23 Março 2018
Al comienzo del Evangelio de Juan leemos: “La luz verdadera que ilumina a todo hombre estaba viniendo al mundo (…) vino a los suyos y los suyos no la recibieron. Pero a los que la recibieron, a los que creen en ella, les hizo capaces de ser hijos de Dios (….Nadie ha visto jamás a Dios, el Hijo único, Dios que estaba al lado del Padre, El nos lo dio a conocer” (Juan 1, 9-18).
El Evangelio de Juan nos está hablando de Jesús. Nosotros hablamos y reflexionamos desde la Compañía de Jesús cuyas universidades sólo serán de inspiración cristiana en el siglo XXI si están iluminadas por esa luz. Además del cuarto Evangelio, de la comunidad de Juan salieron las cartas de Juan, en las que resuena este prólogo del evangelio joaneo: “todo el que ama es hijo de Dios y conoce a Dios. Quien no ama no ha conocido a Dios, ya que Dios es amor” (1 Juan 4,7-9). “El amor es vida, quien no ama está muerto” (1 Juan 3,15) ) ¿Cómo sabemos que Dios es amor y que en el amor está Dios? Por Jesús que da la vida. “A Dios nunca lo ha visto nadie, si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros y el amor de Dios ha llegado a su plenitud en nosotros” (1 Juan 4, 12-13). “Si uno dice que ama a Dios mientras odia a su hermano, miente, porque si no ama al hermano a quien ve, no puede amar a Dios a quien no ve” (1 J. 4,20).
El articulo es de Luis Ugalde, SJ, ex-rector de la Universidad Católica Andrés Bello, Caracas, Venezuela, e ex-Presidente de la Asociación de Universidades de la Compañía de Jesús de América Latina - AUSJAL.
En pleno siglo XXI y en el corazón de la universidad los seguidores de Jesús tenemos que dar razón de estas afirmaciones y demostrar que hay una profunda diferencia humanizadora entre una universidad inspirada y animada por ellas y la que no. No solamente es nuestra identidad, sino que las sociedades necesitan universidades que no reducen al cultivo de sólo la racionalidad instrumental.
El Siglo de las Luces y el oscurantismo religioso
El siglo XVIII de Occidente sido llamado el Siglo de las Luces. La muy poderosa revolución cultural de la lustración prometió acabar con el oscurantismo de las religiones -principalmente de la cristiana- sustituyéndolo por la diosa Razón. Por ello en el amanecer de la Revolución Francesa la diosa Razón representada por una señorita fue entronizada en la catedral de Notre Dame de París, desplazando así el culto católico. Esa entronización prometía acabar con la oscuridad y el oscurantismo, con lo cual desaparecerían la miseria y el mal de la humanidad, porque – se afirmaba- la ignorancia era la causa del mal. Una vez vencida ésta, brillarán la luz y la vida.
Para la Ilustración deísta hay un Ser Supremo ordenador que creó todo racionalmente. Todo lo que existe tiene su propia racionalidad y está dirigido y ordenado por leyes racionales. El hombre está dotado de razón que es capacidad para descubrir esas leyes naturales y secundarlas. Se comprueba empíricamente cómo la modernidad ilustrada va avanzando en la medida en que la matemática, la física, la química, la biología… van descubriendo el asombroso mundo de las leyes naturales. Su reconocimiento y uso racional es el fundamento de la revolución tecnológica e industrial. Los animales también están racionalmente programados.
No es posible – razonan- que sólo el hombre y las sociedades humanas hayan sido creadas por Dios de modo irremediablemente irracional, y condenadas a buscar su realización y plenitud y a fracasar una y otra en su intento.
