12 Julho 2017
"Debemos trabajar en un modelo productivo no anclado en materias primas y mano de obra barata y transitar de uno profundamente dependiente de las cadenas productivas internacionales, hacia otro con mayor autonomía industrial y diversificación productiva, pensando la región nuevamente", escriben Oscar Ugarteche, investigador titular del Instituto de Investigaciones Económicas de la UNAM, coordinador del Proyecto OBELA, miembro del SNI/CONACYT, y Armando Negrete, integrante del proyecto OBELA, en artículo publicado por Alai, 11-07-2017.
El inicio de 2017 estuvo marcado por la elección de Trump como presidente de Estados Unidos y por el proceso del Brexit europeo. Los efectos que estas amenazas y políticas económicas tienen en el orden mundial son inevitables. Estados Unidos en 2015 completó un PIB 3.14 veces más grande que toda la región Latinoamericana en su conjunto, y Gran Bretaña es la quinta parte de la economía de la Unión Europea. Los cambios políticos en ambos lados son importantes para el rumbo del desarrollo y crecimiento económicos de la región. El estancamiento europeo del 2017 en adelante está asegurado por la contracción de su mercado en 20% y Estados Unidos parece estar frente a una primavera breve de fortalecimiento de su moneda pero con poca reactivación productiva.
En América Latina la dependencia externa se ha fortalecido: Suramérica ha virado hacia China mientras que la Cuenca del Caribe se ha fortalecido en su relación con Estados Unidos. En dicha cuenca está Venezuela que sufre de una escisión: de un lado la inversión extranjera más importante dentro de Estados Unidos es de capital de PDVSA en la forma de CITGO, una de las principales empresas refinadoras y distribuidoras de gasolina después de Exxon. De otro, Venezuela le vende crecientemente a China y se endeuda con Rusia, creando un escenario bélico en la Cuenca del Caribe, mare nostrum americano. Es decir, por primera vez hay una posibilidad real de una guerra de alta intensidad propiamente hablando en la eventualidad de problemas de pagos de deuda con PDVSA. El escenario de Venezuela es de una quiebra de PDVSA y de un cese de pagos en los bonos externos, trayendo con eso un problema internacional mayor. Así hay que entender la solicitud de Colombia de ingresar a la OTAN. ¿América del Sur en el Atlántico norte? Así también hay que entender la declaración de Obama de que Venezuela es una amenaza para ellos. Esto coloca a Cuba en una situación de debilidad frente a Estados Unidos, cuyo presidente republicano reitera que Cuba constituye también una amenaza.
El escenario económico que en este marco se le presenta a América Latina es la combinación de un problema estructural sumado a una transformación dependiente de las estructuras comerciales, financieras y productivas internacionales. Las hegemonías comerciales, el enclave económico regional, la gestión de la política neoliberal en vínculo con el mercado mundial, y la estructura de la división internacional del trabajo fueron modificadas, desde la década de los 90, por las grandes tasas de crecimiento de las economías asiáticas, especialmente China. El giro proteccionista y la recesión de EEUU con el giro británico sólo han complicado el panorama y acelerado los procesos de crisis y transformación en la región, que insiste en mantener el mismo patrón de acumulación del capital que en los años 50: exporta materias primas e importa bienes industriales. Las tres excepciones son México, que exporta mano de obra barata en la forma de maquila y de migrantes, Brasil y Argentina que tienen estructuras productivas más complejas desde los años 50 y un acuerdo comercial (Mercosur) que les ha permitido ampliar sus mercados. Ante la falta de empleo, la población migraba pero ahora ya no es posible.
La heterogeneidad de las economías latinoamericanas no sólo se debe a la relación comercial con el mercado mundial, sino al tamaño y participación de sus economías en la división internacional del trabajo. Por una parte, entre Brasil, México, Argentina, Venezuela, Colombia, Chile y Perú representan más del 90% del total del PIB latinoamericano; y los primeros tres más del 70%. Lo cual ha creado relaciones de influencia y dependencia aún al interior de la región. México aunque sea profundamente dependiente de la economía norteamericana, influye en los países centroamericanos, tanto como Brasil en Suramérica. No obstante, no sólo se trata de la media del capital nacional, sino de su composición y crecimiento. En los últimos 5 años, Panamá, Bolivia, Nicaragua y República Dominicana han crecido a una tasa promedio superior a 5%; Paraguay, Perú y Colombia superior al 4%; mientras que México, Brasil y Argentina, crecen en 2.8%, 1.4% y 1.0%, respectivamente.
