Por: Vitor Necchi | 04 Julho 2017
El reciente anuncio de la visita que el papa Francisco hará a Chile, del 15 al 18 de enero, creó mucha expectativa, pues representa un marco y un reto. Se trata de la primera visita del líder de los católicos al país desde el fin de la dictadura (1973-1990) de Augusto Pinochet. Y, al mismo tiempo, se trata del encuentro del pontífice con un escenario poco animador para la iglesia local, circundada por escándalos de connotación sexual y por la pérdida de fieles.
En su papado, Francisco ya visitó América del Sur en dos ocasiones. La primera, en julio de 2013, para participar de la Jornada Mundial de la Juventud, en Rio de Janeiro que, además, fue el primer viaje que realizó después de convertirse en líder de la Iglesia Católica. La segunda ocurrió en julio de 2015, cuando estuvo en Ecuador, Bolivia y Paraguay.
En Chile, visitará Santiago, Iquique y Temuco. También irá a Perú, del 18 al 21 de enero, pasando por las ciudades de Lima, Trujillo y Puerto Maldonado. La confirmación de la agenda de Francisco en América del Sur correspondió al encargado de negocios de la Nunciatura de la Santa Sede en Perú, Grzegorz Piotr Bielaszka.
Juan Pablo II fue el último Papa que estuvo en Perú, en 1985, para una visita apostólica, y en 1988, para un Congreso Eucarístico. Él también estuvo en Chile, en 1987, lo que acabó suscitando comparaciones con la visita que Francisco hará, evidenciando las grandes trasformaciones por las cuales el país pasó en 30 años: de la dictadura a la democracia, de la crisis económica a una situación económica de bienestar y una apertura hacia el mundo globalizado.
La Iglesia Católica también pasó por cambios en el país, habiendo perdido el protagonismo y los líderes que tenía, además de la credibilidad. El número de católicos disminuyó el 20% en los últimos 20 años. Muchos jóvenes creen que la Iglesia no añade nada a sus vidas. Parte de esa situación se justifica por los abusos sexuales y de autoridad cometidos por religiosos del país.
El Papa se constituyó en uno de los principales líderes mundiales de la actualidad más allá de la notoriedad propia de su posición. Parte de esta influencia parte del hecho de tener pensamientos claros y críticos sobre la realidad, en particular la situación de los pobres y de las personas que viven al margen de sistemas económicos injustos. En su agenda, constan temáticas como ecología, la preservación del planeta y los refugiados. Eso ayuda a explicar por qué causó sorpresa a los chilenos, en enero de 2015, el anuncio de que el obispo Juan Barros Madrid asumiría la diócesis de Osorno.
Barros está muy próximo a Fernando Karadima, influyente sacerdote nacido en 1930, responsable de la formación de cinco obispos chilenos y casi medio centenar de sacerdotes. En febrero de 2011, fue considerado culpable por el Vaticano de cometer abusos sexuales, siendo condenado a una vida de oración y penitencia. Algunas de las víctimas de Karadima denunciaron que el obispo Barros habría ejercido un papel de colaboración, complicidad, encubrimiento y obstrucción de la Justicia. Una de ellas es el ex seminarista Juan Carlos Cruz, abusado sexualmente por Karadima, que en 1984 asumió a la Parroquia de El Bosque, de Santiago, donde desarrolló relaciones fuertes con sectores de la elite política y económica.
El nombramiento causó sorpresa porque Francisco venía demostrando una postura severa en relación a los abusadores y sus cómplices. El cariño y el respeto que los chilenos nutren por el Papa agravó el descontento con la designación de Barros. Se especula que el Papa no recibió informaciones adecuadas, pues esa elección no condice con la postura que el pontífice viene adoptando.
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Visita del Papa a Chile representa un marco y un desafío - Instituto Humanitas Unisinos - IHU