Según la Ilustración este fracaso recurrente se debe a que la autoridad y las normas ético-religiosas interfieren e impiden que las leyes naturales actúen libremente. Por ejemplo en economía las normas y regulaciones, el deber ser impuesto sobre el ser, lleva al desastre. La economía -dicen – cuando se libera de las ataduras externas (poder político y religioso) y se abre al libre mercado laboral y de bienes y servicios, termina haciendo realidad la mejor producción y mejor distribución de los bienes. Por esta razón el exitoso descubrimiento de las leyes físicas debería ser en el siglo XIX ejemplo para el desarrollo de ciencias humanas racionales como la ”física social “, nombre con el que nació la sociología; así debería ser la “física económica”, la física psicológica” y la física antropológica”. La universidad ilustrada moderna debe entronizar a la diosa razón y desterrar a los dioses oscurantistas. Con lo cual una universidad católica sería un contrasentido.
Aunque sea simplificando un poco, decimos que hay un antes y un después de la Ilustración en la Universidad. La anterior a la Ilustración en definitiva está subordinada a la Iglesia y al ser ésta oscurantista- dirán los ilustrados- hace que la universidad católica y las universidades jesuitas de inspiración cristiana sean oscurantistas. Por ello pierden la razón de ser y en consecuencia los estados ilustrados no autorizarán las universidades católicas. Una de las razones por las cuales hay pocas universidades jesuitas civiles en Europa y todas las universidades jesuitas en América Latina son del siglo XX y la mayoría de la segunda mitad del siglo.
Hay dos hechos históricos que queremos resaltar de los siglos XIX y XX:
- La Razón ilustrada quería acabar con el antiguo régimen, instaurando una sociedad de Libertad, Igualdad y fraternidad, que produce la felicidad sin mal. La dominante irrupción de la burguesía ciertamente revolucionó las fuerzas productivas, pero produjo el proletariado con su espantosa miseria y otras opresiones sociales y guerras, causadas por la sociedad naciente burguesa. La racionalidad instrumental desatada por la razón trajo la revolución de las fuerzas productivas y un impresionante avance de las ciencias y de la tecnología con nuevas oportunidades para la humanización; pero también impulsó con mayor eficacia la explotación, las luchas sociales y las guerras dejando claro que la ciencia y tecnología no traen unívocamente el bien, sino que igualmente potencian la capacidad de matar y de hacer más eficaces las máquinas de guerra y muerte. Así queda en evidencia que la única causa del mal no es la ignorancia, como afirmaban los ilustrados, sino que a mayor desarrollo de la racionalidad instrumental, mayor es también la capacidad y el poder de hacer el mal, como se demuestra, ente otras cosas, en las dos terribles guerras mundiales. Una tercera guerra mundial en el siglo XXI tendría prácticamente la capacidad de destruir la humanidad entera gracias a una racionalidad instrumental científica y tecnológica enormemente desarrollada y puesta al servicio de la barbarie humana.
El otro hecho que queremos resaltar es que a la Iglesia le costó mucho aceptar la revolución ilustrada liberal y la autonomía de la razón y de la ciencia. Pero defendió muy acertadamente la diferencia entre la racionalidad instrumental y aquellas dimensiones de la persona humana que son razonables, aunque no racionales. A ellas sólo podemos acceder por otras formas no racionalistas de conocimiento.
La Compañía de Jesús desde sus orígenes dio una enorme importancia a la física, la astronomía, la matemática, la geografía y otras ciencias naturales, así como valoró el aporte humanístico de autores paganos, que durante más de cuatro siglos los mantuvo en el centro de la formación de los jóvenes jesuitas. Pero era consciente de la ambivalencia de su aplicación y de la necesidad de discernimiento, para convertirlos en instrumentos de vida y no de muerte. Los Ejercicios Espirituales son para adquirir la libertad y el amor como don gratuito de Dios-amor que son indispensables para que la ciencia y la técnica sean usadas para “en todo amar y servir” y transformar los dioses del poder y de la riqueza en medios al servicio de la humanización.
