15 Mai 2018
El trabajo del padre Francisco de Roux para buscar la verdad sobre el conflicto armado colombiano no comenzó el martes, cuando se posesionó en la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición. En realidad se inició hace más de 30 años.
La entrevista es de Juan Manuel Flórez Arias, publicada por El Tiempo, 12-05-2018.
El sacerdote jesuita, hoy presidente de esa comisión, emprendió desde 1986 proyectos por la construcción de la paz dentro de su propia orden religiosa. Entonces fue nombrado director del Centro de Investigación y Educación Popular (Cinep) y fundó el Programa por la Paz de la Compañía de Jesús.
Años después, en 1995, mientras en Barrancabermeja aumentaba la violencia por la lucha de poder entre los grupos paramilitares y las guerrillas, creó también el Programa de Desarrollo y Paz del Magdalena Medio (PDPMM).
Desde allí lideró proyectos de economía campesina y apoyó el retorno de los desplazados, labor por la que obtuvo el Premio Nacional de Paz en el 2001. Otras tres iniciativas, derivadas del PDPMM, fueron reconocidas con el mismo premio en años posteriores.
En las últimas décadas, De Roux ha sido consultado por varios presidentes de la República sobre temas de reincorporación de actores armados a la vida civil. Ese camino lo llevó en agosto del 2017 a ser uno de los testigos oficiales de la entrega del último contenedor con armas de las Farc, con lo que se cerró esa etapa de la transición de esa guerrilla hacia la democracia.
El papel del sacerdote en la implementación del acuerdo con las Farc sigue siendo fundamental. Él, junto con otros 10 comisionados, emprenderá los próximos tres años una tarea para la que parece haber estado preparándose durante gran parte de su vida: La comprensión de lo que sucedió en Colombia durante más de medio siglo de guerra.
¿Cómo trabajará la comisión frente a un conflicto que, al menos en parte, sigue en curso?
Es una pregunta que nos hacemos mucho con los otros comisionados. Supuestamente, nosotros deberíamos establecer una comprensión de lo que nos pasó durante el conflicto hasta el día en que se esperaba que terminase: El 18 de noviembre del 2016, con el acuerdo del teatro Colón.
Sin embargo, el conflicto ha continuado. Ya no con las Farc, sino con las llamadas ‘bacrim’, con el Eln, con grupos vinculados al narcotráfico y con la llamada disidencia de las Farc. Eso nos preocupa mucho porque se nos pide hacer propuestas para la no repetición. Nos pone a pensar que debemos contribuir para que la guerra pare definitivamente.
¿Cuál sería entonces el período histórico que trataría la comisión?
Estrictamente hablando, nosotros trabajaremos un periodo que va desde finales de los 60 hasta la firma del acuerdo. Pero nos vamos a ver obligados a echarnos hacia atrás para entender el contexto histórico que permitió el conflicto, a partir de una mirada que tenga en cuenta a los grupos étnicos.
Se ha hablado de unas causas objetivas del conflicto, ¿estas han desaparecido?
Más que causas, nosotros queremos establecer los patrones de las grandes formas de violencia que se produjeron en el conflicto. Es lo que explica por qué se produjo la violación de las mujeres en una forma tan masiva; por qué llegamos a tener más de 7 millones de desplazados, 8 millones de víctimas, más de 200.000 civiles que no tienen nada que ver en la guerra y que fueron asesinados por los actores armados y más de 80.000 desaparecidos. Eso es bastante más complejo que unas simples causas individuales.
¿Estaríamos ante un conflicto indefinido?
Si se mantienen esos patrones, es muy probable que los hechos salvajes que nos ha tocado vivir se perpetúen.
Estos tocan muy hondamente la sensibilidad humana, son muy dolorosos y, por supuesto, dan lugar a sentimientos de rabia, de indignación, de señalamientos entre unos grupos y otros, lo que hace muy difícil llegar a interpretaciones históricas que incorporen a todo el mundo. Nadie queda contento de la versión que da el otro porque las pérdidas han sido muy grandes.
Por eso, nuestra aproximación tratará de explicar cómo nos fuimos involucrando en una barbarie que ha sido un escándalo para el mundo, para que tengamos compasión de nosotros mismos, de esta patria que llegó a una situación tan bárbara.
Para ello esperamos movilizar hondamente a la sociedad. En la Comisión de la Verdad somos muy poca cosa frente a la totalidad de lo que ha pasado en la guerra. Solo 11 personas con la responsabilidad de involucrar a todo el país.
Antes ha habido esfuerzos desde la academia, la sociedad y los medios por comprender el conflicto, ¿cuál es la verdad que aún no sabemos?
Se han hecho esfuerzos valiosos para la reconstrucción de la historia, en la recolección de memorias, pero la memoria todavía no es la verdad. Es falible, está muy llevada por las impresiones subjetivas. Hay que partir de ella. Si uno no siente el llanto de los otros, su sufrimiento, sus dolores, es muy difícil formular las preguntas válidas, pero eso todavía no es la verdad. La verdad es el esfuerzo de explicar lo más objetivamente posible, a sabiendas que uno finalmente termina en hipótesis, que son tanto más fuertes cuanto más capaces sean de responder a todas las preguntas pertinentes.
