30 Agosto 2016
Para la historia: el ex jerarca Luciano Benjamín Menéndez, que reinó al arbitrio de su pulsión de muerte en Córdoba y otras diez provincias argentinas durante la última dictadura cívico-militar, recibió ayer su condena a prisión perpetua número 12. Con ésta, “el Cachorro” o “la Hiena”, como le llamaban sus subalternos, acumula ahora 14 condenas, ya que tiene otras dos por una veintena de años. Como ya es su costumbre, la escuchó sin hacer un mínimo gesto. Sólo se asió un poco más firme a su bastón con ambas manos. En la izquierda llevaba una venda.
El reportaje es publicado por Question Digital, 26-08-2016.
Además de los secuestros, torturas, violaciones, asesinatos y desapariciones, por los que se lo condenó como “coautor mediato” en un juicio que acumuló los casos de 716 víctimas, el Tribunal Oral Federal N° 1 de Córdoba, presidido por el juez Jaime Díaz Gavier, también condenó Menéndez por la “desaparición de menor de 10 años”. Esa fue una novedad para el ex general de 89 años: es la primera vez que se lo imputó y sentenció por este delito. Se trata del caso del nieto de Sonia Torres, la titular de Abuelas de Plaza de Mayo Córdoba.
En sus últimas palabras y en una variación de su habitual diatriba, en la que sólo habla de “soldados victoriosos injustamente juzgados”, Menéndez negó enfático que “el niño” haya nacido. “Y si nació, yo no lo entregué”, se defendió. Pero durante el juicio quedó probado que el bebé de Silvina Mónica Parodi de Orozco, la hija de Sonia Torres, nació el 14 de junio de 1976 en la Maternidad Provincial, y que estaba en “excelentes condiciones de salud”, como atestiguó Fernando Agrelo, un médico pediatra que lo vio tres veces: “una con su madre, recién parida, y otras dos veces ya solo”.ar la perla represores
Radiante, Sonia Torres dijo: “Por fin aceptaron que mi nieto está desaparecido. Han tardado 40 años, pero hoy pasó. Esto me pone pilas para seguir”. Abrazada y besada por decenas de personas, Sonia siguió: “No saben lo contenta que estoy. Una llega tan cansada a veces… Pero todavía le debo mucho a mi hija Silvina. Nada más hice la mitad de lo que le prometí. Ahora me falta la otra parte: encontrar a mi nieto o que él me encuentre a mí. Espero que con todo esto me vea, me busque”.
Otros dos jerarcas que fueron condenados por el robo de ese nieto que toda Córdoba espera fueron Ernesto “Nabo” Barreiro y Héctor Pedro Vergez. Barreiro recibió la primera condena a prisión perpetua que tiene en su haber. Se lo encontró culpable de coautor mediato e inmediato de 548 secuestros, 532 torturas, 264 homicidios, entre otros delitos. Sin sonrisas socarronas y con los labios apretados en una mueca, resultó evidente para quienes lo vieron a lo largo de cuatro años, que “el Nabo” Barreiro intentaba no descomponerse. Ya nada quedaba de la altanería de sus palabras finales, cuando no sólo amenazó a los jueces con un juicio como el de Nuremberg y con “el noveno círculo del infierno de Dante”, sino que aparecía con los ojos vidriosos y a punto de llorar. Su desafiante “nos verán desfilar”, pareció desintegrarse en su cuerpo hundido en su banquillo.
Vergez, alias “Vargas” o “Gastón”, como se hacía llamar, tampoco ocultó lo que sentía. Su semblante fue el que comenzó a mostrar en la última audiencia: ya no se finge loco, como a lo largo de estos casi cuatro años. Estaba furioso y no lo disimulaba. Su mirada fija, torva, decía más de lo que él podía expresar. Además de los crímenes de lesa humanidad que cargan en sus espaldas, también se les sumó el robo de bebés. Primera vez que ese delito ha sido juzgado y condenado en esta provincia.
La única represora mujer que ha sido juzgada en Córdoba también se acreditó ayer su primera condena a perpetua: Mirta Graciela “la Cuca” Antón seguirá presa en su celda de Bouwer. Estaba allí desde 2010, cuando se la condenó a 7 años. Fue una de las más temibles torturadoras del D2, la Gestapo cordobesa. En la sentencia hubo 5 absoluciones, casi todas de ex policías. Serán apeladas por la fiscalía ni bien se conozcan los fundamentos del fallo, el 14 de octubre.
El fiscal Facundo Trotta dijo que “es importante recalcar que con este fallo el tribunal dejó en claro tres cosas fundamentales: primero, que hubo Terrorismo de Estado en Córdoba antes de marzo de 1976. Arrancó en 1975. Segundo, que con la ‘desaparición forzada de menores’, hubo aquí robo de niños. Eso entra en el plan sistemático de robo de bebés que hubo en todo el país. Y tercero, que los crímenes sexuales también forman parte de los delitos de lesa humanidad cometidos por el terrorismo de Estado”. El fiscal, que fue una de las figuras más atacadas por los represores en sus discursos finales, se dijo “conforme” con la sentencia y las “casi 30” perpetuas.
