31 Agosto 2020
Leónidas Proaño. Ecuador, †1988.
«El obispo del poncho a rayas» nació el 29 de enero de 1910 en San Antonio de Ibarra (Provincia de Chimborazo, Ecuador) y fue ordenado sacerdote en 1936. Desde 1954, año de su consagración como obispo, y hasta su jubilación, pocos años antes de su fallecimiento (1988) ha ejercido su ministerio pastoral en la diócesis de Ríobamba, zona que tiene una población cuyos dos tercios son indígenas, quienes en un principio le declararon persona «non grata».
Durante sus largos años de ministerio episcopal ha seguido una pastoral liberadora, siendo sus principales instrumentos de evangelización las escuelas radiofónicas, las cooperativas y las comunidades de base. Su objetivo es construir una Iglesia comprometida incondicionalmente con la liberación del indio y del pueblo oprimido. Esto le ha acarreado tanto la vigilancia y el control de su actividad pastoral por parte del Vaticano, que llevó a enviar un visitador apostólico a su diócesis en 1973, como la persecución del poder político, que llegó a detener a 17 obispos de diversos países latinoamericanos, reunidos en la casa diocesana de Santa Cruz con Monseñor Proaño a la cabeza en 1976.
Su acción pastoral se mueve a tres niveles estrechamente relacionados entre sí, como son: la concienciación, la evangelización y la política. Siendo las prioridades pastorales de su diócesis la creación de equipos (de reflexión, de misión, de evangelización, de pastoral, etc., formado por sacerdotes, religiosos y, sobre todo, seglares), el fomento de una Iglesia comunitaria a través de comunidades de base vinculadas a la Iglesia local y relacionadas entre sí y una pastoral de conjunto viva, con un mínimo de organización, animada por un mismo Espíritu.
Las líneas de fuerza en que se sustenta la toma de posición política de la diócesis de Ríobamba son las siguientes: 1) despojo de su título de propietaria de posesiones y puesta en marcha de la reforma agraria en tierras que tuvo como suyas; 2) ayuda al despertar de la conciencia de justicia y del sentido comunitario entre los grupos humanos; 3) formación de una conciencia crítica en el pueblo para que pueda participar responsablemente en la política; 4) puesta en práctica de métodos de educación liberadora; 5) denuncia de las injusticias.
Cuando, en 1985, presentó su renuncia al Papa por motivos de edad, Juan Pablo II lo nombró «obispo de los indios», título que mucho antes le había conferido el pueblo.
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31 de agosto de 1988 - Instituto Humanitas Unisinos - IHU