En promedio, la participación del comercio de América Latina en el PIB ha sido, entre 2010 y 2015, de más del 69%. Esto muestra la importancia de la dinámica comercial y la dependencia de las estructuras del mercado internacional, tanto intrarregionales como mundiales. Estructuralmente, la dinámica del aparato productivo mexicano ha estado marcada por cuánto se relaciona con el mercado estadounidense. Esta formación ha generado dos dinámicas diferentes: conformar alianzas y cadenas productivas regionales o integrarse a las cadenas globales de la producción de EEUU. Así fue como se aisló México, Centroamérica y el Caribe, de la dinámica comercial suramericana.
Una tendencia adicional al escenario del porvenir económico latinoamericano, es el deterioro de la política, la democracia y de la gobernanza que sufre la región. Por una parte, la crisis y caída de los gobiernos progresistas, que a pesar de la heterogeneidad de los proyectos, el fracaso político y las dificultades económicas de estos gobiernos (léase Argentina, Venezuela, Ecuador, Bolivia, Uruguay y Brasil) representa un incierto giro de las relaciones regionales y la cooperación comercial, en todos los niveles. El caso de Venezuela es aún peor. Su tránsito político y económico corre riesgo, por su nivel de endeudamiento externo, composición de los aparatos productivos y dependencia al nivel de precios de materias primas.
Por otra, sin distinguir aquí su orientación política, el abandono del interés nacional y el creciente descaro que los funcionarios políticos de todos los niveles de gobierno, de todos los países de la región, muestran cuánto se han convertido en gestores a sueldo del Estado, a favor de los intereses de las compañías transnacionales. Así lo dejó claro el caso de Odebrecht, el conglomerado global de construcción civil de Brasil. Este creó una estructura financiera formal dedicada exclusivamente a la gestión y pago de sobornos a funcionarios gubernamentales en tres continentes, para ganar las concesiones de operación y construcción. Salvo el Perú, que ha sido desde Fujimori un enigmático y aislado ejemplo de justicia y encarcelamiento de gobernantes y funcionarios corruptos, en el resto de América Latina se han puesto en operación los tradicionales sistemas de encubrimiento, censura, olvido y cinismo que protegen a las clases en el poder, más en México que en el resto, pero en todos. No obstante que la propia empresa se declaró culpable y accedió a pagar 4.5 mil millones de dólares de penalización por sus actos criminales, los Gobiernos están siendo lentos en abrir la información y en sancionar.
En conjunto, las opciones que tiene Latinoamérica para transitar en este final acelerado de la hegemonía norteamericana y el auge del poder chino; la nueva era proteccionista y la reestructuración comercial y financiera global; y en superar sus crisis políticas, representativas y sociales, sobre una base de profunda desigualdad y concentración del ingreso, no son sencillas y necesitarán que la convergencia de los diferentes poderes políticos, económicos y sociales se ocupe de los problemas nacionales, más que de los cortoplacistas intereses personales. Tolerante al fracaso de sus estimaciones, el FMI pronosticó un crecimiento del PIB latinoamericano, para 2017, del 2%, poco estimulado por México o Brasil, de quienes se espera 1.7% y 0.2%, respectivamente, y más por el 3.9% estimado para Centroamérica, donde destaca el 5.8% estimado para Panamá.
La oportunidad que ofrecen los presentes cambios de las relaciones comerciales, tanto para el Mercosur con su relación con China, como para América del Norte y Centroamérica con posible debilitamiento comercial con EEUU, así como el reacomodo de las relaciones comerciales de la Unión Europea, puede ser bien aprovechada y generar mejores condiciones económicas para América Latina.
Debemos trabajar en un modelo productivo no anclado en materias primas y mano de obra barata y transitar de uno profundamente dependiente de las cadenas productivas internacionales, hacia otro con mayor autonomía industrial y diversificación productiva, pensando la región nuevamente.