06 Setembro 2017
"La sociedad civil latinoamericana tiene poco tiempo – antes de que sus gobiernos empiecen a endeudarse con el BAII - para conocer mejor al banco y los impactos económicos, ambientales y sociales del UCUC en otros continentes, y tratar de hacer un trabajo preventivo", escribe Paulina Garzón, Directora de la Iniciativa para las Inversiones Sustentables China-América Latina (IISCAL), en artículo publicado por ALAI, 05-09-2017.
En el 2013 China anunció el plan más ambicioso de inter-conectividad transfronteriza en la historia de la humanidad: “La Ruta de la Seda y el Cinturón Económico, y la Ruta de la Seda Marítima del Siglo XXI”, hoy más conocido como la iniciativa: “Un Cinturón un Camino” (UCUC), un pilar fundamental de la estrategia china “going global”. Según el Comité Central del Partido Comunista y el Consejo de Estado de China, el UCUC será una manera de promover “la filosofía de la eco-civilización y alcanzar el desarrollo sostenible”.
El UCUC consiste en el establecimiento de dos rutas, una terrestre y otra marítima que conectan China con Europa, África y Asia Sur-Este. En estas dos rutas se construirán puertos, carreteras, trenes, aeropuertos, proyectos energéticos, oleoductos y gaseoductos, refinerías, zonas de libre comercio, entre otro tipo de infraestructura. El UCUC incluye a más de 70 países, costará alrededor de USD 1 trillón y se ejecutará en un plazo de 30 a 40 años. Como era de esperarse, China es el principal financista del UCUC, para ello no sólo ha equipado a los bancos chinos con capital, políticas y regulaciones, sino que ha creado el Banco Asiático para las Inversiones en Infraestructura (BAII) para ser el principal motor financiero del UCUC.
Pero, ¿Qué tiene que ver el UCUC con América Latina? América Latina tiene una brecha de financiamiento en infraestructura en un rango de USD 170 a USD 260 mil millones durante la próxima década, y varios países han señalado su interés de desarrollar mega-proyectos de infraestructura transfronteriza que vincule a la región con China. Por otro lado, hay que recordar que los bancos chinos son grandes financistas de obras de infraestructura en la región y que la “ruta de la seda” entre China y México ya existió siglos atrás.
En noviembre pasado, cuando el Presidente chino Xi Jinping visitó Ecuador, Perú y Chile, algunos (entre los que me cuento) anticipaban que el líder chino anunciaría la incorporación formal de América Latina en el UCUC a través de la “ruta de la seda marítima”. Esto no sucedió. No obstante, varios proyectos alineados a esa estrategia –y con participación china- ya están encaminándose, como por ejemplo: la modernización del puerto “Panamá Colón Container Port” ; el Canal de Nicaragua (por el momento en stand-by); el tren bi-oceánico; el Túnel de Aguas Negras (Argentina-Chile); y la propuesta de Presidenta de Chile Bachelet de la construcción de un cable de fibra óptica Tras-Pacífico. Además, Brasil, Argentina, Bolivia, Chile, Perú y Venezuela han presentado sus aplicaciones para ser miembros del BAII (Banco Asiático de Inversión en Infraestructura). Todos estos países deben cumplir con una serie de requisitos previstos en los Artículos de Constitución del BAII hasta diciembre de 2018 para poder acceder al dicho financiamiento.
A pesar de su reciente creación (2015), el BAII ha incorporado una serie de mecanismos para la evaluación y participación pública, como un Marco de Política de Salvaguardas Ambientales y Sociales, una Política de Información Interina (actualmente bajo consulta pública), y está diseñando un Mecanismo de Manejo de Quejas. Aunque estos son buenos primeros pasos -sobre todo si se toma en cuenta que al Banco Mundial le tomo 67 años implementar una política de acceso a la información- no son suficientes. El BAII y el UCUC están todavía lejos de globalizar “la filosofía de la eco-civilización y alcanzar el desarrollo sostenible”. Así lo señalan 87 ONGs asiáticas, en respuesta a la decisión del BAII de financiar la construcción de plantas de carbón -actualmente prohibidas en China por sus efectos contaminantes. Las organizaciones no gubernamentales (ONGs) vinculados al tema ambiental y derechos humanos destacan que, si el BAII quiere ser un ‘Banco verde, debe (…) apoyar una transición rápida y justa a los sistemas de energías renovables y limpias (…) y poner fin a los combustibles fósiles y otras energías nocivas lo antes posible (…)”.
La sociedad civil latinoamericana tiene poco tiempo – antes de que sus gobiernos empiecen a endeudarse con el BAII - para conocer mejor al banco y los impactos económicos, ambientales y sociales del UCUC en otros continentes, y tratar de hacer un trabajo preventivo; como dijo el embajador de Perú en China: “tarde o temprano todos los países latinoamericanos van a tener que voltear la mirada hacia ese nuevo organismo multilateral de financiamiento”. Aunque el UCUC parezca una propuesta lejana, ya está inserta en América Latina y pronto será potenciado con una nueva ola de financiamiento del BAII.
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Atención: La ruta de la seda china está cada vez más cerca de América Latina - Instituto Humanitas Unisinos - IHU