La primera industrialización fue brutal; las fábricas y suburbios de las ciudades en Inglaterra y luego en otros países donde avanzaba la industrialización sin regulaciones y con prohibición de los gremios tradicionales y de nuevos sindicatos, la inmensa masa del proletariado se extendía en terribles condiciones inhumanas de trabajo y vida. Ello trajo una creciente conciencia de la nueva realidad inhumana y activó la búsqueda de respuestas y soluciones a las “cosas nuevas“, como se refleja en la pionera encíclica social Rerum Novarum (1891).
En ese contexto surgen los socialismo llamados utópicos y el marxismo (Manifiesto comunista 1848) que se consideraba “socialismo científico”. Este durante más de un siglo inspirará en el mundo entero fuertes movimientos sociales y políticos con millones de participantes en búsqueda de la realización del paraíso utópico en la tierra y desde la Revolución Rusa hace un siglo tendrá el poder de ensayar las promesas de paraíso en la tierra y ver su estrepitoso fracaso.
La promesa marxista de liberación total de la humanidad con el hombre nuevo y el paraíso sin mal, es un intento racionalista. Marx se distancia de los socialistas utópicos y cree haber encontrado la clave científico-racional para acabar con toda alienación social y producir el paraíso con el hombre nuevo en la tierra nueva sin mal. La propiedad privada de los medios de producción es según Marx la causa que divide a la sociedad en explotadores y explotados. La burguesía explotadora que se apropia de la plusvalía del trabajo proletario revoluciona constantemente las fuerzas productivas con una revolución industrial acompañada de la científica y tecnológica. Cuanto más avance es mayor la obtención de la plusvalía y la explotación de los trabajadores. La solución es – dice Marx- el avance de las contradicciones y la toma del poder político por el proletariado y la supresión desde el Estado de la propiedad privada de los medios de producción, causa original de todo mal, alienación y división social. En consecuencia se extinguirá el Estado - creado como instrumento de dominación de una clase sobre otra- y también la religión que es- según Marx- fruto de esa alienación. Religión que es el “opio del pueblo”, el “suspiro en la miseria” y “el corazón de un mundo sin corazón”. En la nueva sociedad comunista, al no haber dolor, ni explotación, no será necesario el opio para calmarlo, sin miseria no habrá suspiro y con el paraíso en la tierra tendremos un mundo con corazón y la humanidad no tendrá que inventar otro mundo en el cielo. Por eso la religión se extingue. Toda esta secuencia se deriva de la ley científica que descubre Marx en la estructura económica, con la propiedad privada de los medios de producción como clave. Suprimida ésta tendremos el hombre nuevo y su paraíso sin alienación.
Ahora en pleno siglo XXI tenemos claro que ni el racionalismo liberal, ni el socialista estatista por sí mismos tienen leyes naturales inexorables que eliminan el mal y erradican la alienación humana.
La racionalidad instrumental y la ciencia desarrollan fabulosos medios para hacer el bien, pero, ni con propiedad privada de los medios ni sin ella, se garantiza el bien y la felicidad, ni el uso de los medios racionales para que todos disfruten de vida plena, libre de toda dominación. La realidad es que el poder económico y el poder político en sociedades capitalistas o de socialismo estatista tienden a endiosarse y convertir a hombres y mujeres en medios de acumulación de su riqueza y de poder. En definitiva no son las leyes naturales objetivas, sino la voluntad subjetiva la que aplica los medios para una finalidad u otra.
Ordenar los medios para los fines acertados es el objetivo principal de los Ejercicios Espirituales de Ignacio, donde hombres y mujeres al contemplar el amor gratuito de Dios se sienten invitados a “en todo amar y servir” y con afecto y voluntad transformar el mundo y humanizarlo. El grande y permanente reto de la humanidad es el discernimiento y la libertad para decidir y ordenar los medios y la racionalidad instrumental de todo conocimiento para humanizar y dar vida a todos. Ello no está inexorablemente determinado por ninguna ley, como la ley de la gravedad, sino que depende de la libertad y el amor que nos lleva al mundo de la gratuidad. Nuestro Dios no es la conclusión de un silogismo racional, sino la irrupción del Amor totalmente gratuito.