La sala de audiencias estuvo repleta. Entrar, “conseguir un lugar” había sido el tema predominante durante estos últimos días. Algo que se zanjó con la puesta de pantallas gigantes para nadie se quedara sin ver y oir la sentencia.
Una de las invitadas de honor fue la presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo Estela de Carlotto, quien viajó para estar presente en el veredicto. Cerca de ella se ubicaron las Madres y Abuelas Nelly Llorens, de 97 años, y Emi Villares de D’Ambra.
Para D’Ambra fue “un día de victoria, de alegría enorme: hemos peleado tanto tanto por justicia. No por venganza. No queremos que nos digan heroínas ni nada de eso. Sí peleadoras. Eso soy, eso somos”. Emi llevaba en su pecho la foto de su hijo Carlos Alberto, asesinado en La Perla en febrero de 1977.
También estuvo el gobernador Juan Schiaretti, quien asistió con su esposa, Alejandra Vigo. Ambos flanquearon a Sonia Torres. A diferencia de José Manuel de la Sota, quien jamás asistió a uno de estos juicios desde que se iniciaron en 2008, Schiaretti no pierde oportunidad para ensalzarlos. También se vio al ministro del área, Luis Angulo y a los nietos recuperados Victoria Montenegro y Horacio Pietragalla Corti. Este último fue uno de los 581 testigos en este juicio: los restos de su padre fueron encontrados en la fosa común del Cementerio de San Vicente por el Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF). También asistió invitado el juez federal Miguel Hugo Vaca Narvaja: su abuelo, del mismo nombre, es una de las 716 víctimas del juicio. Y él mismo, antes de ser nombrado juez, fue querellante en este proceso y en el que se le hizo a Jorge Rafael Videla y Menéndez en 2010. También se vio a Martín Fresneda, ex secretario de Derechos Humanos de la Nación; y al actual titular de ése área, Claudio Avruj.
“Sin odio, sin espíritu de revancha ni de venganza; ha juzgado el mayor horror que ocurrió en Córdoba. Ellos son asesinos, y la Justicia lo ha ratificado. Y estos asesinos tuvieron la oportunidad de defenderse que ellos no les dieron a los compañeros que murieron en las mazmorras, dijo Schiaretti. Poco antes de que abandonara el edificio, desde Radio Universidad le preguntaron por Graciela Doldan, una de las víctimas y el gobernador se quebró. Llorando aseguró: “era una gran compañera. Tuvo en brazos a mi hija… Era una mujer muy digna y así sé que murió”.
La convivencia en la sala de los sobrevivientes y familiares de las víctimas con los familiares de los imputados fue un tanto accidentada: hubo algunas rispideces cuando entró Estela de Carlotto. La siempre violenta Cecilia Pando le gritó improperios a los que la Abuela no contestó. Una marea humana cerró filas tras Carlotto. Pando ya fue protagonista en este edificio de otro episodio. Fue en 2010, cuando insultó al juez español Baltasar Garzón. Dentro de la sala, Pando se sentó junto a Ana Maggi, la mujer del reo “Nabo” Barreiro, quien forma parte de su agrupación de respaldo al genocidio ocurrido durante la última dictadura cívico-militar.
A las 13.19 el juez dio por finalizado el juicio y uno de los condenados a cadena perpetua, Arnoldo José “Chubi” López comenzó a insultar al público y a levantar su puño con gesto amenazante. Anteayer, en sus últimas palabras, este represor montó una especie de acusación en juicio para el tribunal. Los jueces lo escucharon con paciencia. Pero ante los improperios del “Chubi”, Díaz Gavier le ordenó a la policía, a los gritos, que lo sacaran inmediatamente de la sala. Otro de los condenados, Carlos “HB” Díaz, aprovechó cuando pasó cerca del estrado para descargar su bronca. Desde la sala les cantaron “como a los nazis les va a pasar/adonde vayan los iremos a buscar”.
Luego de tres años, ocho meses y 27 días exactos de un juicio que tardó 40 años y había terminado.
La sentencia por el juicio La Perla pone a Córdoba en la consideración mundial. Es por la trascendencia del propio juicio, que es enorme, el segundo más grande de la historia judicial argentina después de la causa Esma. Este juicio duró tres años y nueve meses, se escucharon más de 500 testimonios, con 45 imputados y 716 víctimas.
Pero además, por lo que significó el campo de torturas y exterminio La Perla también es importante el contexto internacional para darle su verdadera dimensión. Por ahí englobamos a todos los campos como si fueran de concentración, pero no es así. El terrorismo de Estado en Argentina tomó al pie de la letra la Doctrina de la Seguridad Nacional bajada desde Washington a través de la Escuela de las Américas. Esta se había nutrido de la llamada “Escuela Francesa” y los teóricos de la guerra contrainsurgente de Indonesia y Argelia, que a su vez habían tomado cosas de los métodos del nazismo. Por lo tanto, no es lo mismo un campo de concentración que un campo de trabajo o un campo de exterminio.
