25 Novembro 2019
Martires de Chapi y Lucmahuaycco. Perú, †1984.
Chapi es un grupo de comunidades donde más de tres mil campesinos cosechan coca y café y crían animales de carga. Está en la provincia de La Mar, departamento de Ayacucho. La carretera llega sólo hasta Vilcabamba. Desde allí hay un larguísimo tramo a pie, a veces a 5.000 metros de altura, para bajar después hasta la ceja de selva, a orillas de Apurimac.
Entre junio y julio, Chapi ha desaparecido a causa de los intensos bombardeos desde helicópteros artillados contra la población civil. Dicen perseguir a presuntos cómplices de la guerrilla. Disparan sin clemencia. De día y de noche. "Eran de color pasto y algunos semianaranjados y pasaban varias veces por el mismo lugar", cuenta Alejandro Delgado, que logra sobrevivir. Los campesinos de Mejorada y Almachayoc, huyendo, se internan en los carrizales. Allí son cercados por el fuego de los bombardeos. "No sé cuántos murieron quemados, pero todavía se pueden ver restos calcinados", sigue contando Alejandro. Muy cercano a lo que fue Chapi está Lucmahuaycco, en el distrito de Chungui, también en Ayacucho. Sus habitantes corren peor suerte. Los asesinos son sus propios hermanos, los integrantes de los Comités de Defensa Civil, paramilitares campesinos, creados en 1982 para defender, supuestamente, al campesinado de la guerrilla.
El 15 de noviembre doscientos ochenta paramilitares, al mando de los oficiales Salas y Bendezú, más veinte efectivos de la Guardia Civil de Quillabamba, salen para Lucmahuaycco. El operativo es para "capturar subversivos". Con ello justifican la tortura de campesinos de pequeños poblados del camino "para obtener información". A la madrugada del 26 llegan a Lucmahuaycco. Sus habitantes son sorprendidos y abatidos por las balas de la guardia y los cuchillos y hachas de los paramilitares. Los que pretenden huir son igualmente perseguidos y asesinados. Los detenidos son ejecutados en el momento. Terminada la matanza de treinta y dos personas, comienza el saqueo de su ganado, de sus herramientas, de todo el dinero que encuentran. Para los capturados con vida: mujeres embarazadas, ancianos desnutridos y madres con muchos niños, el calvario no ha terminado. Amarrados unos a otros, se los llevan a Quillabamba. El camino es largo y agotador. Los niños desfallecen. Los guardias quieren deshacerse de esa carga y obligan a sus madres a dejarlos por el camino. A Quillabamba llegan sólo treinta y quedan detenidos en la Comandancia. Liberados por la solidaridad de organizaciones populares y de derechos humanos, tienen terror de volver a Lucmahuaycco. Allá quedaron sus mártires como semilla de un Perú que florecerá algún día en libertad y justicia.
FECHAR
Comunique à redação erros de português, de informação ou técnicos encontrados nesta página:
26 de novembro de 1984 - Instituto Humanitas Unisinos - IHU