La Compañía de Jesús, con la Iglesia ha ido descubriendo la autonomía de la ciencia y de la razón y al mismo tiempo su insuficiencia radical. También descubre que, en contraste con los animales determinados por el instinto, en los humanos hay permanente distancia y dialéctica entre el ser y el deber ser, entre la miseria histórica y la plenitud utópica, entre lo humano y lo divino presentes en el mismo hombre. El Concilio Vaticano II se desarrolla luego de más de un siglo de malentendidos y enfrentamientos con la ciencia y el racionalismo y al concluirlo los obispos enviaron un mensaje de reconocimiento y de reconciliación a los gobernantes, a los hombres del pensamiento y la ciencia, a los artistas, a las mujeres, a los trabajadores… (Ver Mensaje del Concilio a la Humanidad 1965).
La ambivalencia y el hecho de que la racionalidad instrumental sirva para el bien y para el mal hace imprescindible una universidad que, junto con los saberes racionales y las ciencias, cultive la sabiduría y la bondad para usarlos como medios para el bien y la vida, medios para humanizar. De esta manera lo cristiano en la Universidad no es algo tolerado y permitido marginalmente, aunque esté fuera de lugar en esa catedral racionalista, sino que ha de ser el corazón y la inspiración de toda la universidad. Las diversas áreas del saber no llevan incorporado el “chip” de su aplicación positiva y generadora de bien y de vida. Empíricamente hay que ver en cada área cuáles son los modos de su aplicación en la sociedad concreta y sus resultados, humanizadores o no. Por eso la Compañía de Jesús defiende la formación humana integral y entiende por calidad de educación la que busca formar hombres y mujeres personas conscientes, competentes, compasivas y comprometidas. Se incluyen la calidad en las competencias profesionales, pero integrada con las otras tres Cs, es decir formación de personas conscientes, compasivas y comprometidas.
Estas dimensiones de la calidad se aprenden con prácticas y métodos diversos y complementarios de los racionalistas, dirigidos a formar, junto con la inteligencia, la voluntad y el afecto para transformar las personas, las sociedades y la aplicación de la ciencia y la tecnología en cada área profesional (derecho, medicina, ingeniería, administración, economía, educación comunicación…). Esa voluntad de aplicar y “ordenar” la ciencia para la vida orientará también la investigación y todo el quehacer de la universidad. Por eso mismo es necesario que en la universidad se cultive la comprensión del funcionamiento de la sociedad con la voluntad de combatir el mal y fortalecer el bien.
Es indispensable el cultivo universitario del sentido de lo público en cada ciudadano y de las políticas públicas con la comprensión del funcionamiento de la sociedad y la voluntad de cambiar los aspectos inhumanos y encontrar soluciones a los problemas. Particular interés tiene la comprensión del corazón humano y su tendencia a endiosar los poderes político y económico usando a las personas como medios para aumentar esos poderes, de tal manera que la apropiación de la ciencia y de la tecnología por estos poderes puede hacer más opresora la sociedad y más inhumana cuanto más desarrollada sea y más eficaz en el manejo de la racionalidad instrumental. Siempre la tarea más difícil es cómo hacer que esos poderes sean medios para los fines humanos y no fines a los cuales se subordinan los humanos. La formación universitaria con las 4 Cs se orienta hacia la acción transformadora y humanizadora y por lo mismo la práctica social debe estar incluida a lo largo de las etapas de estudio. Práctica que lleva a encontrarse con las víctimas o con quienes están en desventaja y marginadas en la sociedad (discriminación social, sexual, socioeconómica…)
El modo de cultivar y de aprender la formación de la conciencia y de la voluntad consciente, compasiva y comprometida no puede ser como la enseñanza de la matemática con evaluaciones en las que sólo una respuesta es válida. Para esta otra dimensión lo importante es el ambiente que fomenta la discusión, la reflexión, la comprensión del contexto social, la acción evaluada y la creatividad sin respuestas uniformes de verdadero o falso. Y por encima de todo, aprender a salir de sí al encuentro con el otro y su afirmación no instrumentalizada. Lo propiamente científico no se debe enfrentar con lo actitudinal y los valores, sino complementarse para lograr un mundo cada vez más humano. Esto es por ejemplo cada vez más claro y urgente en los temas medioambientales y el cuido de la casa común amenazada por otros intereses.