Creo que hemos tenido visiones o muy ideologizadas o parciales de pequeños espacios de tiempo, de regiones, de ciertos sectores, pero todavía no hemos podido elaborar una visión comprensiva del conflicto.
No sé si nosotros lo logremos; voy a ser muy honesto en esto, pero creo que podemos contribuir a poner al país en esa búsqueda que permita la reconciliación. Pero las cosas no van a terminar dentro de tres años, la realidad es más compleja que eso.
¿Cómo evitar que la verdad moral que busca la comisión impregne la verdad judicial?
Hay un primer sentido en el que la respuesta es fácil. Muy probablemente, aquellos que pasen por la JEP serán enviados a la Comisión de la Verdad. De tal suerte que antes de que esos tribunales dicten la sentencia, las personas contribuyan al enriquecimiento de la verdad humana. La comisión les entrega un certificado por su colaboración, que puede ser interpretado por los magistrados de la JEP como una causa de atenuación de las sentencias.
El problema se puede presentar en el segundo sentido: personas que lleguen directamente a la comisión y que todavía no hayan decidido si presentarse ante la JEP o que no quieran hacerlo nunca. En esos casos, nosotros no podemos pasar sus declaraciones a la JEP, a menos que las personas nos autoricen a hacer público un testimonio de aceptación de responsabilidades.
El conjunto de testimonios que vamos a recibir nos permite, sí, hacer público el patrón. Cuáles eran las variables, las dinámicas de fondo que daban lugar a actos gravísimos de violación del Derecho Internacional Humanitario. Por lo demás, vamos a aprender en el camino cómo actuar con sabiduría para discernir en esas circunstancias tan complejas.
¿Cuál será el sector con el que la comisión deberá trabajar más para que esté dispuesto a colaborar con la verdad?
Esperaría que seamos capaces de explicarnos de tal manera que nadie se sienta repelido a colaborar con ese conocimiento que nos merecemos los colombianos. Que tanto [las Farc], que tiene tantas víctimas, como los paramilitares, los empresarios, las comunidades y todos lleguen con confianza a la comisión. Que deje de producirnos miedo la verdad y tengamos el coraje de encararla y mirarnos de frente.
Hay académicos, como David Rieff, que piensan distinto y han defendido el olvido para evitar nuevos conflictos...
Como en todas las buenas comisiones de la verdad, ese ha sido un tema de debate entre nosotros. Estoy convencido de que el problema no es la memoria, siempre y cuando uno sepa comprender cuál es el aporte que dan los recuerdos: Limitado, sometido a la crítica, un aporte que todavía no es la verdad.
Si la memoria es una fuente de odios, obviamente es dañina, pero si logra transformarse, asumiéndola en todo su peso, en todo su dolor y en todas sus preguntas, se la puede resignificar y convertirla en un relato de comprensión. Eso es lo que debe hacer una comisión de la verdad.
Ese entendimiento pasa por reconocer que es imposible construir una nación simplemente entre buenos, porque ninguno de nosotros es un ángel. Y es lo más bello que podemos decir: nosotros, que somos imperfectos, que nos hemos hecho daño y que nos podemos seguir haciendo daño, hemos resuelto construir desde nuestras responsabilidades y falencias un país en el que todos quepamos y del que nadie sea excluido por sus fallas.
Lo que no se podría hacer es pensar de entrada que todos los actores que hubo tenían intenciones perversas. La condición es no entrar a juzgar las intenciones, sino los hechos mismos que muestran las equivocaciones, las responsabilidades y las malas decisiones.
Usted ha trabajado durante más de 30 años en este campo. Después de la comisión, ¿qué más le queda por hacer por la paz de Colombia?
Esa es una pregunta muy personal (sonríe). Quisiera contribuir con toda el alma a la verdad desde el dolor de las víctimas y la honestidad con ellas y con nosotros mismos. No sé si después me quede algo de vida para continuar...
¿Si le queda continuaría?
Yo pertenezco a una tradición espiritual, la de los jesuitas, en la que trabajamos hasta el día que nos morimos. No nos jubilamos nunca. Uno nunca se jubila si trabaja por la paz.
La Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición fue creada por el decreto de ley 588 de 2017.
La comisión está compuesta por 11 miembros postulados por la sociedad civil y elegidos por un comité de 5 personas.
A partir de ahora, la comisión tendrá seis meses para preparar su funcionamiento. Luego estará activa por tres años.
Sus objetivos fundamentales son: contribuir al esclarecimiento de lo ocurrido, promover y contribuir al reconocimiento de las víctimas y promover la convivencia en los territorios.
La conclusión de su trabajo es un informe final.
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Colômbia. ‘Es imposible construir una nación solo entre buenos’: De Roux - Instituto Humanitas Unisinos - IHU