22 Junho 2020
Manuel Larraín. Chile, †1966
Obispo de Talca, presidente del CELAM, pastor del pueblo chileno, profeta de la liberación.
Manuel Larraín pertenecía a una acaudalada y aristocrática familia chilena, con grandes propiedades agrícolas. Después de estudiar Derecho en la Universidad Católica ingresó al seminario y completó sus estudios en la Universidad Gregoriana de Roma. A los 11 años de sacerdocio fue elegido obispo auxiliar de Talca y a los dos años asumió como titular de esa misma diócesis.
Compañero y amigo del padre Alberto Hurtado; amigo de los poetas Pablo Neruda y Gabriela Mistral, ambos premios nobeles; lo era también del cardenal Montini, más tarde Papa Paulo VI, de varios obispos europeos y de intelectuales como Jacques Maritain, o el prior Roger Schutz de la comunidad ecuménica de Taizé, en Francia. Con ellos y algunos teólogos estuvo vinculado al llamado ‘catolicismo social’ con el que el sector progresista de la iglesia de esa época intentaba recuperar para la iglesia a los trabajadores y obreros.
Profundo y comprometido
Hombre de amplia y profunda cultura, con mirada de futuro buscando siempre el camino de la historia para ir adelante, percibió que América Latina necesitaba fortalecerse como unidad, no sólo eclesial, sino también política y social. Junto a los obispos brasileños Helder Camara y Avelar Brandao, al peruano Juan Ladázuriz, al mexicano Miguel Darío Miranda y otros propusieron al Papa Pío XII la creación del CELAM que, hasta hoy, es el único organismo continental de coordinación en la iglesia. En 1964 fue elegido su Presidente, cargo que desempeñaba al momento de morir en junio de 1966.
Sus relaciones con obispos europeos y norteamericanos, facilitada por su dominio de los idiomas inglés y francés, le permitieron integrar el grupo de trabajo que lideró el desarrollo del Concilio Vaticano II y jugó un papel de articulador entre obispos de América Latina con europeos y norteamericanos. Don Manuel veía tres grandes desafíos: la necesidad de redescubrir en la Iglesia su carácter de signo de Cristo, luz de los pueblos; la urgencia de dialogar con el mundo moderno y dejar de estar a la defensiva; y, el llamado a ser “sobre todo la Iglesia de los pobres”, como “un aspecto esencial” de su peregrinación en la tierra. Este espíritu lo llevó a ser uno de los firmantes del Pacto de las Catacumbas al término del Concilio, junto a otros 40 obispos, en el que se comprometen a llevar una vida de sencillez, despojada de posesiones y a una actitud pastoral orientada a los pobres y a los trabajadores.
De regreso de uno de sus frecuentes viajes, en la carretera al llegar a su diócesis, su vehículo chocó provocando la muerte del obispo y dejando herido a su chofer. En su testamento pastoral dejó expresado: “Quiero que mi última palabra sea para la Iglesia, el gran amor de mi vida sacerdotal. En ella he vivido y encontrado a Cristo. Por ella únicamente he trabajado y sufrido. Ofrezco mi muerte como supremo holocausto por ella”.
Fragmento de texto elaborado por Roberto Urbina Avendaño en Vida Nueva Digital http://www.vidanuevadigital.com/2016/06/26/chile-manuel-larrain-un-obispo-precursor/
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22 de junho de 1966 - Instituto Humanitas Unisinos - IHU