Durante siglo y medio en el mundo católico se defendió la compatibilidad de Fe y Razón porque la Fe fue puesta en el banquillo por el iluminismo radical como innecesaria y negativa. Luego el marxismo puso a la religión-alienación en el banquillo afirmando la necesidad de que desaparezca. Reconociendo la media verdad que hay en ambas críticas, la Compañía de Jesús en el último medio siglo ha explicitado su identidad fundacional de defensa y propagación de la fe, aclarando que no se trata no de cualquier creencia o religión legitimadora de los poderes de este mundo, sino de la fe de seguidores de Jesús, una fe que ama y afirma al hermano más negado, una fe que promueve la justicia y construye sociedades justas. Sólo la práctica convence y demuestra al mundo si se trata de una fe alienada, evasiva y legitimadora de la explotación, o de una fe realmente liberadora. Ahora los grandes meta-relatos liberadores (ilustrado liberal e ilustrado marxista) han muerto y ha quedado en evidencia su reduccionismo e imposibilidad. El sueño religioso o agnóstico del Reino de Dios en la tierra no pasa de ser un sueño y en el mejor de los casos un horizonte que orienta y atrae hacia la humanización. Cada persona tiene la pequeña semilla del Reino de Dios que lo invita a construir con los instrumentos de la razón una sociedad más humana y una vida personal con sentido, siempre imperfecta y en camino. Dios-amor encarnado en Jesús es la luz que se nos ha dado para humanizar el uso de la ciencia, la tecnología y las estructuras y las instituciones. Sin esa luz, la racionalidad instrumental contribuye a una dominación inhumana más eficaz.
Permítanme terminar con unas pequeñas citas tomadas de una carta de Einstein a su hija Lieserl:
“Tras el fracaso de la humanidad en el uso y control de las otras fuerzas del universo, que se han vuelto contra nosotros, es urgente que nos alimentemos de otra clase de energía. Si queremos que nuestra especie sobreviva, si nos proponemos encontrar un sentido a la vida, si queremos salvar el mundo y cada ser sintiente que en él habita, el amor es la única y la última respuesta”.
“Quizás aún no estemos preparados para fabricar una bomba de amor, un artefacto lo bastante potente para destruir todo el odio, el egoísmo y la avaricia que asolan el planeta. Sin embargo, cada individuo lleva en su interior un pequeño pero poderoso generador de amor cuya energía espera ser liberada. Cuando aprendamos a dar y recibir esta energía universal, querida Lieserl, comprobaremos que el amor todo lo vence, todo lo trasciende y todo lo puede, porque el amor es la quintaesencía de la vida”
“Cuando los científicos buscaban una teoría unificada del universo olvidaron la más invisible y poderosa de las fuerzas.
El amor es luz, dado que ilumina a quien lo da y lo recibe. El amor es gravedad, porque hace que unas personas se sientan atraídas por otras. El amor es potencia, porque multiplica lo mejor que tenemos, y permite que la humanidad no se extinga en su ciego egoísmo, El amor revela y desvela. Por amor se vive y se muere. El amor es Dios, y Dios es amor”.
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Las Universidades de la Compañía de Jesús entre la luz y las tinieblas - Instituto Humanitas Unisinos - IHU