Para usar un ejemplo, que puede llevar a simplificaciones extremas pero que a veces sirve para clarificar, podríamos decir que la ESMA argentina fue nuestro Auschwitz y que La Perla fue nuestro Treblinka. Tanto por el carácter de los campos como por la ubicación de los mismos.
Auschwitz es un suburbio del pueblo de Oswiecim, el topónimo en idioma polaco, y a 40 kilómetros de Cracovia. Es como la ESMA, que está en plena ciudad de Buenos Aires. Y Auschwitz-Birkenau era un campo de trabajo y también de exterminio, como también lo fue la ESMA, según testimonios de algunos sobrevivientes.
En cambio, Treblinka estaba bien escondido, a 100 kilómetros de Varsovia y en medio de un bosque. Muy parecido a La Perla, que también está escondido a un costado de la autopista que une Córdoba con Carlos Paz. Y tanto Treblinka como La Perla, eran campos de exterminio, directamente de exterminio.
Además que esto nos puede ayudar a comprender la dimensión de La Perla y del juicio cuya sentencia nos ocupa, lo importante es la dimensión judicial internacional de esta sentencia, porque los pueblos y las sociedades tienen sólo cuatro maneras de responder a un genocidio.
La primera es la impunidad total. Ejemplos de esto son el Genocidio Armenio, con un millón y medio de seres humanos exterminados entre 1915 y 1923 por los turcos otomanos y aún hoy negado por la República de Turquía; el genocidio de los japoneses en China durante los años 30 del siglo pasado con la Matanza de Nanking como punto cúlmine; el Holodomor de los años 30 también, en el que el stalinismo mató de hambre a más de seis millones de ucranianos; el genocidio de Indonesia, o viniendo más cerca, los delitos de lesa humanidad de los ’70 en Brasil, Bolivia o Paraguay.
La segunda es la de amnistías parciales o conmutaciones de penas. Como lo que sucedió en Sudáfrica, modelo que ha propuesto varias veces el ex gobernador de la provincia de Córdoba, José Manuel de la Sota, diciendo que se debería perdonar a los genocidas que den información sobre enterramientos clandestinos, algo que siempre fue rechazado por los organismos de Derechos Humanos; lo que sucedió en Uruguay con la Ley de Caducidad que permitió la impunidad de muchos genocidas y en la que tienen responsabilidad tanto el Partido Colorado, como el Nacional y el propio Frente Amplio; o el caso de Chile, donde hubo algunos juicios y condenas, pero Augusto Pinochet murió tranquilito en su cama y siendo senador vitalicio.
La tercera es lo que se conoce como “justicia de los vencedores”. Es mejor que nada, pero su legitimidad está muy cuestionada por tratarse de tribunales especiales. Ejemplos de esto son los juicios de Nüremberg, donde había un juez soviético, uno francés, uno inglés y uno estadounidense; o los tribunales especiales para los genocidios de Ruanda y Bosnia.
Finalmente, la cuarta respuesta es la justicia por los tribunales ordinarios de la Nación, y eso lo ha logrado un solo país en la historia de la humanidad: Argentina. Hoy Argentina tiene más de 500 genocidas condenados por los tribunales naturales de la Nación. Y eso es un ejemplo mundial. Por eso es tan importante la sentencia del juicio La Perla en Córdoba, donde el fiscal es Facundo Trotta y el presidente del Tribunal Oral Federal Número Uno es Jaime Díaz Gavier, ciudadanos cordobeses, sin nada especial y con todas las garantías de defensa que las leyes de otorgan a los imputados.
Todo esto hace que debamos realmente sentirnos orgullosos de lo que nuestro país ha hecho en esta materia en los últimos años. Y que redoblemos la responsabilidad en defender esos avances, frente a los que empiezan a plantear nuevamente la “teoría de los dos demonios”, los que ponen en duda el número de víctimas, los que dicen que no les importa si fueron nueve mil o treinta mil, los que quieren darles prisión domiciliaria a los genocidas.
Debemos ser conscientes de lo que hemos hecho y de que somos un ejemplo mundial. El sociólogo francés Alain Touraine dice que cada nación tiene un principio de legitimidad, y que así como el principio de legitimidad de Francia es la Revolución Francesa, el de Argentina es la lucha por memoria, verdad y justicia y los juicios contra los genocidas.
Eso nos tiene que poner orgullosos de lo que pudimos hacer como sociedad con un drama como el que vivimos, y seguir luchando por estos valores con alegría y amor. Porque otro ejemplo es el amor y la alegría con que se luchó y se sigue luchando, sobre todo las nuevas generaciones.
Teodoro Adorno dijo que después de Auschwitz era imposible la poesía en el mundo. Por suerte se equivocó. El pueblo argentino ha demostrado que no sólo es posible sino necesaria la poesía después de La Perla.
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Argentina: 40 años después, un día de justicia para las víctimas del campo de exterminio La Perla - Instituto Humanitas Unisinos - IHU