Bartolomé de las Casas. España, †1566

 

Primer sacerdote ordenado en el Continente, profeta latinoamericano, defensor de la Causa de los indios. Nace en Sevilla en 1474. Estudió Humanidades, Filosofía y Derecho en Salamanca. En 1501 parte para el Nuevo Mundo para ser doctrinero de indios. En la isla de La Española vivió unos años encargado de una Encomienda (sistema creado para reunir a los indios, catequizarlos y civilizarlos, bajo la autoridad de un español encomendero; se les aseguraba protección y justicia... pero a cambio eran sometidos a trabajos forzados bajo la opresión de caciques). En 1513 se ordena sacerdote.

Su conversión llega un año después, al leer el Eclesiástico 24, 18 («Ofrecer un sacrificio del fruto de la iniquidad es hacer una ofrenda manchada»), dándose cuenta de la injusticia y tiranía con que actuaban los españoles con los indios. Renuncia inmediatamente a su Encomienda y comienza a predicar contra todas ellas, comenzando las gestiones para su abolición.

Sus proyectos e ideas siguientes fracasan y se ve sumido en una profunda crisis personal (1518-1523). En 1523 toma el hábito dominico. Tras un retiro de ocho años, reanuda su actividad interviniendo ante el Consejo de Indias. Sigue su lucha contra las encomiendas, que eran reconocimientos de los Hernán Cortes o Pizarro a sus soldados. La situación ahora es más favorable (el Papa Pablo III promulga su bula «Sublimis Deus» en la que proclama dogmáticamente la verdadera naturaleza humana de los indios).

En 1542 se editan las las Nuevas Leyes de Indias, inspiradas en los principios lascasianos (se prohíbe la esclavitud de los indios, la supresión de las Encomiendas). Las Casas publica su Brevísima relación de la destrucción de las Indias, en la que denuncia las injusticias de los españoles (lobos) con los indios (ovejas). En 1543, como reconocimientos, es nombrado obispo de Cuzco, merced que no aceptó; después aceptó la de obispo de Chiapas, por obediencia. Allí continúa la lucha contra los colonos, haciendo un trabajo de concientización.

Desanimado ante la incomprensión y las hostilidades, renuncia a su obispado y regresa a España. En España se dirige a la Corte y prosigue su denuncia y su lucha. Su trabajo vio frutos en la influencia que ejerció sobre el príncipe Felipe.

Murió en el convento dominico de Atocha, en Madrid, el 17 de julio de 1566, a los 92 años de edad.