25 Novembro 2016
“Creemos en un Dios que está presente nuestra historia y se revela en la misma, no tenemos que esperar grandes señales o acontecimientos sobrenaturales, somos invitados a dejarnos sorprender por su novedad que crece en medio de nosotros”.
El comentario del Evangelio, corresponde al Primer Domingo del Tiempo de Adviento (27-11-2016), es elaborado por Maria Cristina Giani, Misionera de Cristo Resucitado.
La llegada del Hijo del Hombre será como en tiempos de Noé: en [aquellos] días anteriores al diluvio la gente comía y bebía y se casaban, hasta que Noé se metió en el arca. Y ellos no se enteraron hasta que vino el diluvio y se los llevó a todos. Así será la llegada del Hijo del Hombre. Estarán dos hombres en un campo: a uno se lo llevarán, al otro lo dejarán; dos mujeres estarán moliendo: a una se la llevarán, a la otra la dejarán. Así pues, velad, porque no sabéis el día que llegará vuestro Señor. Y sabéis que, si el amo de casa supiera a qué hora de la noche va a llegar el ladrón, estaría velando para que su casa no fuese asaltada. Por tanto, estad preparados, porque este Hombre llegará cuando menos penséis.
Este domingo iniciamos el año litúrgico con el tiempo de adviento, de esta forma la iglesia nos abre las puertas de un nuevo año con la frescura renovadora de la esperanza que trae la vida nueva de Dios que viene que vino y que vendrá.
En el evangelio de hoy la exhortación principal de Jesús es a la vigilancia. La pregunta es qué tipo de vigilancia? o qué es lo que tenemos que vigilar?
Para encontrar la respuesta volvamos al texto propuesto el mismo nos remite al tiempo de Noé en el cual Dios se manifestó en la cotidianidad de su pueblo:
“la gente comía y bebía y se casaban, hasta que Noé se metió en el arca.”
Creemos en un Dios que está presente nuestra historia y se revela en la misma, no tenemos que esperar grandes señales o acontecimientos sobrenaturales, somos invitados a dejarnos sorprender por su novedad que crece en medio de nosotros.
Entonces lo que tenemos que vigilar es que no nos pase desapercibido la vida que ya está corriendo por nuestras venas, por nuestras relaciones, familias, comunidades, ciudades y que tiene la fuerza de recrearnos desde dentro.
Por eso vigilar es percibir dentro de nosotros qué gritos llevamos, que heridas tenemos todavía abiertas, qué perdón precisamos pedir y ofrecer para así permitir que Dios se haga más presente y sea un nuevo regalo para cada uno de nosotros.
Mas la propuesta de Jesús requiere que ensanchemos nuestro corazón a todo el mundo y que en nosotros también resuenen: “las alegrías y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de hoy, sobre todo de los pobres y de todos aquellos que sufren” (GS 1).
Para que en esas situaciones seamos capaces de pedir y esperar su nueva visita. Puede ayudar preguntarnos: qué señales de posibilidad de algo nuevo descubro en esas situaciones?
Tiempo de adviento, tiempo de alegre vigilancia en la confianza de que “cada día de nuestro caminar es marcado por la presencia de Dios, que guía nuestros pasos con la fuerza de la gracia que el Espíritu infunde en el corazón para plasmarlo y hacerlo capaz de amar” y por eso que “nadie pueda pensar que es ajeno a la proximidad de Dios y a la fuerza de su ternura” (Misericordia y Paz).
Recemos esta poesía pidiéndole a Jesús que nos enseñe a “vigilar” su Presencia,
Ya no te preguntaré más,
cuándo llegará tu día
sino por dónde atraviesas el presente,
por qué existe el malvado
sino de qué manera lo salvas ahora,
cuándo sanará mi herida
sino cómo la curas en este instante,
cuándo acabarán las guerras
sino dónde construyes la justicia,
cuándo seremos numerosos
sino dónde está hoy la cueva de Belén,
cuándo acabará la opresión
sino cómo pasar por las grietas del sistema,
cuándo te revelarás,
sino dónde te escondes.
¡Porque tu futuro es ahora,
es este instante universal
donde todo lo creado da un paso
dentro de tu misterio compartido!
Benjamín González Buelta sj
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