instante de nuestra vida, por el simple hecho de existir.
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¿Qué percibimos en el camino? - Instituto Humanitas Unisinos - IHU